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Debilitamiento de vínculos entre EEUU y Europa beneficia a China y a Rusia

La fuerte retórica de Merkel en contra de la administración Trump en la conferencia de Múnich destaca el desmoronamiento de la alianza

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28 de febrero de 2019 a las 15:33

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Philip Stephens

Aquí, en el gran salón de baile del hotel Bayerischer Hof de Múnich, se dio un momento para que los europeos se sintieran bien consigo mismos. La fuerte retórica de Angela Merkel en contra de la administración estadounidense de Donald Trump y en defensa del orden internacional liberal desencadenó una cascada de frustración acumulada. Mike Pence, quien le siguió a la canciller alemana en el podio el sábado, debe haber tenido los audífonos apagados. Los aliados de EEUU, declaró el vicepresidente estadounidense, debieran hacer lo que se les había indicado.

El hecho de que este intercambio tuviera lugar en la Conferencia de Seguridad de Múnich, la cual ha sido un hogar espiritual del atlantismo durante 50 años, dice algo acerca del estado de una relación que no hace mucho tiempo celebró la victoria sobre el comunismo soviético. Los europeos han tendido a minimizar el impacto de la presidencia de Trump sobre la alianza de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Pero ya es suficiente.

En este caso, "suficiente" para Merkel incluyó las decisiones unilaterales de Trump de sacar a las tropas estadounidenses de Afganistán y de Siria; de retirarse del tratado que prohíbe el despliegue de armas nucleares de rango intermedio; y de amenazar a Europa por no cumplir con las sanciones estadounidenses contra Irán. Cada una de estas decisiones tiene una relación vital con la seguridad europea; todas fueron tomadas por la Casa Blanca sin considerar a, o tener una discusión con, los aliados.

Si a esto le agreguemos la absurda amenaza de Trump de declarar que las exportaciones de automóviles europeas (él quiso decir alemanas) representan un peligro para la seguridad nacional de EEUU, podemos comprender por qué una motivada Merkel, casi emocional, recibió una acalorada ovación; y por qué un rígido Pence se encontró con un silencio casi absoluto.

Los ganadores en Múnich fueron Rusia y China. Sergei Lavrov, el experimentado ministro ruso de Asuntos Exteriores, rara vez se permite mostrar una sonrisa. Pero luchó por reprimir su satisfacción. Si existe un objetivo estratégico global que el presidente ruso, Vladimir Putin, tiene es el de abrir una brecha entre los europeos y los estadounidenses. Déjennos a los europeos dirigir nuestra casa común, ha opinado Lavrov. Lo que él quiere decir, por supuesto, es que con EEUU fuera del panorama, Moscú puede tomar las riendas.

Beijing también ha identificado una oportunidad. Yang Jiechi, el jefe de asuntos exteriores del Partido Comunista, puso a China firmemente del lado de Merkel, alabando el papel de las reglas e instituciones globales para enfrentar retos como la proliferación nuclear y el cambio climático. Yang rindió homenaje al multilateralismo casi tan frecuentemente como Pence elogió a Trump.

Los europeos están preocupados por el impulso de Beijing hacia el Occidente a través de su Iniciativa Un Cinturón, Una Ruta y por el liderazgo que ha asumido la compañía Huawei de China en producir tecnología de comunicaciones de última generación. Pero, preguntó Yang ¿el continente realmente quiere estar a la merced de la hegemonía tecnológica estadounidense?

Todavía hay quienes creen que las cosas pueden volver a ser como solían ser. Trump tiene, a lo sumo, seis años más en la Casa Blanca y, con un poco de suerte, sólo dos. Los demócratas, habiendo obtenido recientemente el control de la Cámara de Representantes, enviaron una considerable delegación a Múnich con el mensaje de que Washington todavía cuenta con atlantistas. Los optimistas señalan una brecha entre la retórica de Trump y la política estadounidense sobre el terreno. Él se burla de la OTAN; pero el Pentágono ha enviado más tropas estadounidenses a Europa del Este para contrarrestar la amenaza del revisionismo ruso.

Esto es suficientemente cierto. Pero la escuela de ‘la realidad no es tan mala como la retórica’ ignora el vaciamiento de una alianza que una vez estuvo basada en los principios y valores compartidos, así como en la defensa común. La carta fundacional de la OTAN comienza con un compromiso con la democracia, con la libertad y con el Estado de derecho. Éstos no son valores que le interesen mucho a Trump. El presidente estadounidense ha dejado en claro su preferencia por los hombres fuertes autoritarios en vez de por los campeones de un orden internacional liberal. El Estado de derecho escasamente tiene importancia en su cosmovisión.

El corrosivo impacto de este hecho sobre la opinión pública europea aparece en encuestas que muestran el colapso de la confianza en el liderazgo estadounidense. Cómo puede Alemania defender el atlantismo, se preocupan los diplomáticos de Berlín, cuando una considerable proporción de los votantes del país prefiere confiar en Putin en vez de en el presidente de EEUU.

El debilitamiento de la alianza precede a Trump. A pesar de su gran retórica, el expresidente estadounidense, Barack Obama, esperó hasta el final de su segundo término para mostrar interés en restablecer los lazos con Europa. La ausencia en la reunión de este año del fallecido senador John McCain habló sobriamente de la muerte de la generación de políticos y legisladores estadounidenses para quienes el atlantismo era esencial. Pero, si se eliminan los valores compartidos, los cimientos mismos se agrietan.

La dura verdad geopolítica es que ambas partes todavía se necesitan mutuamente. Merkel puede hablar de que Europa asuma mayor responsabilidad en sus propios asuntos de seguridad, pero existe poca evidencia de que esté lista para persuadir a una Alemania pacifista para que se siga ese camino. El presidente francés, Emmanuel Macron, ha tratado de acelerar el paso. Merkel lo ha desacelerado.

En cuanto a EEUU, Trump puede no comprenderlo, pero los cambios en el poder global hacen que Europa sea un aliado más importante, no menos. Éste no es un continente que Washington pueda permitirse cederles a sus rivales. Lo que se ha perdido es la calidez que conlleva la idea de un esfuerzo compartido y la confianza que permite tener espacio para exponer válidos desacuerdos. En un mundo destinado a ser moldeado por alianzas fríamente transaccionales, los europeos y los estadounidenses son ambos perdedores.

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