Pancho Perrier

Covid: vacunas, nuevas variantes y un miedo desactualizado

No es normal que el mundo haga un minuto a minuto de la secuenciación de un virus, y que tome decisiones en base a análisis primarios de datos científicos extremadamente complejos

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27 de noviembre de 2021 a las 05:01

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Hace un año hablábamos de covid, y si quedaba tiempo agregábamos otros temas. Hoy afortunadamente la normalidad nos rodea: gracias a las vacunas volvimos a vernos, a trabajar presencialmente, a ir a casamientos o fiestas, al estadio. El covid es un tema lateral, como lo habían sido todos los temas de salud hasta que la pandemia puso el mundo patas para arriba.

Sin embargo, esta semana el virus volvió a ganar titulares en Uruguay y el mundo. Aquí por noticias que buscan mantenerlo bajo control, y no ya por aumentos puntuales a los que afortunadamente ya casi no le prestamos mayor atención: las últimas pequeñas subas nos mostraron que, con los grandes índices de vacunación del país, el número relevante no es el número de casos diarios sino el de muertos e internados, que siguen planchados.

El tema de esta semana fue la aprobación de la vacunación a menores de entre 5 y 11 años, uno de las últimas poblaciones que queda sin vacunar. El debate fue intenso durante meses: el daño del covid en niños es poco menos que insignificante cuando la circulación es baja. Cuando es alta sigue siendo un porcentaje ínfimo, pero puede llevar a subir la cantidad de casos nominalmente.

Teniendo en cuenta la baja circulación de Uruguay, la pregunta que guió el debate en estas semanas fue: ¿es ético vacunar a niños para proteger a los mayores? Al final, lo que torció la decisión no fue que el covid-19 se haya vuelto más grave en niños, sino que las vacunas, especialmente la de Pfizer, muestran gran seguridad, al punto que el grado de riesgo de padecer efectos secundarios por la vacuna es menor incluso que el ya bajísimo de manifestaciones graves de covid. Con buen tino, la comisión asesora de vacunas aclaró que los niños no vacunados no pueden ser limitados en ninguno de sus derechos, a diferencia de lo que hoy ocurre con los mayores. Sí sería bueno que vacunados o no, puedan dejar de usar tapabocas y que puedan recuperar todas sus actividades sociales, y que ya no tengan que aislarse por un caso.

Sorteado el debate ético, la vacunación de niños dará un escudo de protección más: con el 78% con dos dosi, un 35% con tres, se podrá sumar hasta un 8% de la población vacunada. Junto con la cantidad de personas recuperadas (se estima hasta un 30% de la población) hay un muro de protección bastante seguro a futuras oleadas.

Otras partes del mundo no tienen la misma suerte. Varios países europeos sufren un aumento exponencial de casos a medida que el hemisferio norte llega al invierno. Lo más grave está ocurriendo en los países con bajos porcentajes de vacunación, desde los insólitos de Bulgaria o Georgia (25%) o Rumania (38%) pero también los que vacunaron mucho pero se quedaron estancados, como Alemania (68%, y que tuvo la tercera parte de los casos de Uruguay). En todos, los casos graves son en su enorme mayoría de no vacunados. Las vacunas siguen sirviendo.

Pero las alarmas sonaron más fuerte aún con la aparición de una nueva mutación del SARS-Cov-2 encontrada en Sudáfrica, que aparentemente tiene el doble de mutaciones que la Delta, especialmente en la proteína C spike, que en lenguaje simplificado es la que se adhiere a la célula infectada.  

Es demasiado pronto para cualquier especulación: solo se secuenciaron 53 muestras, aunque ya de entrada son el 80% de las analizadas en ese país, un ritmo mucho más rápido que con las anteriores variantes. La cantidad de mutaciones preocupa porque puede llegar a indicar un mayor escape inmune a las vacunas (es sobre esa espícula que trabajan las vacunas de ARN mensajero), pero muchos científicos ven eso con cautela: en última instancia, la memoria de las células B y T debería hacer su trabajo en la mayoría de los casos para prevenir casos graves.

Recién en tres semanas habrá un poco más de información certera acerca de cuán grave puede llegar a ser esta variante, que de todos modos ya fue catalogada como “de preocupación” por la OMS y se le asignó un nombre: ómicron. Por ahora solo es miedo potencial, lo que de todos modos fue suficiente para que varios países cerraran sus fronteras con Sudáfrica y varios de sus vecinos.

 

Y mientras tanto, a pesar de los escenarios apocalípticos, los alemanes vacunados siguen juntándose en bares, yendo a los estadios, disfrutando de sus vidas. Y ya sea en Alemania, como en Bélgica u Holanda, la gente reacciona con ira ante la sola idea de confinamientos y/o vacunación obligatoria. Sea en el país que sea, es difícil que la gente vuelva a aceptar ceder su libertad como hizo en el último año y medio.

Porque al final del día, no es normal que el mundo haga un minuto a minuto de la secuenciación de un virus, y que tome decisiones en base a análisis primarios de datos científicos extremadamente complejos. Eso genera miedo y preocupación en poblaciones sensibles, en mucho mayor medida que los tiempos en los que la ciencia puede dar respuestas serias. 

Está bien que se siga secuenciando, investigando, pero no debería ser un tema para el resto de la sociedad, al menos hasta que efectivamente se demuestre que es un problema. Como han dicho varios referentes, incluido el excoordinador del GACH Rafael Radi, el final social de la pandemia está llegando o ya llegó, más allá de que al fin médico o científico le faltan varios países. El resto deberíamos seguir con nuestras vidas.

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