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Afganistán ahora es parte del mundo post-estadounidense

La derrota de EEUU es comparable al derrocamiento del Sah de Irán en 1979, la caída de Saigón en 1975 o la revolución cubana de 1959, y será un estímulo para los yihadistas en todo el mundo

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19 de agosto de 2021 a las 14:50

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Gideon Rachman

La caída de Kabul en manos de los talibanes — 20 años después de su expulsión — le pondrá fin a la influencia estadounidense en Afganistán, probablemente durante décadas. En ese sentido, es comparable al derrocamiento del Sah de Irán en 1979, la caída de Saigón en 1975 o la revolución cubana de 1959.

Con EEUU fuera del camino, los talibanes intentarán entablar relaciones con una serie de otros actores, como China, Pakistán y los Estados del Golfo. Los nuevos gobernantes de Afganistán parecen estar muy interesados en el reconocimiento internacional, y el comercio y la ayuda que se derivarían de ello. Ese deseo podría persuadir a los talibanes de moderar sus impulsos más dogmáticos.

El trato hacia las mujeres afganas y a los enemigos derrotados por los talibanes se vigilará con especial atención fuera del país. Algunos portavoces de la organización han sugerido que, a diferencia de su primer período en el poder, los talibanes les permitirán a las mujeres trabajar y recibir educación. Pero muchas mujeres afganas, actualmente involucradas en la política y la sociedad civil, se muestran profundamente escépticas.

Quizás los gobiernos extranjeros no son el único público internacional en el que los talibanes tienen interés. El hecho de que un movimiento islamista violento haya conseguido derrotar a EEUU representará un impulso para los yihadistas de todo el mundo, que ahora pueden recurrir al Afganistán liderado por los talibanes en busca de orientación e inspiración.

John Allen, excomandante de las fuerzas estadounidenses y aliadas en Afganistán, prevé ahora que Al Qaeda "podrá operar abiertamente desde el Hindu Kush con la partida de las fuerzas estadounidenses". La administración Biden ha dicho que responderá si eso sucede. Pero el general Allen señaló que las operaciones antiterroristas en Afganistán eran "muy difíciles de realizar sin controladores terrestres creíbles".

Afganistán también tiene fronteras con China, Irán, Pakistán y Asia Central, y es un vecino cercano de India. A todos estos países les preocupará la posibilidad de que la violencia inspirada por los talibanes se desborde.

India se estará preparando para más problemas en Jammu y Cachemira, su única provincia de mayoría musulmana. China tiene motivos para preocuparse de que los uigures, que luchan contra la represión de Beijing en Xinjiang, puedan encontrar una base en Afganistán. A Irán le encantará ver a EEUU derrotado, pero le preocupa la suerte de los hazaras, un grupo minoritario chiita, que ha sido perseguido con saña por los talibanes. Todos los vecinos de Afganistán y la Unión Europea se prepararán para una afluencia de refugiados.

WAKIL KOHSAR / AFP
Kabul

El país vecino que se encuentra en la situación más ambigua y peligrosa es Pakistán. Durante décadas, el gobierno de Islamabad — y, en particular, los servicios de inteligencia paquistaníes, el ISI — han permitido que los talibanes tengan un refugio seguro. Esta política se negó a medias y se justificó a medias con el argumento de que Pakistán necesitaba "profundidad estratégica", lo que significaba evitar que Afganistán cayera bajo el dominio de India. La influencia de los islamistas de línea dura dentro del propio Pakistán también contribuyó a crear un entorno permisivo para los talibanes.

El apoyo tácito de Islamabad al islamismo violento en Afganistán sobrevivió incluso a los atropellos cometidos en suelo pakistaní, como la masacre en una escuela de Peshawar en 2014, en la que los talibanes pakistaníes mataron a unas 150 personas, entre ellas 132 niños.

El gobierno de Pakistán sigue afirmando que utilizó su "máxima influencia" para intentar obligar a los talibanes a negociar. Pero muy pocos lo creen. Un alto funcionario afgano se quejó conmigo recientemente: "Nunca he tenido una mala reunión con los pakistaníes. Simplemente nunca cumplen sus promesas".

Sin embargo, la toma de posesión de los talibanes en el vecino Afganistán también es peligrosa para Pakistán. Los yihadistas dentro del país se sentirán envalentonados con la victoria. La frontera de 1,600 millas entre los dos países es tradicionalmente porosa. Los talibanes paquistaníes parecen estar resurgiendo y el mes pasado reivindicaron la autoría de 26 atentados terroristas en Pakistán, incluyendo un atentado suicida en el que murieron, entre otros, nueve trabajadores chinos. Los funcionarios laicos pakistaníes también podrían convertirse en objetivos.

Todos los países limítrofes con Afganistán esperan fervientemente que los talibanes hayan aprendido alguna lección de su último periodo en el poder, entre 1996 y 2001, y no permitan que su país vuelva a convertirse en una base para los yihadistas internacionales.

Si los talibanes no intentan exportar el fundamentalismo islamista violento, es probable que su asunción del poder en Kabul sea un acontecimiento positivo para China. La doctrina de política exterior del gobierno chino se basa en el principio de "no injerencia", lo que significa esencialmente que Beijing no adoptará ninguna postura sobre el sistema político o los derechos humanos dentro de Afganistán siempre que los talibanes respeten los "intereses fundamentales" de China.

China ya ha señalado su disposición a trabajar con los talibanes mediante una reciente reunión de alto nivel entre Wang Yi, el ministro de Asuntos Exteriores chino, y el mulá Abdul Ghani Baradar de los talibanes. La importancia de esta reunión no fue sólo que se celebró, sino que Beijing consideró oportuno anunciarla.

Si China puede establecer una relación de trabajo con un gobierno dirigido por los talibanes en Afganistán, eso le daría a Beijing beneficios económicos, como la posibilidad de un corredor de tránsito, a través del país, hasta el puerto de Gwadar, construido por China, en Pakistán.

En términos estratégicos, China también vería con buenos ojos la oportunidad de aumentar la presión sobre India, lo cual incrementaría los temores de Delhi de quedar rodeada. Pero, sobre todo, Beijing acogería de buen grado otra nueva evidencia de que ya vivimos en el mundo post-estadounidense.

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