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16 de diciembre 2023 - 10:00hs

Me encanta diciembre. No me importa el tránsito enloquecido, los ánimos intensos, la humedad asquerosa de esta ciudad cuando llueve, hace calor y el vapor nos asfixia. Me encanta diciembre porque me gusta que los años se terminen, los ciclos se cierren, pensar en lo que viene, me gusta que el verano esté cerca porque incluso cuando me ha tocado trabajar siempre —siempre— ha sido una estación de disfrute. Me gusta diciembre y las canciones que suenan a él, me gustan sus noches largas y alcohólicas, los atracones, la fruta glaseada entera —sí—, la lengua a la vinagreta, el vermú que se va como agua, las fiestas y reuniones entre semana, los abrazos con amigos con los que nos decimos “hasta el año que viene”, aunque el año que viene sea dentro de apenas dos semanas o mañana. Me gusta diciembre porque es Navidad, porque cobramos el aguinaldo, porque nadie tiene muchas ganas de trabajar, porque veo a mi familia, porque hasta la sangre se siente más ligera, porque la rambla está llena de gente, porque hay más piel, porque le regalo cosas a la gente que quiero, porque hago el último Epígrafe del año y porque hago listas, decenas de listas.

Me gustan las listas y este es el mes en el que hay que hacerlas. Si seguís Epígrafe desde su creación —estoy por colgarle un cartel que diga est. 2020—, sabés que a fin de año siempre armo la de los libros de los últimos doce meses. No suelo decir que son los mejores porque para saber eso debería leer todo lo que se publica y es imposible seguir el ritmo enfebrecido del mercado. No me da la vida y tampoco quiero convertir mi vínculo con la lectura en eso. Prefiero decir que son los títulos que yo me guardo, los que más me resonaron en estos meses, los que creo que hicieron de mi 2023 un tiempo mejor.

Así que este es el final. Me voy con estos doce libros —no pude elegir diez, pero las reglas de esta newsletter las pongo yo, así que sabrán disculparme; es uno por mes— y espero que ojalá alguno te suene interesante y vayas a buscarlo, si querés. En algunos casos son títulos que ya aparecieron o a los que les dediqué ediciones enteras; otros son más inéditos para Epígrafe y aparecen por primera vez. Todos me gustaron mucho.

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Los 12 libros del 2023

La más recóndita memoria de los hombres

En el año del doble aniversario de Roberto Bolaño —veinte años de su muerte y setenta de su nacimiento— se tradujo al español el último gran homenaje a su obra: esta novela del senegalés Mohamed Mbougar Sarr que se llevó el premio Goncourt en 2021 y bebe a más no poder de Los detectives salvajes. Hablé de él largo y tendido en la primera entrega de Epígrafe del año y podés saber más haciendo click acá, pero de aquel enero a este diciembre las aventuras literarias de su protagonista, el escritor Diégane Latyr Faye, a través de París, Dakar y Buenos Aires siguen firmes en ese rincón donde guardo las lecturas que más placer me generaron.

La infancia del mundo

Supe de la existencia del escritor argentino Michel Nieva cuando fue elegido por la revista Granta en su última lista de los mejores narradores en español menores de 35. En el tomo recopilatorio de esa lista leí el primer capítulo de lo que luego sería La infancia del mundo y quedé encandilado por ese delirio que presentaba una argentina sumergida y tropical donde los mutantes campean a sus anchas y el Caribe cambia de lugar. La novela está llena de sangre, ciencia ficción desbordante, muchísimo humor negro y una potencia cyber-gaucho-punk que hace las delicias de los seguidores del género. A mí me shockeó y me fascinó.

El agua del lago nunca es dulce

Desde Italia llega otra novela a la que, si bien no recuerdo haberle dedicado letra en este sitio, sí pude entrevistar a su autora, Giulia Caminito, cuando anduvo por estos lares hace algunos meses. Melancólico y precioso coming-of-age a las afueras de Roma, en un pueblito donde las cosas no le terminan de salir bien a la protagonista y a su familia, y donde la realidad laboral, social y económica estampa golpes que se sintonizan con la pubertad. Caminito se las arregla para hablar de todo acá: de la crisis de la vivienda en las grandes capitales del mundo, de la falta de perspectivas para una población joven abandonada por el estado, de las periferias y también de las hormonas, los enamoramientos y las desilusiones. Es el libro que más recomendé en el año y no falló. Carolina Delisa y María Eugenia Fernández, editoras de este medio, pueden dar fe.

Desastres naturales

Tamara Silva Bernaschina se llevó puesta a la literatura uruguaya del 2023 con su debut en Desastres naturales. A sus 23 años mostró en su primera colección de cuentos una solvencia narrativa enorme, así como también un cuidado particular por la palabra, la creación de atmósferas y el valor de la naturaleza como eje y personaje. Ganó el Bartolomé Hidalgo en narrativa y también el premio revelación, e inauguró una obra de la que seguramente vamos a escuchar (y leer) mucho de ahora en más. Atención al gaucho de la fuerza.

