Camilo dos Santos

Espárrago: "Un grupito de hinchas de Nacional decía que era pecho frío; luego tuve mi revancha”

Ganó todo como jugador con el tricolor, seis Uruguayos, dos Libertadores e Intercontinentales y una Interamericana, y recuerda sus tres Mundiales con la celeste y cuando tomó como técnico al equipo, ganó un clásico y dejó último a Peñarol

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30 de mayo de 2020 a las 05:02

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Genio con y sin pelota. Jugó en la mayoría de los puestos y siempre dictando clase. Víctor Espárrago es un emblema de Nacional con el que fue seis veces campeón uruguayo, ganó dos Libertadores, dos Intercontinentales y una Interamericana. Además, con la celeste estuvo en tres Mundiales. Una leyenda viviente.

Usted empezó en Danubio pero pasó a Cerro enseguida.

Entrené en Danubio con Manolo Facal que después se fue a Peñarol. A unos cuántos nos daba plata para el ómnibus. Yo era muy pequeño de físico porque no me había desarrollado y estaba en mi barrio, en Peñarol, y fui a jugar un amistoso al club Chacarita que enfrentó a Cerro que lo dirigía Juan Aguiar. Me vieron y me ofrecieron irme. También tenía que tomarme cuatro ómnibus, dos de ida y dos de vuelta. Me encontraba en la parada con Bertocchi que iba a Wanderers y yo seguía para Cerro. Era 1960 y Cerro venía de jugar la final del Uruguayo con Peñarol con un equipazo, y yo tenía un respeto tremendo por ellos. Me quedé hasta 1966. Hicimos una gira impresionante, 60 días afuera. Fuimos a Rusia, a Rumania y Sudáfrica. Para cruzar el muro de Berlín fue tremendo. El presidente era Luis Tróccoli que era un fenómeno. Llegamos al muro del lado oriental y nos hicieron bajar y abrir todas las valijas del ómnibus, los perros los subieron, y cruzamos caminando. En aquel entonces, había imágenes enormes de gente que había querido irse y estaba colgada, muerta. Lo mostraban para disuadir. Teníamos un miedo bárbaro porque estaban los muchachos con los rifles… Y después fuimos España a entrenar en la ciudad deportiva de Real Madrid.

“En la Copa de 1980, nadie tenía idea de que Nacional podría estar tan arriba. Porque ya hacía años que no se ganaba nada a nivel internacional por parte de los equipos”

Estuvo en la inauguración del Estadio Tróccoli cuando le ganaron 5-2 a River argentino que vino con Amadeo Carrizo, Matosas y dos que luego fueron compañeros suyos en Nacional, Luis Cubilla y Artime. Y usted también hizo un gol.

Sí, es cierto. También entró el Loco Gatti que era muy joven. Se estaba colocando los zapatos fuera del área y Restivo vio que estaba adelantado y le pateó de la mitad de la cancha y fue gol. Él tiró la pelota para la mitad de la cancha y empezó a ponerse los guantes como si nada. Un loco de la guerra. En el partido, Cortés se le tiró a los pies a Cubilla y lo tiró para afuera de la cancha. Cubilla, molesto, se fue del partido. A los cinco minutos apareció Tróccoli abrazado con él y siguió el partido.

Camilo dos Santos

Mientras jugaba en Cerro, usted trabajaba en AFE.

Sí. Me levantaba a las 3 y media de la mañana porque trabajaba en encomiendas de la Estación Central y había que marcar la tarjeta a las 4 y media. Yo vivía en Peñarol, a siete cuadras de la estación de donde salía la combinación que iba hasta Sayago y allí tomaba la formación que venía de Las Piedras y llegaba 4.20 a la estación. Cuando estábamos concentrados, tenía que trabajar y después el sábado jugaba. Dalton Rosas Riolfo fue a hacer una encomienda y me preguntó qué hacía allí. Le dije que estaba trabajando. “¿Y usted quiere jugar al fútbol?”, me inquirió. “¿Y por qué no? Puedo trabajar y jugar al fútbol”, le contesté. No quería depender del fútbol. Porque en aquella época lo máximo que jugábamos eran seis meses. Incluso yo me iba con mi padre en el ómnibus a jugar a Minas el torneo de los barrios que había un gentío bárbaro y me hice unos pesitos.

