Diego Battiste

Al Frente Amplio le hacen falta líderes: uno no quiere y a otros no les dan vida

En esta edición de EnClave, la newsletter política semanal, un análisis sobre el Frente Amplio y los dolores típicos de renovación que está sufriendo

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24 de abril de 2020 a las 16:15

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¿Cómo estás? Yo aquí, completando una nueva semana de encierro, la sexta desde que se detectó el primer caso de coronavirus en Uruguay. La pandemia y la crisis sanitaria nos ha hecho poner mucho el foco en el gobierno. Pero esta semana te comparto como contenido principal de EnClave, la newsletter política semanal, un análisis sobre el Frente Amplio y los dolores típicos de renovación que está sufriendo.

La foto ideal y los problemas de estructura

Imaginate esta foto: el presidente Luis Lacalle Pou con el secretario de la Presidencia, Álvaro Delgado a su izquierda y su ministra de Economía, Azucena Arbeleche a su derecha. Frente a él, Daniel Martínez, Yamandú Orsi, Mario Bergara, Carolina Cosse u Óscar Andrade.

Esa escena pudo ser real y hubiese posicionado al Frente Amplio con una potencia mucho mayor de la que lo hizo hace tres semanas cuando la foto salió pero con otros integrantes: Javier Miranda, Bergara, Daniel Olesker y Juan Castillo.

Durante los 24 días que pasaron de esa reunión en la que el Frente Amplio le entregó al presidente Lacalle una larga lista de propuestas y hoy, nada pasó. Ni Miranda fue enfático en reclamar una respuesta, ni nadie se acuerda de qué planteó el FA al gobierno, ni Lacalle se sintió en la necesidad de ceder en nada. ¿Por qué?

Esa es una pregunta que suena en la cabeza de muchos dirigentes frenteamplistas por estas horas, sumada a otras: ¿Por qué el FA no logra tener la fuerza de otrora como partido de oposición? ¿Por qué los temas que pretende instalar salen con fuerza en los medios durante uno o dos días pero luego se apagan? ¿Por qué el gobierno desactiva muy fácil cada uno de ellos?

Más allá de que el gobierno disfruta la típica luna de miel y que la crisis sanitaria lo blindó de ciertas críticas, una de las razones puede ser el efecto de una débil conducción política del FA, con un presidente que no es respetado ni valorado por muchos de los sectores. Otra es la división y la falta de una unidad de acción política más clara. Pero hay una más de fondo que incide directamente en las otras dos: la ausencia de liderazgos claros que suplanten a la tríada de los últimos años: Tabaré Vázquez, José Mujica y Danilo Astori.

¿Es correcto decir “ausencia”? En mi opinión no del todo. El pasado ciclo electoral dejó algunas señales sobre la renovación. Primero, con las postulaciones a las elecciones internas, luego con los resultados de ellas y, sobretodo, con las elecciones de octubre y noviembre. El problema está en cómo, por un lado, asumen esas personas esa responsabilidad y, por otro, el lugar que le da la estructura frenteamplista a ellos.

Vayamos caso por caso.

Daniel Martínez

¿Por qué Daniel Martínez no está al frente del Frente Amplio? ¿Por qué no lidera las conversaciones con Lacalle Pou? ¿Por qué no está a diario en los medios confrontando, aportando, mostrando debilidades del nuevo gobierno?

En cualquier país del mundo debería ser así. Fue el contendiente de Lacalle en el balotaje, perdió por una diferencia muy pequeña y tiene aspiraciones presidenciales a futuro. Desde ya debería estar trabajando para ello, por más que tenga una elección departamental en el horizonte cercano.

Además, así lo ven desde afuera. Cuando la semana pasada el grupo de Puebla convocó a los líderes de izquierda de los diferentes partidos para una reunión en la que participaron Lula Da Silva, Alberto Fernández, José Luis Rodríguez Zapatero, entre otras figuras políticas de hispanoamérica, de Uruguay el participante fue Martínez. Sin embargo su única acción con ese hecho político significativo fue publicar una foto del Zoom de esa reunión en sus redes sociales.

Varios motivos explican esa actitud retraída. El más importante es que Martínez no quiere ser el líder del FA. Quiere volver a ser intendente de Montevideo. Allí está el principal problema de los liderazgos en la izquierda y el principal problema de Martínez. Ser un líder del FA no es incompatible con ser intendente. Podría encarnar ambos roles y tener una proyección muy potente para 2024. Pero al parecer no le importa.

Su falta de interés por pedir la pelota y ponerse la banda de capitán no es el único motivo. Tampoco hay nadie dispuesto a dársela. Miranda organizó la reunión con el presidente y no invitó al último frenteamplista electo por una elección interna.

Por último, la figura de Martínez también salió dañada de la competencia electoral pasada y no solo por el resultado. Muchos sectores lo ven con desconfianza y no tienen empatía con el ingeniero, lo que complica su liderazgo.

