En su breve pasaje por la política partidaria, Ernesto Talvi sufrió la “vieja política” y la vivió como un “ejercicio insalubre”, según dijo en la última reunión de la cancillería al leer un texto del premio nobel Mario Vargas Llosa, relató Santiago Soravilla en esta nota.
2. Sin diálogo con el presidente desde hace más de un mes
Twitter Ernesto Talvi
Ernesto Talvi y Luis Lacalle Pou tuvieron una tormentosa relación como secretario de Estado y presidente. El dato más relevante en ese sentido es que ambos líderes no hablan desde poco antes de la precipitada renuncia del canciller en medio de la cumbre del Mercosur. Lacalle, presidente y líder de la coalición que integra el Partido Colorado, se enteró del retiro de la vida política de Talvi este domingo a la noche, al igual que el resto de los uruguayos.
Los trazos gruesos de la historia de relacionamiento entre ambos ya son conocidos, pero hay algunos detalles que explican mejor la ruptura. Ambos tenían una correcta relación antes y durante la campaña electoral. Pero poco antes de comenzar formalmente el gobierno, el líder colorado empezó a sentir que tanto el presidente como su entorno lo querían perjudicar. ¿Cuándo y cómo empezó todo? El 6 de enero. Lacalle Pou habló por teléfono con el secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, y Talvi se enteró después. Cuando los periodistas lo llamaban para saber de ese diálogo, el entonces futuro canciller no sabía qué decir. Eso lo enfureció y fue su primer gran choque. Luego vinieron varios más. Talvi llevó una lista de todas las veces que, según su visión, desde Torre Ejecutiva le hicieron un baipás como canciller.
Desde el otro lado la situación se vio muy diferente. En Torre Ejecutiva consideraron siempre que era muy difícil trabajar con Talvi porque nunca entendió que ser ministro implica una subordinación al presidente, y mucho más en la política exterior.
3. La relación con Sanguinetti y un vínculo que se rompió en el verano
La relación entre Julio María Sanguinetti y Talvi venía muy cascoteada desde antes de la campaña electoral, cuando con el objetivo de cambiar la política, el exdirector ejecutivo de Ceres le dio un portazo al dos veces expresidente y le dijo que no aceptaba a su grupo político porque había algunas personas que no le gustaban. Eso enfureció a Sanguinetti que, retirado de la vida política activa, decidió retornar y pelearle la interna. Después de varios meses con el expresidente arriba en las encuestas, Talvi hizo una gran campaña y se quedó con la postulación presidencial.
Si bien la relación nunca mejoró del todo, una vez que la coalición ganó el gobierno en noviembre y empezó la transición, ambos líderes parecían haber firmado una paz para poder trabajar. Es así que todas las semanas Sanguinetti junto con su hijo Julio Luis iban a reunirse con Talvi y Adrián Peña a las oficinas de Ciudadanos en Pocitos. Allí coordinaban acciones para la negociación con el resto de los partidos de la coalición. Talvi concentraba el diálogo con Lacalle, pero luego de la coordinación con la otra ala del partido. Todo iba bien hasta que Sanguinetti hizo algo que, según interpreta el expresidente, enojó a Talvi. Según el relato que hizo en su entorno, tiempo atrás, cuando Lacalle lo visitó en su casa de Punta Carretas, elogió un cuadro de Alfredo Testoni que tenía colgado en la pared. El cuadro simula una carta, pero está conformado por un montón de dibujitos de humanos que evocan fecha, destinatario y párrafos. El expresidente le contó al hijo de Testoni de ese elogio de Lacalle y este, en nombre de la familia, decidió regalarle al presidente electo otra copia de esa obra y le pidió a Sanguinetti que se la llevara. Por eso el 24 de febrero, el expresidente colorado, que tenía que ir a un cajero, decidió aprovechar para dejarle el cuadro a Lacalle en la sede de Todos de bulevar Artigas, donde se producía la transición. Según el relato del secretario general colorado, pensaba que Lacalle estaba en el carnaval de Artigas, pero cuando vio periodistas en la puerta se lamentó de su idea. Lacalle lo hizo subir, entró el cuadro y hablaron 15 minutos, aunque “no de política ni cargos”, según dijo Sanguinetti al salir.
Según esa versión Talvi no solo suspendió las reuniones semanales en Ciudadanos luego del episodio, sino que además le dejó de atender el teléfono a Sanguinetti. El expresidente intentó llamarlo varias veces, pero Talvi no respondió. Desde ese momento no volvieron a hablar. Según el entorno de Talvi ese episodio del cuadro no fue el detonante, sino otra situación que nunca develaron cuál fue. En cualquier caso, su turbulenta relación con Sanguinetti marcó su corta carrera política. Otro punto saliente fue cuando vetó a su hijo, Julio Luis Sanguinetti, para que no ocupara el rol que Batllistas pretendía, un cargo en la Comisión Administradora del Río Uruguay (CARU).
4. Un liderazgo sólido hacia afuera, débil hacia adentro
El liderazgo de Ernesto Talvi estaba consolidado en los votos y en la opinión pública. No solo por haberle ganado a Sanguinetti en la interna, sino también por todas las encuestas de opinión pública que lo consolidaron como el ministro con mayores niveles de aprobación mientras estuvo en el gabinete. Eso sin dudas le daba una fuerza y un respaldo que impedía que en Ciudadanos se desalinearan de su liderazgo.
Sin embargo, no era de los líderes que enamorara ni se ganara la confianza del resto de los dirigentes por su trato personal o directo. En privado, muchos dirigentes y hasta legisladores de Ciudadanos confesaban que no tenían la relación ni el vínculo que querían con su líder. Esa pata de la actividad política también fue una de las que más le costó a Talvi y estaba un tanto floja.
5. Desconfianza
Por su forma de ser, Talvi también era muy desconfiado. El episodio del cuadro con Sanguinetti o cómo vivió todas las movidas de Torre Ejecutiva dan la pauta de un líder que no se sentía cómodo lidiando con personajes que tienen muchísima más experiencia en la política. Esa desconfianza que él sentía también lo llevó como en un espiral a alejarse cada vez más y más del resto y que los otros actores políticos tampoco lo vieran con confianza.
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