Allí lo dirigió Ondino Viera.

Ondino era un fenómeno. Para hablar de él hay que sacarse el sombrero y pararse. Un tipo sensacional. Estoy muy agradecido por todo lo que aprendí. A mí, me sirvió mucho como jugador y como entrenador. Estaba entusiasmado conmigo, porque sabía que yo, que no era figura, sino que era un jugador simple, luchador, tácticamente lo captaba siempre. Entonces me tenía una confianza bárbara. Me ponía de puntero izquierdo y me decía: “Usted cuando tenga la pelota el rival, venga al mediocampo para tener superioridad numérica”. Cuando enfrentábamos a Peñarol me decía: “Cuando agarre la pelota Mazurkiewicz, vaya enseguida sobre (Pablo) Forlán, deje por la otra punta a Caetano”, porque Caetano era luchador, pero no tenía capacidad ofensiva ninguna. Entonces yo le tapaba la salida a Forlán y se les complicaba. Cuando terminaban los entrenamientos me quedaba a entrenar con Troche para aprender.

En 1966 lo contrató Nacional.

(Eduardo) Pons Etcheverry era el presidente. Ahí fue cuando empezó a gestarse el Nacional campeón de la Copa de 1971. José Sassón era el tesorero. Yo fui de los últimos, pero ese año contrataron a Ruben Techera, Juan Mugica y Luis Ubiña de Rampla, Montero Castillo de Liverpool, Virgili, y a mí de Cerro. La guinda la puso Restuccia cuando hizo “La Gran Jugada” y trajo a Cubilla, a Artime y a Manga.

“Cuando me nombraron técnico en 1983, le ganamos a Peñarol. Nacional quedó primero y Peñarol último”

De a poquito fue haciendo historia en el club.

Nacional es mi vida. Tengo que ser agradecido a Cerro porque me inicié, me hice jugador y hombre. Había gente que me enseñó. Después tuve a un presidente (Tróccoli) que era un ejemplo como persona. Cuando llegué a Nacional estaban Roberto Sosa, Manicera, Emilio Álvarez. Igual que en Cerro, tenía que empezar de nuevo. En 1966 tuve la mala suerte de que en un clásico que llovía, hubo un desborde por izquierda de Urruzmendi, llegó a la línea de fondo y me la pasó a mí que entraba solo contra Mazurkiewicz. La pelota picó y me hizo sapito y salió rápido, entonces me pegó en la pierna y le quedó el rebote a Mazurkiewicz. Y Nacional hacía tiempo que no ganaba un clásico. Entonces, ahí quedé un poquito marcado con la hinchada. Cuando la gente escuchaba mi nombre en los altoparlantes, un poco abucheaba. Tuve algún problema con la gente, pero había que seguir peleándola. Agachaba la cabeza y seguía laburando y laburando. Me consideraba un jugador de equipo, muy de perfil bajo, sabía de mis condiciones y las aprovechaba: correr, luchar, quitar y dársela a los que tenían que hacer la jugada como Maneiro o Cubilla.

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Luis Ubiña y Víctor Espárrago en Nacional

Pero no debe ser fácil llegar con 22 años a Nacional y sentir que se le venía el estadio arriba.

Eso fue vox populi. Fíjese que en 1970 cuando hice un gol importante me acuerdo que Carlos Solé en el relato que tengo guardado en un casete dijo: “Espárrago, un renegado por toda la gente, ha conquistado el gol”. Era complicado. Era entrar y se me venía el estadio arriba. Un amigo me dijo que en un grupito de hinchas de la Olímpica decía que yo era pecho frío. Entonces, cuando hacía algún gol, no lo gritaba. Era mi revancha.

Nacional ganó la primera Libertadores en 1971 y usted fue fundamental haciendo el primer gol en la tercera final. ¿Qué sintió?

