BORRAR

A veces olvidamos que hay cosas que pueden no gustarnos pero que son normales en esa etapa

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19 de septiembre de 2016 a las 06:24

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NATALIA TRENCHI

Una de las cosas más importantes es tener memoria, es decir, recordar que nosotros también fuimos adolescentes en algún momento, que estuvimos del lado en el que ellos están ahora. Por otra parte, es importante no sobredimensionar algunos episodios: si el adolescente dijo una mentira probablemente no lo va a convertir en un mentiroso toda la vida; por no levantarse temprano para ir a la práctica del fin de semana no va a ser un haragán siempre. Recordar y tener memoria son dos cosas muy importantes para no contaminar de manera negativa el vínculo que nos une con ellos.

Lo más importante a la hora de comunicarse con un adolescente es estar dispuesto a escuchar. Muchas veces los padres se preocupan por cómo hablarles a los hijos y que estos los escuchen, pero en este caso lo más importante es estar dispuesto a escucharlos a ellos primero. El adolescente puede contarle a sus padres qué es lo que está haciendo, cuáles son sus intereses, y los padres tienen que escucharlo, demostrarles que como padres no son jueces, que no van a ser juzgados. Los adultos a veces queremos hablarle a los niños de lo que a nosotros nos interesa, eso es un error, hay que hablarles de lo que a ellos les interesa, aportándoles una mirada adulta.

¿Cuál es la mejor manera de acercarse y hablar con los adolescentes?

No importa cuál sea la edad de nuestros hijos, los padres siempre debemos jerarquizar lo que es verdaderamente importante de lo accesorio y pasajero. Por ejemplo, hablarle a una chica de cómo se viste es algo accesorio, no es algo serio, ni esencial a la persona. Tampoco con esto quiero decir que como padres aplaudamos cualquier cosa que los adolescentes hagan, pero sí es importante no perder de vista al ser humano que hay detrás del adolescente con los pantalones rotos o los cabellos teñidos, los piercings o los tatuajes. Pero se pueden poner límites, por ejemplo, si el adolescente va a ir a nuestro ámbito de trabajo por alguna razón, se le puede pedir y exigir que vaya vestido prolijo. Hacerle comprender que si yo lo respeto él también tiene que respetarme. Este punto, tan difícil de alcanzar, no se consigue si uno intenta como padre doblegar al adolescente todo el tiempo.

El imponerse u obligarlos a hacer lo que quiero y no lo que él quiere no es lo mejor. Un ejemplo que me gusta poner para intentar comprender esta etapa es el siguiente: es como cuando el niño de un año se ensucia la ropa; no nos gusta, pero entendemos que forma parte de la etapa. En el tiempo que dura la adolescencia en nuestros hijos a veces olvidamos que hay cosas que pueden no gustarnos pero que son normales en esa etapa, y que son indicadores de que el proceso de madurez y crecimiento está en marcha. Si siguieran comportándose como niños sumisos, que dicen que sí a todo lo que los padres le digan, ahí es cuando tenemos el problema serio.

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