El cielo visible

En el cierre del año, una de las voces más inconformistas del panorama de las letras nacionales entregó su obra más ambiciosa: El cielo visible de Diego Recoba encara varios frentes, entre ellos la forma en la que la literatura uruguaya ha conformado su canon, la manera en la que el escritor vernáculo hoy está precarizado, la invención de un pasado y una zambullida a una historia alternativa que se pasea entre varias Montevideo y al menos dos París: la de una escritora a la que el narrador persigue e investiga, Mirtha / Martha Passeggi, y la que recibió y, quizás, preservó la vida de los últimos charrúas. La novela por momentos se transforma en un viaje alucinado por territorios cercanos y extraños, está repleta de personajes inclasificables, oscila sin miedo entre la realidad y la fantasía, y refuerza el lugar de Recoba como una de las voces más interesantes de la literatura hecha acá. Lo entrevisté hace algunos días. Su novela es formidable. 

Lapvona

A Ottessa Moshfegh no le importa nada, no tiene ningún prurito moral para hacer de sus personajes los seres más despreciables y fascinantes de la tierra al mismo tiempo, y situar así en un lugar incomodísimo al lector, que hincha por ellos y a la vez se arrepiente de hacerlo. Esa es la forma en que ha logrado llegar hasta el lugar de privilegio que ocupa en el mapa cultural yankee, con un nombre cada vez más consolidado en varias disciplinas, entre ellas también el cine. Pero lo cierto es que no solo del shock vive esta mujer, porque además escribe tremendamente bien. Lapvona, una fábula retorcida que tiene lugar en una sociedad feudal llena de pestes, gente peligrosa y traiciones, es su último gran hit. Divertidísimo y ultra sádico.

V13

Emmanuel Carrère se metió con el juicio de los atentados del 11 de noviembre de 2015 en París y el resultado es una de las mejores obras de su carrera. Escribí mucho sobre él acá hace algunos meses. Sabés, si me leiste, que V13 me encantó. Si te perdiste esa edición estás de suerte, porque acá la podés leer.

Sigo sin saber de ti

Por ahí leí que con Peter Orner aprendemos a leer otra vez. Es un poco exagerado ponerlo en esos términos, pero lo cierto es que con el díptico que publicó la editorial cordobesa Chai —¿Hay alguien ahí? primero y Sigo sin saber de ti este año—, el autor y crítico estadounidense se transforma en una compañía entrañable que, a medida que desenrosca su experiencia como escritor y su vida familiar, piensa y reflexiona sobre otros autores y el acto de la lectura. No suelo emocionarme cuando leo, pero Orner lo hace fácil. Así como hace parecer fácil escribir, leer como él lee y sentir que el mundo, cuando estamos metidos en un libro, es un lugar tan hermoso como desolador.

Cartas a la princesa

Un acontecimiento internacional: la experiencia leveriana se expandió en 2023 con este tomo, que reúne las cartas que Mario Levrero —o en realidad Jorge Varlotta— le mandó durante más de una década a Alicia Hoppe, su antigua pareja y gran compañera de vida. También, le dediqué un Epígrafe entero que, si se te pasó, lo encontrás por acá.

Artaud

“Cuando está todo inventado y nada sirve, hay que imaginar otra cosa. Crear un mundo nuevo. Un lenguaje que tenga otros signos y se entienda desde un lugar diferente. Con otras palabras, otro amor, otra tristeza. Una nueva lírica de la ilusión o el desconsuelo”. Eso dice Fidel Sclavo en un momento de Artaud, su segundo libro en la colección Discos de Estuario, el primero que aborda un álbum argentino. Así como Luis Alberto Spinetta hizo de ese disco de Pescado Rabioso un espacio de reinvención y re-creación para su música, Sclavo intenta lo mismo acá con la emoción y la poesía característica que tiene su obra, sumado a una profunda fascinación por el objeto de estudio. 

Dios duerme en la piedra

En el año en que se murió Cormac McCarthy, el estadounidense-chileno Mike Wilson publicó su novela más macartiana de todas, un wéstern alucinante donde la economía del lenguaje se reserva para explotar la aridez del terreno, al tiempo que el héroe al que le seguimos las huellas en el polvo del desierto es una figura enigmática, acaso tanto como esa secta extraña que lo persigue, o los jinetes que mueren bajo su rifle. Entre el fin del mundo y el viejo oeste, Wilson prueba otra vez ser un escritor rarísimo que le da a la literatura sudamericana una paliza de aire fresco cada vez que saca un libro. Este no fue la excepción.

Diario de la dispersión

A mí hay personas que me pueden y Rosario Bléfari es una. Sea delante de cámaras en una película, en sus canciones o en sus textos, hay algo en la luz que la “madre del indie argentino” emana en los proyectos en los que se involucró que me emociona muchísimo. En 2023, a tres años de su tempranísima muerte, la editorial Mansalva publicó su despedida: el Diario de la dispersión, una serie de columnas que Bléfari escribió para la Agenda de Buenos Aires y que, prácticamente, publicó hasta el día de su muerte. Ella escribe sobre componer, sobre su enfermedad, sobre la salud de su padre, sobre los días que se acercan a un adiós que se ve venir, pero que afrontó con el optimismo invencible que la caracterizó siempre.

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