Tuve dos anécdotas de las finales. Fuimos a La Plata y Estudiantes nos ganó 1-0 con un gol de Romeo y a él lo tenía que marcar yo. Cuando llegamos a Montevideo, estaba un poco constipado y muy amargado. Vivía en Vilardebó y Martín C. Martínez y vinieron a mi casa el Pulpa Etchamendi y Restuccia. Y como me decían “el pecho frío” y muchos decían que yo era hincha de Peñarol porque había nacido en ese barrio, que mi viejo era hincha de Peñarol –que era cierto–, pero yo no, se ve que alguno tenía dudas. Cuando entraron en el living estaban colgadas fotos de Nacional y Restuccia se asombró y se dio cuenta que tenía todo colgado de Nacional, banderas, cuadros. Y allí me dijo “qué lindo lo que tiene colgado”. Y yo le dije que la gente se iba a desengañar a partir de que él contara lo que vio. El Pulpa me dijo: “Mañana lo quiero en el Parque Central; usted tiene que estar con nosotros”. Ese día no entrené, pero fui. Quedaban cuatro días para jugar y yo salía de la cama. Me fui metiendo de nuevo, jugué acá y ganamos 1-0 con gol de Masnik. Después en Lima estaba mejor y fue un partido sensacional por todo. Porque Estudiantes entonces era el amo y señor. Y lo bajamos y no fue más el Estudiantes que se conocía. Tenían un gran equipo. Para nosotros era importante. Yo había perdido dos veces la final contra ellos y esta, la tercera, fue la vencida. Tuve la suerte de hacer el primer gol y en el segundo, pasó Cubilla por la izquierda y me gritó “tirámela adelante” y yo pensé “¿qué está haciendo El Negro por izquierda?”. Aguirre Suárez se tiró para matarlo y Cubilla saltó y lo hizo seguir de largo, y allí hizo el gol Artime. Así que la jugada comenzó con un pase mío.

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¿Y cómo lo vivió?

Fue una alegría enorme y hasta tuve ganas de llorar. Porque yo quería gritar el gol, pero no quería que la gente me viera gritarlo, por aquella revancha. Una tontería. Uno con la experiencia va aprendiendo más, ya se ubica mejor. Entonces lo grité con todo. Contra Estudiantes en La Plata nos habían dejado el ómnibus a una cuadra del estadio, hicieron un pasillo y nos pegaron por todos lados al ingresar al mismo.

“El gol a la Unión Soviética en México 70 fue lo más lindo que me pasó en el fútbol”

¿Cómo era el Pulpa Etchamendi como técnico?

Psicológicamente, era un fenómeno. En cada partido que jugábamos nos anticipaba qué iba a pasar y nos hablaba nos llenaba el orgullo, que le íbamos a ganar a los jugadores que íbamos a tener enfrente, entrábamos como agrandados. Un tipo de calle. Un día estábamos con Ubiña y Mugica tomando mate y me dijo: “¿Y usted con ese apellido piensa jugar al fútbol?” (Se ríe a carcajadas). Tenía esas cosas. Estaba lleno de anécdotas.

Usted tomó parte de la mayor cantidad de clásicos invicto con 16.

Se vivió el momento y se llevaba la cuenta. El clásico sigue siendo el partido del año. Tuve la suerte de estar en momentos oportunos en todos lados. De siete años en Nacional, fui seis veces campeón uruguayo, gané dos Libertadores, dos Intercontinentales y una Interamericana.

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Cuando volvieron con Nacional y la Libertadores en 1971 los recibió el presidente Pacheco Areco

En la primera Copa Intercontinental que ganó, Ajax no vino y enfrentaron a Panathinaikos que lo dirigía Puskas.

Esperábamos a Ajax y Cruyff no quiso venir porque el año anterior, Estudiantes lo había matado a patadas. Él dijo que no venía y Ajax no vino. Panathinaikos tenía un equipazo también. Me acuerdo que en el partido, le pegaron a una pelota de alto y cayó al lado del banco de suplentes y Puskas la dejó presionada entre la pantorrilla y el piso. Un fenómeno, y eso que hacía tiempo que se había retirado. La gente aplaudió. Fue lo mejor del partido (se ríe).

