Camilo dos Santos

Del “no votéis” a ser el partido político más grande

Al cumplir 50 años, el Frente Amplio quedó corrido a la izquierda y los sectores moderados enfrentan el desafío de unirse para ganar peso en una interna

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06 de febrero de 2021 a las 05:02

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Con 109 votos en Montevideo, la izquierda uruguaya debutó en las urnas en medio de una discusión sobre la conveniencia de avalar elecciones que eran dominadas por los partidos tradicionales.

Era 1901 y ,sin lema ni partido, unos porfiados socialistas inscribieron una lista para la elección de la Junta Económico Administrativa de Montevideo.

“No votéis”, había titulado el diario anarquista Tribuna Libertaria en un llamado a no participar en esos comicios. Y el periódico El Trabajo sostenía: “La libertad de sufragio fue una mentira ayer, lo es hoy y lo será mañana (...) la igualdad política es una farsa, porque no existe igualdad económica”.

Tres años después, Emilio Frugoni fundaba el Centro Carlos Marx que en 1910 derivaría en la creación del Partido Socialista, que participó en las elecciones legislativas de ese año  y obtuvo la primera banca en Diputados.

De aquel PSU, emergería el Partido Comunista en 1920 (mientras Frugoni refundaría el PS) y en los 60, católicos de izquierda formarían el Partido Demócrata Cristiano.

Comunistas y cristianos serían los arquitectos de una alianza política de proyección en la historia.

Ahora se cumplen 50 años de la creación del Frente Amplio, que fue tan exitoso, como para convertirse en 1999 en el principal partido político del Uruguay. Nació como coalición, se convirtió en movimiento, se consolidó como partido político y pasó a ser el más tradicional de todos:

i) coalición fue al inicio: un acuerdo para votar juntos bajo un mismo lema con listas propias de cada sector (usaban el lema PDC para acumular bajo la ley de lemas);

ii) movimiento, porque generó una ola de adhesión más allá de sus partidos asociados, de gente que comenzaba a definirse como frenteamplista a secas, y luego elegía lista para votar y militaba junta en comités de base;

iii) se hizo partido en 1989 tras la ruptura (alejamiento de PDC y la 99-PGP), con lo que se quedó sin lema, y sus adversarios le votaron concesión de lema propio (como también a los escindidos), y las reformas de estatutos dieron más características de partido, por estructura y por los procesos de toma de decisiones;

iv) la tradicionalización se dio naturalmente, pero lo del “más tradicional” se explica por esto: es tradicional el partido que logra en el tiempo que los hijos de los votantes de un lema o divisa, siga la tradición electoral de sus padres.

 En este caso, los estudios de opinión pública muestran que la transmisión de adhesión partidaria y de voto se da más entre frenteamplistas que entre blancos y colorados.

La creación de “frentes populares” se dio en toda Latinoamérica, con el impulso de una estrategia de Moscú (PCUS/URSS) pero el uruguayo tuvo la particularidad de ser “amplio” en serio, tanto como para que entrara el PDC. El historiador José Rilla explica por qué se dio eso: “Nació contra (el presidente, Jorge) Pacheco y contra los tupamaros; eso se olvida, el FA estaba contra Pacheco y su autoritarismo, y también contra la vía armada”.

Hubo un intento de frenar a jóvenes que al ver que no había alternativa electoral creíble frente al bipartidismo, se embarcaban en la vía armada del MLN-T; había que poner un dique de contención a esa violencia y por ello se requería coraje político y voluntad de acuerdo, para crear una herramienta electoral que fuera movilizadora.

Los tupamaros no creían en ese camino y lo expresaron en sus documentos, aunque también manifestaron apoyo a la unidad de fuerzas de izquierda, aunque lamentaron que eso se hiciera con un fin electoral.

 Luego de ver el gran impacto movilizado del acto del 26 de marzo, el MLN-T creó un sector para vincularse al Frente (el 26M), que le permitía acercar jóvenes a su movimiento y no quedar ajeno a ese fenómeno popular.

En la primera elección, el Frente Amplio logró 18% del total de votos, mientras que en la elección anterior (1966) los partidos de izquierda sumados no habían llegado a 7%. El peso electoral interno del debut se distribuyó así:

- comunistas (1001): 33%,

- socialdemócratas-socialcristianos (99/PDC): 31%,

- izquierda latinoamericana (Patria Grande, UP Erro/MRO): 23%,

- socialistas (PSU): 12%.

El 1989 fue un año clave, porque se alejaron los sectores de izquierda moderada (PGP y PDC) e ingresaron los tupamaros, aunque no aceptaron ser candidatos en elecciones, lo que fue reprochado por otros grupos.

Sí lo hicieron en 1994 y comenzaron a crecer en la interna, hasta que en las internas frentistas de 2002 pasaron a ser mayoría y, a partir de entonces, el MLN-T es el sector más grande del Frente, lo que logró por méritos propios (popularidad de Mujica, y el trabajo militante sin pausa) y por causas ajenas (la caída de la URSS debilitó al PCU, cuyos principales dirigentes se dispersaron en varios sectores).

En los últimos tiempos, hasta el verano de 2019, el FA operó con 30 sectores agrupados en 4 columnas:

a) comunistas,

b) tupamaros,

c) socialistas,

d) socialdemócratas (FLS).

Y esas columnas funcionaron en relativo acuerdo de dos polos:

• izquierda con meta socialista: MLN-T (MPP) y PCU:

• redistribución dentro del capitalismo:  astorismo (FLS) y PS (controlado por ala moderada).

En 2019 el Frente tuvo un giro porque se desencadenaron dos procesos políticos:

1) ruptura del FLS y dispersión del astorismo en varios grupos;

2) victoria del ala ortodoxa marxista en el 49º Congreso Ordinario del PS (y 29º Extraordinario), que derivó en renuncias de los “moderados” y realineamiento del partido para nuevas alianzas, en sintonía con PCU y MPP. Eso supuso un fortalecimiento de la columna política prosocialismo, y eso no es una referencia histórica sino una definición actual de esos grupos:

MLN-T: “nuestro objetivo estratégico final es cambiar el sistema, cambiar la sociedad, construir una sociedad socialista” (XI Convención Nacional; 2017-2020);

PS: “la propiedad de los medios de producción, de cambio, de comunicación y de creación de la riqueza en el más amplio sentido debe tener un sentido social, donde la referencia central deje de ser el lucro individual para pasar a ser la riqueza colectiva!” (tesis actual);

PCU: basado “en la concepción del mundo marxista leninista (…) respalda a los pueblos que combaten por la liberación nacional y que luchan por poner fin a la explotación capitalista” (XXXI Congreso del PCU, junio de 2017)

El resultado electoral de 2019 dio este resultado:

MPP (MLN) 32%, PCU 16,4%, PS 7,7%, astorismo y disidentes del FLS y del PS: 28,3% (aunque no votan juntos), Vertiente: 9%; la nueva izquierda (Casa Grande, El Abrazo) 5,6%, entre otros.

El ala moderada podría ser la segunda fuerza si votara unida, o quizá la primera si arrastrara a otros parecidos, pero está dispersa y sin liderazgo; y además tiene escasa militancia frente al arco de los movimientos de modelo socialista. Al cumplir 50 años, el Frente encara el desafío de renovar dirigencia y elegir nueva conducción política, y lo que surja de esas definiciones marcará la suerte de la izquierda hacia 2024.

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