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Argentina, con foco en cuidar las reservas y resignada a que vuelva “la maquinita”

La emergencia económica por la cuarentena llevó a que se percibiera como inevitable la suspensión de pagos externos. Mientras se aguarda una asistencia del FMI, ya se inició la expansión monetaria

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29 de marzo de 2020 a las 05:00

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“Nadie se salva solo”. Ese fue el mensaje del presidente argentino, Alberto Fernández, en la cumbre virtual de mandatarios del G20 que se realizó por video y con la temática exclusiva de cómo enfrentar la pandemia de coronavirus.

La propuesta de Fernández es que se implementen mecanismos de asistencia económica para los países cuyas economías están más castigadas. Entre las que se incluye, naturalmente, Argentina.

Las proyecciones de la economía son corregidas prácticamente todas las semanas, y ya hay quienes creen que la recesión de este año pueda llegar al 4% el PBI si, como todo hace suponer, la parálisis obligada por la cuarentena se extiende más allá de lo previsto originalmente.

Fernández planteó la necesidad de un “fondo mundial de emergencia humanitaria”. Y dos días antes, cuando se realizó la reunión de ministros de economía del G20, el argentino Martín Guzmán fue más explícito al pedir líneas de asistencia financiera y swaps de monedas que garantizaran la liquidez de la economía mundial.

En otras palabras, el gobierno argentino, que hasta hace un mes parecía resignado a la salida de dólares por concepto de pago de la deuda, ya está convencido de que no debe perder ni un centavo de las reservas del Banco Central sino más bien empezar una activa campaña para reforzarlas.

El primer paso fue lograr un apoyo inesperado: el del Fondo Monetario Internacional. El organismo publicó un documento en el cual expresa su convicción de que Argentina no está en condiciones de realizar pagos hasta el año 2023 (es decir, durante todo el mandato de Fernández) y que además su deuda debe tener un alivio de US$ 80.000 millones. 

Ese mensaje fue interpretado como un aval tácito a una suspensión de pagos de intereses y a una propuesta de renegociación que implique una fuerte quita sobre el capital.

Pero además trascendió en las últimas horas un dato que podría significar un gran alivio para las castigadas cuentas del Estado argentino. Podría recibir una ayuda de US$ 3.000 millones por parte del FMI.

Y, a diferencia de la asistencia que llega en los tradicionales programas de tipo “stand by”, que vienen acompañados de exigentes metas fiscales y planteos de reformas estructurales, esta vez el dinero llegaría sin condicionalidades de ningún tipo.

La ayuda forma parte del programa de asistencia que se está estudiando en el organismo, que todavía no es oficial pero que los funcionarios argentinos consideran virtualmente aprobado. Y consiste en una ampliación del capital, es decir una nueva emisión de fondos que se ponen a disposición de cada país miembro del FMI.

Esto implica que el Fondo asigna a cada una de las economías emergentes una cuota, que paga en los famosos DEG (los Derechos Especiales de Giro, que es la unidad de moneda del Fondo) y que luego cada gobierno puede decidir si convertirla en dólares.

Ya nadie discute “la maquinita”

Las reservas internacionales de Argentina son en este momento de US$ 43.800 millones. Un nivel superior al de otros momentos de crisis –más del doble de lo que recibió Mauricio Macri hace cuatro años- pero todavía muy bajas en términos internacionales. Si se compara con las reservas de Uruguay, por ejemplo, las reservas per capita de Argentina son cinco veces menores.

Esto lleva a que para el equipo económico de Alberto Fernández sea una obsesión el cuidado de los dólares. En los últimos días ocurrió un evento inesperado que supuso un alivio: ante la falta de liquidez originada por la cuarentena, hubo empresas que tuvieron que salir a vender divisas que habían acumulado en los últimos años, de manera de contar con efectivo para pagar sueldos y cumplir otras obligaciones.

Pero los funcionarios no se ilusionan con que ese fenómeno se extienda. Y es por eso que se plantea el pedido de ayuda internacional. La gran diferencia entre este momento y el de hace pocas semanas es que ahora la función primordial de las reservas ya no será el pago de intereses de deuda sino el fortalecimiento del balance del Banco Central ante una situación que se percibe como inevitable: una gran expansión monetaria.

Es de hecho, un tema sobre el cual ya no hay discusión: incluso los economistas de la línea ortodoxa que históricamente han fustigado el uso de “la maquinita” para tapar los agujeros fiscales se muestran ahora de acuerdo con un plan de fuerte expansión del gasto público.

“Las cuentas públicas venían con déficit y este shock las empeorará de manera importante. La emisión de pesos es el instrumento al que va a tener que recurrirse casi con exclusividad”, advirtió un reporte del Instituto Argentino de Análisis Fiscal (IARAF).

En esa postura coincide otro defensor de la ortodoxia, el siempre “ministeriable” Carlos Melconian, que reconoce que ante la emergencia sanitaria “hay que emitir y cerrar cualquier otro grifo”. Pero atina a diferenciarse del sector keynesiano con la advertencia de la que expansión debe hacerse de un modo “prolijo, ordenado y pensado”.

Desde la Fundación Mediterránea, Jorge Vasconcelos acepta que “en esta etapa, es preferible ingresar en un andarivel de inflación alta pero relativamente estable”. Y propone que el gobierno abandone su celo por “distorsionar precios relativos” mediante los controles y congelamientos y sugiere que sería mejor que se concretara un alivio impositivo a las empresas.

Mientras tanto, en la vereda de enfrente, cada vez cobra más fuerza la tesis de que hay que abandonar las medias tintas cuando ni siquiera en Estados Unidos y Europa se muestran tímidos con la expansión del gasto.

Por caso, Alfredo Zaiat, uno de los economistas de cabecera de Cristina Kirchner, escribió una columna con el expresivo título: “Coronavirus y crisis: la receta es emitir y más gasto público”.

El artículo deja entrever una crítica tácita a las señales “market friendly” que envió Martín Guzmán en el arranque de su gestión, con las medidas tendientes a contener el gasto. “No es tiempo ni para ortodoxos amantes del libre mercado ni para medidas tibias. Existe el riesgo de un colapso económico que exige medidas extraordinarias en todos los frentes”, advierte Zaiat.

El argumento de esta línea pro expansión del gasto es que en un momento de recesión económica se diluye el riesgo de que la expansión monetaria se traslade a los precios.

Mientras tanto, la preocupación de cortísimo plazo es lubricar la economía y evitar una ruptura de la cadena de pagos. Es así que el jueves volvió la operatoria con cheques, que estaba suspendida, aunque como era de prever hubo problemas operativos y gran cantidad de cheques rebotados.

Por este motivo, ahora los reclamos de los empresarios apuntan a que se haga más laxa la regulación bancaria. Concretamente, hay propuestas en el sentido de que los bancos respalden los cheques sin fondos de los clientes que habitualmente son buenos pagadores. Y también se analiza la posible implantación de fondos fiduciarios que paguen todos los cheques, de manera de  permitir que las pequeñas empresas puedan seguir funcionando.

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