Y al año siguiente, una gira truncó lo que podía haber sido la segunda Libertadores.

Jugamos en Hull, en Inglaterra, y yo lo hice de lateral. Fue cuando perdimos la oportunidad de la segunda copa. Eso fue una tristeza bárbara porque estábamos haciendo una gira. Previo al partido contra los peruanos (Universitario), estábamos en Londres y salió el partido en Hull y nos dijeron que era a 180 kilómetros y era a 180 millas, y el Pulpa se puso caliente como un león. Se fue de Londres a Perú directo y nos dejó a nosotros allá para que jugáramos. Después tuvimos que ir de Hull a Londres de vuelta, de allí a Lima y llegamos un día antes del partido. Íbamos aguantando 1-0 abajo, nos hicieron dos goles seguidos y terminó el partido, si seguía, nos hacían cinco. No aguantábamos del cansancio de tanto viaje. En el partido decisivo acá contra Peñarol, teníamos que hacerle cinco para clasificar por diferencia de goles, le íbamos ganando 3-0 con tres de Artime, y Cubilla erró un penal, sino, seguro que le hacíamos cinco y clasificábamos a la final. El que la jugó fue Universitario. Fue una lástima, una pena, porque ahí podíamos haber ganado la primera Libertadores.

“Rocha era un fenómeno. Y cuando se lesionó contra Israel en el primer partido, ya no había otro “10” que llegara y entonces quedaba más solo que la luna allá arriba. ‘Estoy frito’, pensé”

Luego se fue a Sevilla en 1973 y estuvo con Gustavo Fernández, el arquero uruguayo en el equipo, ascendieron y lo dirigió el austríaco Ernst Happel que en 1978 perdió la final del Mundial dirigiendo a Holanda.

También era un fenómeno. En aquel entonces, a los equipos españoles les costaba ganar afuera, ahora también, pero antes era mayor la diferencia. Él no comprendía por qué cuando íbamos afuera, se decía “no rendimos”. Se agarraba cada calentura bárbara. España en el exterior no tenía jugadores, por eso no rendía. Hasta que empezaron a salir y a nivel de selección, empezó a ganar algo. Pero en aquel entonces, a nivel futbolístico, su selección casi que no existía. Pero Happel no aguantó casi nada, se fue enseguida.

Ascendió con Recreativo Huelva con su hermano Alberto y Gerolami.

Sí, fue la primera vez que Huelva, el decano del fútbol español, ascendió. Lo habían fundado los ingleses. Eso fue algo impresionante. Cuando volvíamos, hubo 40 kilómetros de caravana y dos horas para hacer 40 metros hasta el ayuntamiento porque el ómnibus no podía andar por la cantidad de gente que había. Lo de Huelva es algo que me quedó grabado en la mente.

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Muchos recuerdos de su vida, casi todos, ligados a Nacional

Cuando volvió a Nacional en 1980 tenía 35 años. ¿Tuvo dudas debido a su edad?

No. Cuando vine estaba Dellacha como entrenador y yo no podía firmar contrato porque quedaban seis meses. No sabía si me iban a contratar o no. Le pedí permiso a Restuccia para entrenar y lo hacía solo. En ese ínterin observé todo. Luego ganó Iocco las elecciones y pude firmar contrato. Vivíamos muy cerca y Iocco me dijo por qué no agarraba de técnico y yo le dije: “Mire Dante, estuve todos estos meses entrenando. Hoy creo que puedo rendir más en la cancha”. Y entonces me contrataron de jugador y a Juan Mugica como técnico.

¿Qué significó que lo dirigiera un excompañero como Mugica?

Él había jugado en Francia y había tenido su experiencia. Aparte somos compadres, porque soy padrino de su hija, la doctora. Había sido mi compañero, pero había que respetarlo como a cualquier entrenador. Tenía sus ideas que las aportaba muy bien. Cuando vino, ordenó marcación lineal atrás, y yo asumía marcar al mejor de los rivales, normalmente al “10” que era la figura. Aquí fue sorpresivo para los equipos que marcáramos atrás al hombre y con líbero, y cuando quisieron darse cuenta fuimos campeones.

