André Coelho / EFE

Covid-19: por qué la enfermedad vuelve a amenazar a los uruguayos mil días después

Dos años, ocho meses y 22 días después de la detección de los primeros infectados con el coronavirus en Uruguay, está habiendo un nuevo repunte de contagios: ¿a qué se debe y qué consecuencias puede traer?

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08 de diciembre de 2022 a las 14:08

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Fue hace mil días, un viernes de marzo, poco antes de las cuatro de la tarde. En los pasillos del Ministerio de Salud había silencio. La puerta del despacho del ministro Daniel Salinas —en el segundo piso— estaba cerrada y custodiada por una policía. Pero los rumores empezaron a circular: ¿detectaron los primeros casos de covid-19 en Uruguay?

Lo que siguió es conocido: más de 7.500 muertos con el resultado de un test que demostraba la presencia del virus, familias en duelo, abuelos encerrados en casas a las que nadie los visitaba, escuelas bajo llave, la conformación de un grupo de científicos asesores, la disolución de ese grupo, el aprendizaje de términos como tasa de reproducción, sublinaje o índice de Harvard. Hasta que empezó una nueva normalidad que, poco a poco, decantó en la normalidad a secas.

Entonces se dijo adiós al tapabocas y a los saludos con el puño, volvieron los abrazos, las fiestas, los asados. Y como no podía ser de otra manera en “el país más matero del mundo” —donde el consumo de yerba per cápita supera los 10 kilos anuales—, retornaron algunas rondas de mate.

El Ministerio de Salud —el mismo que este martes negó que estuviese circulando una variante de ómicron XBB— reconoció el jueves que está habiendo “un aumento” de los contagios del covid-19 e instó a la población a completar los esquemas de vacunación y retomar el uso de tapabocas en espacios cerrados —aunque no sea obligatorio fuera de los centros de salud, de los residenciales de adultos mayores y para aquellos trabajadores con síntomas—.

El catedrático de Enfermedades Infecciosas, Julio Medina, dijo a El Observador que “hasta hace poco más de dos semanas lo que estaba circulando eran los sublinajes de ómicron BA.4 y BA.5 (sobre todo este último).  Y aún no se había detectado mediante secuenciación la variante BQ.1. Pero eso cambiará, claro está”.

Para su colega el infectólogo Henry Albornoz no hay dudas: “El aumento de casos, es esperable (más allá de las nuevas variantes). Aumento de la interacción social, deseable y deseada, con relajación de las medidas de distanciamiento y de protección”. Ese aumento de casos, dice, está centrado entre los adultos mayores con comorbilidades, en aquellos que ingresan a una internación y resultan positivos, en brotes laborales y “de algún contexto cerrado”.

Este incremento de los contagios —que es difícil de comparar con olas anteriores porque cambiaron los criterios de testeos, rastreos y aislamiento— empieza a notarse en los prestadores de salud. “Hasta hace 15 días teníamos unos 40 pacientes en seguimiento, y ahora superan los 160”, reconoce Alejandra Paolino, directora del complejo de asistencia sanatorial del Casmu y quien coordina el seguimiento de los enfermos respiratorios. “Puede que este aumento parezca poco si lo comparamos con los más de 1.000 llamados diarios que tuvimos en enero (en la ola ómicron), pero la suba es significativa si se tiene en cuenta que se cuadruplicaron los casos en dos semanas: ya se tuvo que incorporar dos líneas de llamadas nuevas, acomodar un espacio para covid-19 en cuidados moderados (donde hay 19 pacientes solo en esa mutualista) y planificar los recursos humanos”.

Y ese, el de los recursos humanos, podría ser el talón de Aquiles del actual aumento. Porque, a priori, la suba de los contagios no está afectando de manera dramática las unidades de cuidados intensivos ni se está traduciendo en un aumento de las muertes. Pero sí impacta sobre un personal de salud cansado, reducido, y que también padece los contagios. 

La revista americana para el control de infecciones publicó hace tres semanas los resultados de un estudio, en Pensilvania, en que se demostró que el personal de salud que da negativo al test de antígenos del coronavirus al quinto día puede retornar (con uso de mascarilla) sus tareas habituales con “muy bajas chances de transmisión de la infección”. Eso permite no sobrecargar los recursos humanos y, para el caso estudiado, se ahorraron centenas de días de pérdidas de días laborales.

¿Y qué pasa con el resto de la población? “La pandemia no ha culminado y, en este sentido, (es necesario) recordar las medidas de prevención. Entre ellas, la ventilación, el uso de mascarillas, la consulta inmediata ante la aparición de cualquier síntoma respiratorio, y ponerse al día con el plan nacional de vacunación”, dijo la directora de Epidemiología del MSP, Adriana Alfonso.

Ocurre que —a excepción de los niños menores de 12 años— el esquema básico contra covid-19 incluye al menos tres dosis —que sube a cuatro y a partir de marzo a cinco entre los adultos mayores y la población con comorbilidades—. Sin embargo, solo la mitad de los veinteañeros y un tercio de los adolescentes cuenta con sus tres dosis.

Estas cifras de vacunación preocupan a los infectólogos por tres motivos: la duración de los anticuerpos con las vacunas de ARN mensajero (como la de Pfizer) es menor a la estimada al comienzo y eso dejaría a la población más expuesta. Porque al haber más hospedadores susceptibles de infectarse, eso podría poner en riesgo a la población con comorbilidades. Y por a mayor población sin inmunizar, mayor es el caldo de cultivo para que surjan nuevas variantes de preocupación.

Durante el verano europeo hubo un aumento de los contagios que impactó “poco” en Sudamérica. Pero ahora está habiendo un nuevo incremento mundial que sí tiene foco en el hemisferio sur. En esa línea, por ejemplo, Brasil ya volvió a exigir el uso de tapabocas en aeropuertos y vuelos. Y varios países —entre ellos Uruguay— anunciaron vacunaciones de refuerzo.

El MSP está haciendo un estudio para conocer el nivel de anticuerpos de la población ya vacunada. Eso podría dar nueva evidencia sobre si los refuerzos a partir de marzo se circunscriben solo a los mayores de 50 años o si se extiende a otras franjas etarias.

El virólogo Santiago Mirazo explicó a El Observador que, si bien hay diferentes estudios, “como norma los anticuerpos empiezan a caer a partir del cuarto mes (de la inmunización) a razón de 18% a 20% cada 30 días”. ¿Qué implica eso? “Que no se tenga la suficiente carga de anticuerpos circulantes en la sangre para hacerle frente a la infección viral”.

Mientras, ¿qué? “Por ahora no se detectó la circulación de nuevas variantes, pero puede surgir en cualquier momento, particularmente con la venida de uruguayos del exterior para las fiestas”, explica el infectólogo Albornoz. Y concluye: “Es probable un aumento mayor de casos, sobre todo a fin de diciembre y enero, similar a lo que ocurrió el verano pasado, aunque la magnitud es difícil de saber”.

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