Diego Battiste

Bioplásticos, parte del cambio de paradigma

Muchos están dejando el plástico de lado, pero Uruguay ve esto de lejos

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26 de mayo de 2019 a las 05:00

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La humanidad está ante un cambio cultural de la mayor magnitud. Como a todas las especies, nuestros genes egoístas nos han programado para dominar al ambiente circundante. Nuestros poderosísimos cerebros nos dieron una capacidad tan total para dominar el ambiente desde la punta del Everest al fondo de las fosas Marianas, desde las praderas de los climas templados a las junglas. La tecnología que nos soluciona tantos problemas nos da un poder tal, que “apeligramos” suicidarnos de éxito como especie.

Tras un éxito devastador, ahora se trata de restablecer, reconstituir, reparar al pequeño planeta que nos cobija. Una tarea extremadamente difícil. Los zares del petróleo no van a renunciar alegremente a ese negro fluido de ganancias que mueve todavía al transporte, antes de convertirse en humo o en plásticos.

Es muy difícil detener un statu quo al que todos estamos acostumbrados, modificar radicalmente nuestras costumbres y varios datos de la realidad hacen pensar que es mucho más urgente de lo que pensábamos. No es fácil además porque 7.500 millones de habitantes con cada vez más poder adquisitivo son una carga muy grande para el potrero Tierra. Y la población todavía va en fuerte aumento (aunque desacelerando gradualmente). 

Uno de los cambios que está en pleno transcurso es el freno en el uso de los plásticos. La maravillosa invención del plástico, tan práctica y funcional, se ha vuelto un problema tapizando el fondo de los mares y consumida como alimento confundido por peces, tortugas, cetáceos y otros animales. Se ha vuelto un problema para nuestra propia salud, porque si una corvina se comió el filtro de un cigarrillo, nosotros luego ponemos microplásticos en nuestro plato y en nuestro organismo.

La próxima generación de plásticos es hecha de plantas: es la de los bioplásticos. Como parte de la macrotendencia de sustituir la fotosíntesis fósil que la Tierra ha enterrado por la fotosíntesis presente, la que captan las plantas y convierten en tejidos celulares. 

Eso ya está pasando. En la maratón de Londres, que se corrió el pasado 28 de abril se sustituyeron las habituales botellas  con agua o refrescos por unas pelotitas llenas de líquido y comestibles, hechas a partir de algas y otras plantas.  De esa manera se ahorraron 200 mil botellas de plástico. En 2018 la competencia derivó en que se usaran 900 mil botellas. En la de este año se usaron 700 mil, que complementaron a los nuevos envases comestibles de algas procesadas. Las otras 700 mil fueron manejadas en un circuito cerrado donde serán reprocesadas para hacer… nuevos envases de botellas.

La empresa que se propone sustituir todo el plástico posible a partir de algas es liderada por un español y dos franceses. El español Rodrigo García González  tiene un currículum propio de este siglo global e interdisciplinario. Es un arquitecto egresado de la Universidad Politécnica de Madrid, que ha estudiado en India,  en el Centre for Environmental Planning and Technology University y que luego estudió diseño en Gran Bretaña. Paralelamente, desde hace más de 10 años actúa con distintas compañías de improvisación teatral. Sus start ups Ooho! y Skipping Rocks se proponen hacer desaparecer los envases. En varios países están siendo moda los puestos de frutas y verduras que como en la feria no envuelven con plásticos a los vegetales, que para algo ya tienen cáscara. Se trata como en otras áreas de hacerle la guerra al petróleo y sus derivados y sustituirlos por el petróleo verde de la producción vegetal.

Uruguay parece estar viendo pasar esto desde lejos.  ¿No será posible reconvertir Bella Unión a un polo continental de bioplásticos?  No es acaso urgente un proyecto que dé viabilidad para esa zona tan estratégica? La caña de azúcar se volverá cada vez más impresentable. Es algo que Uruguay parece preferir no ver. Las condiciones de trabajo son inadmisibles, las emisiones de carbono de un cultivo que es quemado previo a la cosecha son inadmisibles. En todo el mundo, el azúcar está de salida de las dietas. La humanidad está buscando permanentemente alternativas al azúcar de caña por otros edulcorantes que no generen obesidad. Salvo que se presente a un turismo de lo bizarro como una reliquia de todo lo que  no debe hacerse, será más obsoleto cada vez. Al mismo tiempo es urgente dar a esa zona una solución económica y social que permita arraigar a la gente con una perspectiva de futuro. El azúcar no es. O se busca por el lado del cannabis, o del bioplástico o de una horticultura muy especial, o eso será una bomba de tiempo similar a la de la seguridad social, que todos patean para adelante hasta que se vuelva un drama.

Lo que es claro es que como con el cambio climático –que tuvo en este viernes la mayor manifestación global de la historia–, la batalla por evitar que un solo plástico llegue al mar ha empezado y no terminará hasta que la sustitución ocurra. Y dado que cada día la humanidad usa 1,9 millones de botellas de plástico y muchos más millones de otros envases, el mercado para estos productos es inconmensurablemente grande.

Esta empresa avanza en el mercado de los refrescos en los recitales y eventos, los envases de mayonesas y otros aderezos en los restaurantes y un sinnúmero de prestaciones que en nuestra cotidianeidad ni siquiera nos damos cuenta. Gran Bretaña anunció esta semana que prohibirá el uso de plásticos no reutilizables a partir de 2020 –platos, cubiertos, sorbetes descartables no corren más–.

En Uruguay se ha avanzado con el rechazo que la gente empieza a sentir por las bolsas antes multitudinarias en los supermercados. Pero  en algo hay que sacar los residuos domiciliarios o levantar lo que el perro deja en la vereda. Y si sigue siendo el plástico derivado del petróleo no compostable, seguimos por mal camino. 

Si como país agrointeligente que aspira a ser un modelo para el mundo damos un salto adelante en los bioplásticos y valorizamos a las algas, las chalas del maíz, las plantas de trigo y arroz norte luego que el grano fue cosechado, podemos incorporarnos a una de las revoluciones imprescindibles de nuestro tiempo. Parece de ciencia ficción, pero ya está pasando. Es parte de ese gran cambio de paradigma en el que la humanidad se juega su propia supervivencia. 

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