“El fútbol fue agradecido conmigo porque me entregué totalmente”

¿Qué recuerda de su segunda Libertadores ganada, la de 1980?

Nacional se preparó muy bien. A nivel sudamericano, nadie tenía idea de que Nacional podría estar tan arriba. Porque ya hacía años que no se ganaba nada a nivel internacional por parte de los equipos uruguayos. Desde 1971, cuando habíamos ganado nosotros la última. Cuando se dieron cuenta, ya estábamos jugando la final. Había gente importante como Rodolfo (Rodríguez), Hugo De León, Victorino, Washington González, Moreira, una base tremenda. Había que armar las piezas y Mugica las armó. Porque nosotros éramos tres más veteranos con el Cascarilla Morales, Blanco y yo. Pero después el resto, era un equipazo. Le pusimos la frutilla a la torta, pero Mugica le puso la frutilla más grande.

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Uno de sus recuerdos por haber sido elegido el mejor técnico de España en 1988-89

Hubo un momento en esa copa que fue decisivo cuando De la Peña convirtió aquel golazo de volea contra Olimpia.

Sí, ese fue un partido impresionante y fue un golazo de De la Peña. Para nosotros significó mucho. Pero el equipo nunca se entregaba, siempre luchaba, trabajaba, cada uno sabía cuál era su función, nadie hacía cosas raras y si alguno se desviaba, el grupo lo enderezaba, había que hablar un poquito más fuerte. Eso es muy importante. Se había creado un grupo humano muy bueno y el equipo tenía figuras hechas y derechas. Nosotros vinimos a decir “vamos a ver si se enderezamos esto” porque hacía tiempo que no se ganaba, la gente joven aprovechó nuestra experiencia y nosotros pusimos todo lo que sabíamos y nuestra fuerza. Yo les decía que había que poner el tren en la vía y encarrilarlo, y que iba a quedar vivo en la gente joven porque yo y otros pocos íbamos a jugar un año más o dos. “Ustedes van a seguir en el tren sobre los rieles, hay que ponerlo ahora para ir derecho y ganar algo”. Y eso fue importante, porque ellos captaron, no solo los más jóvenes.

En la final contra Internacional tuvo que marcar a Falcao que era tremendo jugador.

Sí, un enorme jugador. Me complicó mucho acá. Me ganó. Marché yo al spiedo porque la cancha estaba medio pesada, se me complicó, no estaba muy firme y me creó problemas. En Porto Alegre lo marqué bien, pero acá me la hizo muy difícil.

Para usted que ya había ganado una Libertadores, ganarla con 35 años siendo el capitán de Nacional con su gente en el Centenario, ¿qué sentimiento le causó?

Se me partía el corazón. Incluso ahora que uno está un poco mayor, esa situación, la vivo ahora. Cuando hay alguna fiesta en Nacional, se me acerca gente y me dice: “Muchas gracias. ¿Puedo tomarme una foto con usted?”, y un padre le dice a su hijo “mirá, este es Espárrago” y a mí se me pone la carne de gallina, porque yo estaba cumpliendo con mi deber, de deportista, de profesional, y yo les digo que hicimos todo como profesionales. La gente lo sigue agradeciendo y por eso las vivo más ahora esas cosas. En el momento no te das cuenta lo que ganaste. Estás metido en el lío, y no te das cuenta. Después que pasa el tiempo, uno se da cuenta de lo que se ganó y ahora más todavía porque han pasado muchos años. Uno tiene todo en el pendrive.

Después llegó la Intercontinental contra Nottingham Forest en Tokio y debió marcar a Trevor Francis, otra estrella.

Sí, otra vez me tocó marcar a la figura. Atrás estaban Cacho (Blanco) y Enríquez, yo marcaba a Trevor en toda la cancha. Tuve suerte, fue un rival duro, pero gané el duelo que era muy importante porque él era la manija del equipo. Y pude levantar otra copita… Me pongo a pensar ahora y digo: “Todo lo que hemos ganado. He tenido la suerte de estar en ese momento”. En el momento, uno no sabe la magnitud de las cosas.