Yamandú Orsi

A diferencia de Martínez, el exintendente y candidato de Canelones sí levanta la mano y pide la pelota. Pero en el FA tampoco se la dan. Miranda no solo no llevó a la reunión con el presidente al último candidato presidencial del FA, sino que tampoco concurrió con ningún delegado del MPP, sector mayoritario durante las últimas cuatro elecciones.

¿Qué pasó allí? Miranda propuso que como parte de la delegación fuera Sandra Lazo, delegada del sector en el secretariado del FA. Pero el MPP pretendía darle a ese encuentro otro grado de significación política y enviar a uno de sus nuevos líderes: Alejandro Sánchez. Por esas diferencias no fue nadie del sector.

Esta nota resume muy bien cómo el MPP viene trabajando su renovación interna y cómo Orsi y Sánchez levantan esas banderas. La renovación empezó por el Movimiento de Liberación Nacional (MLN-Tupamaros) porque luego de la muerte del histórico dirigente Julio Marenales, Mujica decidió que toda la vieja guardia tupamara renunciara por primera vez desde la restauración democrática a la dirección nacional del sector. Ni siquiera cuando fue presidente de la República, Mujica renunció a ese ámbito. Solo pidió licencia. Este fue un gesto que pasó inadvertido públicamente, pero fue muy importante para la renovación de los tupamaros.

Mujica no se sentó arriba de su liderazgo sino que abrió la portera a nuevas generaciones.

Ahora habrá que ver cómo Orsi, Sánchez y el resto de los más jóvenes del MPP empiezan a hacerse su lugar dentro del FA. Tienen claro que en Miranda no encuentran un aliado para ello.

Mario Bergara

De los líderes emergentes del Frente Amplio hay uno que sí tiene como aliado al presidente del partido: Mario Bergara. Fue el único de los contendientes de la interna que integró la delegación de Miranda que se reunió con el presidente. El expresidente del Banco Central viene construyendo un perfil muy interesante. Logró en octubre una muy buena votación para su sector, que le permite tener dos bancas en el Senado, y parece haberse quedado con la mayor parte del espacio que había construido Astori. Luego tuvo algunos problemas cuando se alió a Mujica para las municipales y tuvo algunas bajas en su alianza política.

Cosse - Andrade

Carolina Cosse y Óscar Andrade son aliados, pero ambos tienen aspiraciones de liderazgo. La expresidenta de Antel se juega una parada muy importante en la candidatura a la intendencia. Si logra ganarle a Martínez, algo que hoy parece muy difícil, tiene grandes chances de quedarse con el liderazgo de ese bloque. Andrade tendrá un desafío importante en el Senado. El dirigente sindical ya estuvo en el Parlamento y, si bien mostró cualidades interesantes por su capacidad oratoria, no se sintió cómodo allí. Es verdad que era gobierno y ahora al ser oposición le puede resultar más atractivo tener un espacio potente de resonancia.

La ansiedad y la necesidad

En el Frente Amplio son conscientes de que este escenario en el que están parados es el que menos les sirve. El partido está con enormes problemas económicos, viene de perder una elección muy importante y las perspectivas para las departamentales son complejas.

Lo más grave es que es la primera vez que el FA siendo oposición no tiene un liderazgo claro y también es la primera vez que la presidencia del partido no está en manos de ese líder.

Es un escenario nuevo y por tanto necesita de dos procesos: lo más urgente es una conducción política que logre amalgamar a los distintos sectores. Es impensable que hoy, con lo verde que están los liderazgos, sea uno de ellos el próximo presidente del FA. Puede serlo en términos políticos, pero no sería algo que contribuya a la unidad que necesita el partido. A la vez, con los rechazos que genera en algunos sectores también es difícil la continuidad de Miranda, por más que su período vence el próximo año.

El segundo proceso es el más difícil: consolidar esos liderazgos y que uno de ellos sea el principal. En la izquierda hay mucha ansiedad por ese paso.

Sin embargo, la historia demuestra que lo que menos debe haber es apuro. Tal vez el liderazgo de crecimiento más rápido fue el de Vázquez. Llegó a la Intendencia de Montevideo siendo un desconocido, fortaleció su imagen desde la gestión y en cuanto se quisieron acordar, había logrado destronar el liderazgo que Líber Seregni ostentaba desde la fundación del FA.

Pero a Mujica, ¿cuántos años le costó ser un líder del FA? Es difícil determinar en qué momento lo logró. Pero salió de la cárcel en 1985, recién fue candidato a diputado en 1994, al Senado en 1999 y se consolidó como figura pública nacional luego de la crisis del 2002.

El camino de Astori incluso es más complejo. Estuvo al lado de Seregni toda su vida, pero incluso como su mano derecha, el histórico líder y fundador del FA lo veía más como la figura económica. Intentó competir por el liderazgo con Vázquez en un par de oportunidades y perdió. Se ganó su lugar en la mesa grande desde la gestión como dueño de la economía durante 15 años.

Apurar liderazgos nunca es bueno. Está claro que no se imponen, se ganan. Por tanto el FA deberá calmar las ansiedades y encontrarse en este nuevo rol de oposición con una estructura interna compleja. Lo que está claro es que así no puede seguir.

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