Arrancó la campaña electoral argentina: el gobierno apuesta a culpar a la “herencia” de Macri
Se presentaron los candidatos para las primarias de setiembre. Los dos grandes temas serán la crisis económica y la campaña vacunatoria. Cristina Kirchner ya dio pistas sobre la estrategia oficialista.
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26 de julio de 2021 a las 05:02
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Argentina arrancó una nueva campaña electoral: en la medianoche de este sábado cerró el plazo para la presentación de candidaturas a las PASO (primarias abiertas, simultáneas y obligatorias) y ya fueron apareciendo pistas sobre las estrategias de cada parte y el tono que tendrá la campaña.
Las PASO fueron ideadas como forma de que los partidos dirimieran sus internas, pero la realidad es que son pocos los casos en los que hay disputa interna y que, en los principales distritos, se presentan listas únicas. La verdadera interna, por lo tanto, es la negociación previa en la que las dirigencias partidarias dirimen sus pulseadas internas en debates de cúpula.
Fue así, por ejemplo, que en la oposición predominó el sector de oposición “blanda”, liderada por el intendente porteño, Horacio Rodríguez Larreta, que desplazó a las figuras más emblemáticas del sector duro, más ligado al ex presidente Mauricio Macri. Fue en ese contexto que se decidió postular a María Eugenia Vidal, ex gobernadora bonaerense, como diputada por la ciudad de Buenos Aires, y dejar fuera de la disputa a la ascendente Patricia Bullrich, un “halcón” de la oposición anti-kirchnerista.
Del lado oficialista, también se priorizó la unidad, algo difícil dadas las desavenencias recientes entre quienes rodean al presidente Alberto Fernández y los sectores más radicalizados, que responden a Cristina Fernández.
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La principal pelea interna radica en la economía en un momento de crisis social. El kirchnerismo acusa al ministro de Economía, Martín Guzmán, de estar llevando a cabo medidas de ajuste. En el primer semestre, mientras el déficit fiscal se reducía a “apenas” el 0,5% del PBI sobre la base de una caída en los salarios estatales y las jubilaciones, así como en un recorte a los planes de asistencia social.
Así, en los últimos días el ámbito político hirvió en especulaciones. Por ejemplo, que el kirchnerismo promovería la candidatura de Santiago Cafiero, actual jefe de gabinete, como diputado por la provincia de Buenos Aires. Pero ese gesto, lejos de significar una concesión al presidente, implicaba un recorte a su poder, porque significaría enviar al Congreso a una figura del “albertismo” para ocupar ese cargo con un leal a Cristina.
Finalmente eso no ocurrió y se presentó una lista equilibrada entre las tres facciones que integran la coalición del gobierno peronista.
Todos hicieron alguna concesión. Por ejemplo, el actual ministro de Desarrollo Social, Daniel Arroyo, irá como candidato a diputado. Es decir, uno de los cargos más codiciados por el kirchnerismo -es el ministerio que maneja el presupuesto de la asistencia social y el relacionamiento con los movimientos piqueteros- ahora está vacante.
Por su parte, Cristina también hizo concesiones, como lo dejó en claro en su discurso de la noche del sábado, cuando se presentaron oficialmente los candidatos.
Hubo, además otro gesto de Cristina: después de haber impulsado a sus legisladores para que la ayuda del Fondo Monetario Internacional –US$ 4.300 millones como cuota para el país por la capitalización del organismo- se destinara a la asistencia social y al estímulo productivo, admitió públicamente que ese dinero deberá ser utilizado para reforzar las reservas del Banco Central.
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La batalla por el conurbano de Buenos Aires
Si las verdaderas internas se dirimen entre las cúpulas y cada partido presenta listas únicas, ¿cuál es, entonces, la función de las PASO? Lo que ha demostrado la experiencia es que terminan transformándose en una especie de “elección adelantada”, una gran encuesta cuyo resultado suele repetirse luego en la elección “de verdad”.
Es por eso que se asume como natural que el debate no sea hacia la interna de cada partido, sino con el tono propio de una elección.
En esta ocasión, como en todos los años de medio término, se renueva la mitad de la cámara de diputados y un tercio del Senado. Quienes ahora abandonan sus bancas son los que habían resultado electos en 2017, cuando el macrismo había hecho una buena elección en los principales distritos. De manera que el objetivo del gobierno peronista es mejorar sus números de aquella contienda, en especial en la provincia de Buenos Aires, donde Cristina Kirchner había sido derrotada.
Si logra sumar bancas en ambas cámaras, podrá tener el ansiado quorum propio con el cual dar impulso a iniciativas parlamentarias que hoy están trabadas por la oposición. En particular, las que hacen a los temas más controvertidos, como la reforma judicial y la instauración de un nuevo esquema impositivo.
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El gobierno juega todas sus fichas a su bastión de la provincia de Buenos Aires, la mayor provincia del país, donde se renuevan 35 de los 70 escaños que le corresponden. Por otra parte, un revés en Buenos Aires implicaría dejar al Gobierno en una situación de debilidad, ya que de las 51 bancas que pone en juego el Frente de Todos en la cámara de Diputados, 16 corresponden a legisladores electos en 2017 por la provincia de Buenos Aires.
Pero, sobre todo, lo que está en claro es que el conurbano es el gran símbolo de la fortaleza peronista y, en particular, de la figura de Cristina Kirchner. Es, en este momento, el sector más castigado por la pandemia, dado que allí es donde campea el trabajo informal, que se resiente con las restricciones sanitarias.
El gobierno está preocupado por encuestas que muestran una erosión en su base de apoyo social. En particular, los más jóvenes, que venían mostrándose fieles al kirchnerismo, empezaron a mostrarse críticos, en una evidente reacción ante la pauperización de los últimos dos años. El índice de pobreza ronda el 42%, mientras el desempleo real, según mediciones extraoficiales, se ubica en 28%.
Polemizando con un Macri ausente
Ante esa situación, en el acto de presentación de los candidatos, el gobierno dejó en claro cuál será su estrategia de comunicación de campaña: atribuir los problemas económicos a la herencia recibida del macrismo y a las dificultades de la pandemia.
Cristina puso el foco en la deuda con el FMI que todavía está en negociación y que ha condicionado la política económica. Por otra parte, el discurso oficial implica una reivindicación de todo lo que la oposición ha criticado: el intervencionismo estatal, el gasto público, la suba de impuestos y la emisión monetaria para financiar la asistencia social.
Pero se trata de una estrategia que tiene un problema: el principal destinatario de esas críticas no jugará un rol protagónico. Mauricio Macri no se postulará a ningún cargo, a diferencia de lo que había hecho Cristina Kirchner en 2017, cuando se candidateó al Senado y, por lo tanto, debió prestarse al debate sobre las medidas adoptadas en su gestión presidencial.
Polarizar contra una figura ausente resulta difícil, sobre todo si los candidatos opositores han manifestado diferencias de forma y fondo con Macri. Es por eso que la estrategia de Cristina es plantear que la oposición “blanda” no puede eludir su responsabilidad y que debe “hacerse cargo” por los problemas financieros de la gestión macrista.
La vacunación en la mesa de debate
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