“Ondino era un fenómeno. Para hablar de él hay que sacarse el sombrero y pararse. Un tipo sensacional. Estoy muy agradecido por todo lo que aprendí”

Cuando se retiró como jugador en 1983, quedó como técnico de Nacional luego de que se fuera Basílico, le ganó un clásico a Peñarol con consecuencias importantes.

Cuando agarré Nacional llevábamos siete puntos de ventaja. Yo estaba como director deportivo y cuando se fue Basílico, me pidieron que me hiciera cargo del equipo y terminamos con 16 puntos de ventaja cuando al ganador le daban dos puntos. Cuando le ganamos a Peñarol fue así. Nacional quedó primero y Peñarol último. Teníamos un equipo bastante bueno, con gente joven, el Nacional de las Estrellas con Brindisi, el Pato Aguilera, Alzamendi, Berrueta. El equipo se hizo medio de apuro cuando asumió el Dr. Sienra como presidente, que era otro grande.

Hace tres años, Carlos Suero, quien falleció en enero y fue médico de Nacional durante 50 años y vio cientos de jugadores, dijo en Referí que usted fue su ídolo. ¿Qué reflexión le merece?

(Se emociona mucho). Me cuesta hablar de Carlos… es como si fuera de mi familia. Un fenómeno como médico, como persona. Pasamos un momento jodidísimo con su fallecimiento. Se nos fue…

Camilo dos Santos

Jugó tres Mundiales con la selección. ¿Qué significó para usted?

Algo importantísimo. En el primer Mundial, en 1966 en Inglaterra, me lesioné el aductor y quedé afuera. Vi la película dos veces. En el primer partido contra Inglaterra, Ondino Viera que era el técnico, nos paró en la cancha a los suplentes y nos hizo hacer los movimientos que iban a hacer los ingleses. Primero caminando, luego trotando y después rápido. En el encuentro me fui a la tribuna a verlo y sucedió lo que había dicho Ondino. Fue 0-0 e incluso pudimos haberlo ganado. No tuvimos suerte, lamentablemente.

En México 1970, Uruguay terminó cuarto y usted anotó un gol decisivo contra la Unión Soviética.

Habíamos hecho una gira para costear los gastos de la selección y para adaptarnos a la altura. Estuvimos en Bolivia y Colombia. Porque en el DF de México hay 2.800 metros. En Nacional se había lesionado Celio –quien falleció justamente este viernes, días después de realizada esta entrevista– y yo empecé a jugar de “9” e hice unos cuántos goles. En la selección no había un “9” definido y el técnico Hohberg me puso a mí allí. Me preguntó si podía jugar de “9” y yo le dije: “Juego en cualquier lado”. Y yo hacía goles porque tenía un jugador que llegaba siempre y me habilitaba que era (Pedro Virgilio) Rocha. Rocha era un fenómeno. Y cuando se lesionó contra Israel en el primer partido, ya no había otro “10” que llegara y entonces yo quedaba más solo que la luna allá arriba. La cosa no anduvo muy bien porque cuando se lesionó Rocha, se me complicó mucho. Pensé para mí: “Estoy frito”. Se cambió el sistema de jugar y tuve la suerte de entrar unos minutos en el alargue ante Unión Soviética y que la pelota me pegara en la cabeza para ganarles 1-0 y clasificar a semifinales. Aún la tengo esa pelota.

Camilo dos Santos
Conserva la pelota con la que hizo el gol a Unión Soviética en México 70

¿Y se le fue afuera esa pelota a Cubilla, o no?

No, no se fue. El Negro Cubilla era muy listo como siempre, un fenómeno. ¿Sabe qué? Siempre digo que alguno de la tribuna me llamó, giré la cabeza, me pegó la pelota y fue gol. Fue lo más lindo que me pasó en el fútbol. Era la selección uruguaya y fue algo impresionante. Salí corriendo a abrazar a (Cascarilla) Morales que estaba afuera y casi más, me muero. No podía agarrar aire. Corrí 70 metros hasta el banco de suplentes y me ahogué con la altura. Casi me muero. (Se ríe).

