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Cómo el iPhone de Apple perdió su encanto

El contratiempo marca el final de la edad de oro en la que la rapidez de la innovación ocasionaba la obsolescencia

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17 de enero de 2019 a las 14:18

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John Gapper

Como Joni Mitchell expresó en su canción "Big Yellow Taxi": "¿No parece siempre suceder que no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes?".

Apple ahora lo sabe, debido a la abrupta caída en el precio de sus acciones la semana pasada conforme admitió que los consumidores en China, y en otros países, se están tomando su tiempo para comprar nuevos iPhone.

Fue una maravillosa racha mientras duró, como sucedió (con algunos altibajos) desde el lanzamiento del iPhone en 2007.

Es raro que las personas reemplacen un costoso producto de consumo cada dos años porque el modelo siguiente es extremadamente atractivo, aunque el existente aún funcione perfectamente. Eso representaría el círculo virtuoso que cualquier compañía pudiera tener esperanzas de lograr.

Durante un tiempo, Apple obtuvo todos los beneficios de la obsolescencia planificada sin ninguna deshonra.

La gente se apresuraba a intercambiar sus iPhone a pesar de que todavía los adoraban; hacían colas para proclamar su emoción sobre la posibilidad de ascender al siguiente nivel. Apple nunca se vio mancillada por fabricar bienes efímeros.

"Queremos que el hombre que compra uno de nuestros automóviles nunca tenga que comprar otro", comentó Henry Ford en 1922 refiriéndose a su Modelo T, un auto que venía con un kit de reparación para que los clientes lo mantuvieran funcionando.

El año siguiente, Alfred Sloan de General Motors develó el Chevrolet 1923, un automóvil con un chasis antiguo pero con un elegante diseño, que inició la tradición de Detroit de la actualización anual del modelo.

El enfoque de Sloan primó sobre el de Ford en diversas industrias de bienes de consumo; las compañías se dieron cuenta de que fabricar productos duraderos era una receta segura para estrangular sus ventas y, más bien, optaron por la disponibilidad.

Para 1969, los consumidores estadounidenses remplazaban sus automóviles cada cinco años, y los artículos de consumo — desde maquinillas de afeitar hasta bombillas — deliberadamente se fabricaban para que duraran poco tiempo.

A pesar de las críticas de economistas como John Kenneth Galbraith, la obsolescencia programada les funcionó a los fabricantes de un sinnúmero de productos, especialmente a los oligopolios cuyos compradores contaban con escasas alternativas.

Pero existía un inconveniente: los clientes se desilusionaban con la mala calidad de productos que se deterioraban rápidamente. Detroit fue superada por compañías japonesas que fabricaban vehículos de superior calidad.

Apple no es culpable de tramar la obsolescencia. Steve Jobs, su fundador, admiraba a Sony por su meticuloso diseño y por su alta calidad.

Él estaba dedicado a, incluso obsesionado con, fabricar excepcionales productos y venderlos a altos precios. Era un sentimiento genuino — a él le encantaban las cosas hermosas — y resultó en el beneficio de hacer que Apple fuera extremadamente admirada y rentable.

El iPhone no tuvo problemas de ventas porque la tecnología proporcionaba la obsolescencia. Esta última evolucionó tan rápidamente que Jobs y su sucesor, Tim Cook, podían aparecerse cada año, o cada dos, para anunciar un modelo aún mejor.

Apple incluso podía actualizar los dispositivos más antiguos con el software más reciente (un iPhone 5s de 2013 funciona con el sistema operativo iOS12) sin suprimir la demanda.

La compañía no sufrió castigo alguno por ser virtuosa, pero actualmente sí está sufriendo. El año pasado, numerosas personas aceptaron la oferta de Apple para obtener reemplazos de batería más económicas para sus iPhone, y las más recientes cámaras y los chips del iPhone X no son lo suficientemente atractivos como para ameritar un cambio.

El precio de venta promedio del iPhone aumentó en un 28% a US$793 entre 2017 y el año pasado. Los modelos más viejos son lo suficientemente buenos.

La advertencia en cuanto a los ingresos de Apple de la semana pasada se debió a que los propietarios de los iPhone están actualizando sus dispositivos una vez cada tres años, en lugar de cada dos, con un cambio aún más marcado en China.

Apple trata de "diseñar y fabricar productos resistentes que duren el mayor tiempo posible", declaró en septiembre Lisa Jackson, jefa de política medioambiental; y sus clientes se están comportando acordemente.

Entonces, ¿qué debe hacer? Apple no puede convertirse a la obsolescencia planificada, en el sentido tradicional, haciendo que sus iPhone sean más endebles: eso menoscabaría su marca.

Apple ha incrementado sus esfuerzos para fomentar el intercambio, con la Sra. Jackson prometiendo que los iPhone más antiguos serán reacondicionados o reciclados, para que sus usuarios conscientes del medio ambiente no tengan necesidad de sentirse culpables; pero es poco probable que esa estrategia reviva el antiguo ciclo.

Esto hace que Apple se parezca más a Sonos, la compañía de altavoces inalámbricos, la cual tiene un grupo de seguidores igualmente devotos, aunque es mucho menor.

Los altavoces de Sonos están bien fabricados, son costosos y duran un largo tiempo: el 94% de los 21 millones de productos de Sonos registrados desde 2005 todavía están en uso. En lugar del ciclo de actualización, la compañía cuenta con que los aficionados agreguen más altavoces.

Eso tiene una lógica indiscutible: si no se puede simplemente depender de la actualización del producto principal, entonces también hay que vender productos adicionales. Sonos continúa expandiendo "el sistema de Sonos", y el negocio de dispositivos de vestir de Apple, incluyendo el Apple Watch, actualmente cuenta con ventas anuales de US$10 mil millones.

Cuando Apple lance sus lentes de realidad aumentada (RA), como parece estar planeándolo, se diversificará aún más.

Pero el contratiempo del iPhone, junto con la advertencia de Samsung en cuanto a sus ganancias esta semana, marca el fin de la edad de oro de los teléfonos inteligentes, durante la cual la velocidad de la innovación y la obsolescencia hicieron de Apple una de las compañías más grandes del mundo.

La ‘acción’ ahora se encuentra en la inteligencia artificial (IA) y en los servicios transmitidos, tales como los juegos y el entretenimiento.

El iPhone sigue siendo una franquicia envidiable para Apple, pero, como diría la cantante Joni Mitchell, el paraíso de su primera década ha sido pavimentado.

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