GREG BAKER / AFP

China está intensificando su diplomacia de castigo

Las democracias deben unirse para detener las coercitivas políticas comerciales de Beijing en contra de otras naciones

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01 de octubre de 2020 a las 17:11

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Por Jamil Anderlini

Sólo dos días antes de que el presidente Xi Jinping tuviera programado hablar con la canciller Angela Merkel la semana pasada, China bloqueó todas las importaciones de carne de cerdo provenientes de Alemania.

La razón aparente fue la muerte de un solo jabalí alemán a causa de la peste porcina africana, una enfermedad que ya es endémica en China. Pero algunos analistas llegaron a una conclusión diferente. Para ellos, esto representó el más reciente ejemplo de la diplomacia comercial coercitiva de Beijing, una faceta en evolución del arte de gobernar chino que ha llegado a dominar las relaciones con varios países.

Esta coerción nunca se reconoce del todo públicamente. Al igual que con el caso de la carne de cerdo alemana, Beijing anunció que había bloqueado las importaciones, o había iniciado investigaciones de productos de un país, aduciendo preocupaciones de seguridad o alguna otra excusa burocrática. Pero estas acciones casi siempre están dirigidas a naciones que recientemente han contrariado a Beijing; y están destinadas a forzar un cambio en la política o en el comportamiento. El bloqueo de las importaciones de carne de cerdo fue una advertencia a Berlín para que no se uniera a la campaña de Washington para aislar a Beijing, y para que dejara de criticar el historial de derechos humanos de China.

Australia ofrece un ejemplo instructivo. Los lazos chino-australianos han estado fríos durante algún tiempo, pero empeoraron en abril después de que Canberra pidió una investigación independiente de los orígenes y del manejo inicial del coronavirus. En el transcurso de unas semanas, China había prohibido las importaciones de carne vacuna de varios grandes proveedores australianos debido a los "requisitos de etiquetado y certificado". A esto le siguieron impuestos "antidumping" (contra la exportación de productos debajo del costo de producción) a la cebada australiana, investigaciones de las importaciones de vino australiano, y advertencias para que sus ciudadanos no viajaran a Australia.

Antes de Australia, había sido el turno de Canadá después de que las autoridades detuvieran a Meng Wanzhou, la directora financiera del gigante tecnológico chino Huawei, a fines de 2018 a pedido de EEUU. Además de encarcelar a dos canadienses por cargos de "seguridad nacional", Beijing emitió advertencias de viaje y bloqueó las importaciones de soja, canola y carne canadienses debido a una certificación incorrecta y a la presencia de "organismos nocivos".

Otros ‘blancos’ han sido Filipinas y Japón debido a brotes en las disputas territoriales; Suecia por las críticas al historial de derechos humanos de China; el Reino Unido y Mongolia debido a las visitas del dalái lama; y Corea del Sur porque quería instalar un sistema de defensa antimisiles construido por EEUU.

Una amenaza secreta no representa una verdadera amenaza, por lo que Beijing, aunque niegue cualquier conexión en público, siempre le dejará saber silenciosamente a la parte infractora que sus acciones, declaraciones o políticas son la razón del castigo. Los medios estatales a menudo lo explican con mayor claridad, al igual que lo hacen los diplomáticos "lobos guerreros" de China.

Estas advertencias tienden a ser redactadas como algo salido de El Padrino: "Buena industria automotriz tienes allí, Alemania; sería una pena si algo le sucediera si no invitas a Huawei a tus redes 5G".

Las medidas extralegales, posiblemente negables, están diseñadas para evitar que se presenten casos ante la Organización Mundial del Comercio (OMC) y para permitir que Beijing aumente o disminuya las acciones sin un cambio formal en la política o en la ley. Beijing ha expandido enormemente la práctica, con más de la mitad de los ejemplos identificables desde 2010 ocurriendo en los últimos tres años. Esto se debe a que la táctica funciona.

Un éxito temprano fue el caso de Noruega. Beijing se cerró a Oslo y bloqueó las importaciones de salmón por motivos de salud después de que el Premio Nobel de la Paz se le otorgó al disidente chino encarcelado Liu Xiaobo en 2010. Después de varios años de castigo, Noruega cambió sus patrones de votación en la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para alinearse más estrechamente con China; apoyó el estatus de Beijing como observador ante el Consejo Ártico; sus líderes prometieron no reunirse con el dalái lama; y prometió no hacer nada que socavara la política de "una sola China" de Beijing.

En la actualidad, China afirma ser el mayor socio comercial de 130 países y regiones, y el efecto de demostración — "matar a las gallinas para asustar a los monos" como se le conoce en China — a menudo es suficiente para intimidar a otros para que cumplan con las demandas de Beijing.

La coerción está calibrada para perjudicar a industrias influyentes que no tienen nada que ver con la disputa. Esto suele convencer a las compañías de que ejerzan presión en contra de sus gobiernos en nombre de Beijing. De esta manera, se minimiza el daño potencial a las propias industrias de China. En el caso de Australia, la cebada, el vino y la carne de res pueden obtenerse de muchos otros países, pero el país proporciona el 60 por ciento del mineral de hierro que China necesita para fabricar el acero requerido por su modelo de crecimiento basado en infraestructura. Castigar a los mineros australianos sería contraproducente.

Esto destaca los límites de tal coerción. Utilizar el comercio y el acceso al mercado como arma política puede dañar tus propias compañías y economía. La coerción aniquila la confianza y empuja a los países a diversificarse apartándose de China para hacerse menos vulnerables a la coerción. Esto ya está sucediendo con Corea del Sur, con Japón y con Taiwán. Todos ahora tienen políticas formales para reducir su dependencia económica de China. Pero la resistencia ha sido fragmentada, con muchos países prefiriendo capitular ante las demandas de Beijing para reanudar el comercio y recobrar el acceso al mercado.

Lo que se necesita actualmente es un mecanismo multilateral para que los países estudien ejemplos de esta coerción. El siguiente paso es que la Unión Europea (UE), EEUU y otras democracias formen un frente unido y que formalmente acuerden que no permitirán que se les enfrente entre sí cuando los países individuales sean "castigados" por Beijing.

Hasta ahora, los beneficios de la diplomacia comercial coercitiva han superado los costos. Si otros países quieren que Beijing pare su comportamiento, entonces necesitan invertir esa ecuación.

 

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