Camilo dos Santos
El gol de Espárrago a Unión Soviética en México 70

Si la FIFA, a pedido de Brasil, no los hubiese hecho ir a jugar a ustedes la semifinal a Guadalajara y se hubiera jugado en el DF mexicano como correspondía por el fixture, ¿la historia podría haber sido distinta?

Ellos tenían que haber ido al DF en donde hay altura. Y tuvimos que ir a Guadalajara con 35 grados. Y nos avisaron tarde, porque si no, nos hubiésemos quedado en el DF. Fue la única vez en la vida que se cambió la sede. Íbamos para Puebla en el ómnibus y nos enteramos por la radio. Al otro día, nos levantamos temprano y tuvimos que volver al DF para tomar el avión para Guadalajara. Nunca se supo por qué, ni cómo, ni cuándo. Fue un desastre. ¿Cómo se va a cambiar la sede en un Mundial? ¡Estamos todos locos! En Argentina 1978 pasó algo similar con el cambio de hora para que la selección argentina supiera cuántos goles le tenían que hacer a Perú para clasificar a la final. Lo que pasó en México y en Argentina, es de locura.

El Mundial de Alemania 74 fue totalmente distinto.

Si hubiésemos sido ordenados en todo, teníamos un equipazo para ganarlo, pero lamentablemente no pudimos por circunstancias que pasaron y que prefiero no hablar. Si hubiésemos armado bien el equipo, si hubiésemos trabajado bien, hubiéramos llegado más arriba. Pasaron cosas raras, pero no vamos a entrar en eso porque ya pasaron muchos años y no vale la pena.

“Si alguno se desviaba, el grupo lo enderezaba”

Comenzaron con Holanda que era un equipo tremendo.

Holanda tenía que haber sido campeón del mundo. Tuvo mala suerte. Era impresionante. Fue algo notable. Tenía jugadores, equipo, precisión, actitud, tácticamente fue algo que asombraba. A mí que me gusta una barbaridad el fútbol, era disfrutable, en la cancha mismo, más allá de que éramos rivales. Parecía una máquina, tac-tac, y con una precisión para tocar la pelota, tremenda. Era una máquina. Pero bien aceitada, si no, no andaba. Van Hanegem, Neeskens, Cruyff. De Van Hanegem, nadie habla, pero era un fenómeno. Krol era el libre. Tendrían que haber sido campeones.

En el libro de Andrés Iniesta “La Jugada de mi vida”, explican que él con ocho años se fue a probar a Albacete y usted fue uno de los que tuvo que darle el visto bueno para que el club lo contratara.

Estaba lleno de niños y no le quiero mentir, la verdad es que no me acuerdo. ¿Dijo eso Iniesta? Entonces fue así. Yo hice debutar en Albacete al “9” de Real Madrid, Fernando Morientes y luego hizo una carrera notable.

¿Cuál fue el mejor jugador de Peñarol que vio?

¡Ufff! ¡Es complicada esa! (Piensa mucho). Cubilla. Fue impresionante.

Camilo Dos Santos
El homanaje que recibió de Nacional: una de la cancha de Los Céspedes lleva su nombre

¿Qué significó que Nacional bautizara una cancha de Los Céspedes con su nombre?

Eso va a quedar en la historia. Yo di lo máximo, lo único que me faltó en el fútbol fue ser campeón mundial a nivel de selección. El fútbol fue agradecido conmigo porque me entregué totalmente. Podría haber jugado bien o mal, pero como profesional, nunca bajé los brazos, siempre luché, pelee, en las buenas y en las malas. Di mi vida y Nacional me dio todo, fue recíproco. He conseguido todo y cuando uno hace las cosas bien, siempre hay recompensas. Cuando dirigí a Valencia, fui elegido el mejor entrenador de España de 1988-89 por la televisión española y por todos los técnicos, estando Cruyff en Barcelona y Toshack en Real Madrid. El fútbol es un deporte duro, hay que tener disciplina, capacidad, entrega, lucha, pero mi carrera ha sido muy buena en todo sentido y estoy agradecido a la vida.

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