Carlos Pazos

Coronavirus en los alimentos

Uruguay tiene amplias posibilidades de diferenciación a medida que la trazabilidad se extienda en todos sus productos

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16 de agosto de 2020 a las 05:00

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Cuando Charles Darwin llegó a las islas Galápagos ya había entendido la evolución de las especies que había observado en Uruguay. La fortuna de haber atravesado una grave sequía durante su recorrida por la Banda Oriental le había permitido ver fósiles en los cauces de arroyos secos que eran como tatúes o mulitas gigantes. Evidentemente los tatúes y mulitas tenían parentesco con los gliptodontes.

Pero cuando llegó a Galápagos, no solo consolidó su teoría sino que observó animales asombrosos. Una isla sin carnívoros, estaba habitada por aves que no huían y en algunos casos hasta habían perdido las alas, ya que no había de quién escapar. Curiosas adaptaciones que confirmaban sus sospechas. Meros ejemplos de una fauna asombrosa.

Desde hace mucho tiempo Galápagos es un santuario de flora y fauna. Precisamente desde hace 42 años, cuando la Unesco la declaró la primera área protegida patrimonio de la humanidad. A nadie se le ocurriría ir a hacer una gigantesca pesquería a esa zona del océano. Pero sí, a alguien sí.

China ha estado pescando con una inmensa flota de 260 barcos en las inmediaciones de Galápagos en estos días, generando protestas de Ecuador. Pero ¿qué poder negociador puede tener un país tan pequeño como Ecuador ante una superpotencia como China? No hay allí solo un problema de tamaños relativos. China no ha firmado las convenciones vigentes sobre pesca ilegal. De modo que allí están los más de 250 barcos pescando justo en el borde de las aguas territoriales de Ecuador.

“Vienen a Galápagos porque es un área marina protegida en la que se reproduce la vida, a la que vienen especies en peligro de extinción a reproducirse”, dijo Norman Wray, la autoridad política que gobierna en las islas, según consignó el diario El País de Madrid.

Ecuador protestó y decidió sumarse a una alianza para proteger sus océanos. Pidió a la comunidad internacional idear una legislación mundial que permita el desarrollo sustentable de la pesca, cuidar y limpiar los océanos de los deshechos plásticos y crear zonas de reserva en alta mar.

“Tenemos mucho interés en proteger los océanos” y encontrar “conductas éticas en el manejo de los recursos” a nivel global, para encarar los efectos de un cambio climático que amenaza a todo el planea, dijo a la agencia EFE el canciller ecuatoriano, Luis Gallegos.

El canciller anunció además que desde este martes su país se integró a la “Alianza Global para el Océano”, formada por 27 Estados, que persigue preservar como reserva al menos un tercio de la superficie marina en los próximos diez años, a fin de evitar la sobrepesca y que la vida marina pueda adaptarse al cambio climático.

Este miércoles justamente las autoridades chinas detectaron coronavirus en un envase de camarones congelados provenientes de Ecuador, comprados por un restaurante en la ciudad de Wuhu, donde el gobierno local llevó a cabo una inspección de rutina, dijo CCTV, la televisión estatal de China. La pandemia parece abrir una caja de pandora en términos de barreras comerciales. Los chinos ya han anunciado el hallazgo de coronavirus en varios alimentos. De hecho, luego de los camarones ecuatorianos, el jueves también afirmaron haber encontrado coronavirus en alas de pollo de Brasil.

Uruguay está todavía completamente a salvo de estos problemas. Los pocos casos que han afectado lateralmente a alguna industria no estuvieron originados en la propia actividad industrial y fueron velozmente aislados.

Pero si la vacuna se demora, el covid-19 amenaza convertirse en una pesadilla logística y una amenaza de barrera comercial arbitraria. ¿Cómo podría un pequeño país cuestionar la afirmación de que uno de sus productos llevaba un virus? Afortunadamente el diferendo China/Ecuador ha quedado solucionado, pero ha mostrado cuán frágil se ha vuelto la sanidad de las cadenas alimentarias y cuánto pueden mezclarse la diplomacia y la sanidad.

Ahora el problema lo tiene la empresa brasileña Aurora, que exportó alas de pollo a China, y que aparentemente también tendrían el virus.  Más allá del uso político que pueda dársele al tema, parece tener importancia ya que los cuatro casos que interrumpieron 102 días sin casos en Nueva Zelanda parecen haber tenido origen en una importación. En Argentina son cinco los frigoríficos que no están exportando voluntariamente por presencia de coronavirus.

La Organización Mundial de la Salud ha vuelto a explicar que no considera a los alimentos como una vía de contagio. Pero una vez que un mercado se cierra, el daño ya está hecho y genera un dominó de daños.

El pollo de Brasil ya no puede entrar a Filipinas, porque si China detectó coronavirus, se gatilla la posibilidad de cerrar por precaución.

Mientras, en EEUU surgen voces que piden que los alimentos sean testeados ante una eventual presencia del virus. Una organización de médicos pidió esta semana a un tribunal federal que ordene inmediatamente a las plantas de procesamiento de carne y aves de corral que prueben sus productos para detectar coronavirus y hagan públicos los resultados de sus pruebas.

Physicians Committee for Responsible Medicine (PCRM), un grupo que aboga por la medicina preventiva y monitorea la política alimentaria federal, solicitó el mandato en una demanda presentada el miércoles contra el Departamento de Agricultura de EEUU (USDA).

En su queja, PCRM dijo que el USDA rechazó erróneamente una petición que presentó en mayo pidiendo implementar nuevos requisitos de pruebas de carne y aves de corral para coronavirus SARS-CoV-2, así como un etiquetado para advertir a los consumidores que la carne podría portar el virus. La organización también afirma que la agencia no respondió a sus solicitudes de información bajo la Ley de Libertad de Información (FOIA).

“La agencia no aprobó nada y no parece importarle”, dijo a Yahoo Finance Mark Kennedy, abogado de PCRM. Esta es la agencia que está a cargo de proteger esta parte de la cadena alimentaria y simplemente dijeron que no”.

Cabría suspirar aliviados de que la paranoia no llegue a tanto. Más allá de eso, una vez más queda resaltado un conjunto de ventajas que la producción uruguaya tiene.

La trazabilidad se ve valorizada, una vez más.

El poder seguir la trayectoria de los animales en el campo y de los productos luego ha marcado un antes y un después para Uruguay. Y es algo que comenzó con la carne, que se va instalando en los productos vegetales y que es de una importancia cada vez mayor para todo producto vivo que manejemos en esta era de precauciones aumentadas. Y si tenemos trazabilidad es gracias, paradojalmente, a un virus que devastó nuestra economía hace casi 20 años, el de la aftosa.

En esta seguidilla de coronavirus SARS-CoV-2 en alimentos que China anuncia casi todas las semanas parece haber un problema comercial importante, con un poco de sanidad y un poco de juego político, pero ante el cual Uruguay tiene amplias posibilidades de diferenciación a medida que la trazabilidad se difunda en el conjunto de sus productos. 

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