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El argentino que se basó en el rugby y desarrolló un modelo de ayuda para convictos que llegó a Uruguay

Eduardo “Coco” Oderigo comenzó su proyecto en una penitenciaria de Buenos Aires y, por el éxito que tuvo, el modelo se expandió en cárceles de la región

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08 de diciembre de 2022 a las 12:43

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Hace años el exrugbier argentino Eduardo “Coco” Oderigo fue a la Unidad Penitenciaria de máxima seguridad ubicada en San Martín, Buenos Aires.

Quien también es abogado penalista se hizo presente en esta cárcel junto a un amigo que incentivó la visita porque quería conocer las condiciones en las que vivían las personas privadas de libertad. 

Entonces —en esta primera visita que hizo a la penitenciaría— Oderigo encontró que allí había muchas personas sin un propósito y entendió que había que hacer algo al respecto por lo que decidió ir semana tras semana a un lugar donde nadie quería estar, tal como dijo durante su participación en el evento que cada año convoca a referentes contemporáneos para abordar temáticas de actualidad: SURA Summit.

El objetivo era acompañar a los privados de libertad, y que al menos uno cambiara su manera de pensar, que consiguiera cierto bienestar.
Cumplir con este objetivo no fue fácil, pero de a poco lo logró porque, con el tiempo, ese cierto bienestar se fue contagiando entre los convictos. Tanto es así que ellos mismos empezaron a cambiar la vida dentro de los pabellones, dejando de esperar la tan deseada ayuda exterior. “Demostraron que la transformación era posible”, señaló el exrugbier.

La clave para esto, según Oderigo, fue la pasión por el deporte: “Para poder transformar a alguien, la persona tiene que aceptar esta transformación; la forma de que eso suceda es que se apasione por algo”, explicó. “Se apasionaron por un deporte —en este caso el rugby—, y así se hizo mucho más fácil la transformación”, añadió haciendo referencia a su trabajo con los privados de libertad.

La pasión por el rugby fue tanta que incentivó al exrugbier a hacer un cambio en el espacio que la cárcel destinaba para que pudieran practicar el deporte. Pasó de ser una “cancha” de piedra, que estaba inundada, a ser una cancha de pasto sintético con dos haches. 

“Hicimos esa cancha, y pasamos de 10 jugadores a más de 300”, contó Oderigo en el evento.

Así fue que logró cumplir con su primera meta porque al formar un equipo —al que los convictos decidieron llamar Espartanos, haciendo referencia a los guerreros de la antigüedad— transformó a muchos privados de libertad: cambiaron su forma de pensar, por lo que luego de cumplir su condena tuvieron una buena reinserción en la sociedad. 

“Cuando la gente cambia su manera de pensar, los niveles de reincidencia bajan considerablemente”, explicó el deportista.
A propósito, contó la historia de un joven que lo había acompañado a prisión, y a quien, al año siguiente, le robaron en la casa. Por el siniestro que dejó a su padre con un balazo en la pierna, la policía detuvo a una persona.

Entonces el joven que ya había visitado la cárcel con Oderigo le pidió que el detenido pasara al equipo de los espartanos, y cada martes se hizo presente en la unidad penitenciaria para acompañar a esa persona con el objetivo de que, cuando saliera de la cárcel, no robara nunca más.

Y así fue que durante todo el tiempo de su condena, el joven trabajó junto con el detenido hasta que quedó en libertad. Pero la historia no terminó en ese momento, porque entró una nueva jugadora en el esquema: la madre del joven —quien también había sido víctima del robo—, y le consiguió un trabajo luego de que cumpliera su pena. 

“Es la idea de la transformación”, señaló Oderigo.

¿Y la salida laboral para el resto? 

No es novedad que para muchos empresarios contratar a un ex convicto no es una prioridad. Es más, para algunos ni siquiera es una opción. El problema es que si no tienen una oportunidad en la sociedad, el nivel de reincidencia sube.

Entonces, ¿cómo lograr que un empresario contrate a un ex privado de libertad? Según Oderigo, es importante la recomendación de personas de confianza para quien lo emplea. Tal fue lo sucedido en la historia del joven, la madre y el detenido.

Sobre el éxito que tienen estas personas cuando consiguen un empleo, el exrugbier dijo que la gran mayoría de los privados de libertad logran adaptarse por todo el entrenamiento practicando el deporte, así como el aprendizaje por la buena convivencia con el resto de las personas en el pabellón. 

“Llevamos valores de la vida metidos en una pelota ovalada”, sostuvo Oderigo y agregó: “Fue el entrenamiento necesario para salir a la vida”.
Además, por lo general, los ex convictos no quieren defraudar a quien los recomendaron.

En este sentido, el deportista recordó una historia de éxito de uno de los ex convictos de la Unidad Penitenciaria de máxima seguridad de San Martín. 

Hace algunos años Oderigo recibió una llamada en la que preguntaban por un espartano que quisiera subir a la montaña Aconcagua en una expedición, y llamó a Ezequiel.

—¿Cuánto mide?— preguntó el ex privado de libertad frente a la propuesta de Oderigo.

—Como siete mil metros.

— ¿Y cuánto tiempo tengo para prepararme?

—Ocho meses.

—Bueno, si vos me llamás es porque confiás en mí — concluyó la conversación, y aceptó formar parte de la expedición.

Ezequiel entrenó ocho meses, hasta que llegó el día de partir rumbo a la cima del Aconcagua.

Escaló por varios días, y cuando estaba a 500 metros de la cima pensó que no podía más. Pero sintió que no podía defraudar a todo el equipo que estaba pendiente de él, y cuando estaba a punto de rendirse, siguió: Ezequiel fue uno de los dos participantes de la expedición que  llegó a la cumbre, el otro fue el conductor televisivo Julián Weich.

Cuando estaba en la cima del Aconcagua, Ezequiel dijo: “Ahora entiendo cuando me decían que no tenía techo”.

Y así inició su vida de escalada, porque poco después el espartano se fue a Rusia y llegó a la cima del Monte Elbrus. Y hace dos meses logró el mismo hito en el Kilimanjaro de Tanzania. Ahora —según Oderigo— ya está pensando en subir al Monte Everest, la montaña más alta de la superficie de la Tierra.

Si el proyecto salió bien, ¿por qué no hacerlo en otro lado?

Luego de desarrollar el proyecto en  la Unidad Penitenciaria de máxima seguridad ubicada en San Martín, Oderigo decidió viajar por distintas provincias, y hasta países con la idea de trasladar la propuesta del programa e instalar o —en el caso de que hubiera—, mejorar las canchas en las cárceles: ya construyó nueve canchas de rugby, y dos gimnasios.

Fundación Espartanos —nombre que le puso Oderigo al proyecto luego de que tomara cierta dimensión, e incorporara a cada vez más colaboradores—, ya trabaja en más de 20 provincias de Argentina, y seis países de la región replican el formato en 10 unidades penitenciarias. Uno de ellos es Uruguay, con el equipo de la Unidad de Rehabilitación 13 Las Rosas, de Maldonado.

Y para colaborar con su reinserción a la sociedad, 100 empresas brindaron empleo a espartanos generando más de 300 oportunidades laborales generadas en diferentes instituciones públicas y privadas de Argentina.

Para concluir su presentación, Oderigo se refirió al equipo más ganador en la historia de todos los deportes: All Blacks. 

“Dicen que cuando estás en lo más alto, tenés que cambiar el juego porque el resto te va a ir alcanzando”, explicó el exrugbier. Y finalizó su discurso aludiendo a que ese es el modus operandi de la fundación, siempre yendo por más.

Espartanos en Uruguay

En abril los espartanos llegaron a Uruguay con un nuevo hito.

Un combinado conformado por integrantes del equipo que ya se encuentran en libertad viajó al país, y se enfrentó en un partido de rugby con Fénix: equipo de la Unidad de Rehabilitación 13 Las Rosas, de Maldonado.

En el encuentro los espartanos obtuvieron la victoria, y compartieron sus historias de reinserción para inspirar a otros a seguir un camino lejos del delito.

El encuentro contó con la presencia del presidente uruguayo, Luis Lacalle Pou, que se quedó durante las tres horas del evento y comprometió a los directivos del servicio penitenciario a continuar con esta herramienta del rugby dentro de las cárceles.

Lacalle Pou fue el encargado de dar la patada inicial, y el evento se hizo viral en internet porque la pelota cayó sobre la cabeza del jefe de Policía de Maldonado, Julio Pioli.

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