Científicos del clima crearon una guía sobre cómo comunicar el cambio climático y los eventos extremos

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El cambio climático y sus azotes: olas de calor, inundaciones, huracanes, incendios y sequías

El informe de un equipo de divulgadores científicos explica las transformaciones del clima actual y sus tremendas consecuencias para el planeta y la humanidad
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17 de junio de 2022 a las 05:03

A principios de mes, India y Pakistán se convirtieron en un auténtico horno, con temperaturas incompatibles con el bienestar humano. Durante la ola de calor, los termómetros superaron los 45 ºC. Este simple evento desencadenó una sucesión de horrores: muertes, pérdida de cosechas, cortes de electricidad, incendios, empeoramiento de la calidad del aire. Por estos días, una ola de calor azota a España y está por llegar a Francia.

Hasta hace no mucho, vincular de forma tan contundente y prematura un fenómeno extremo con el cambio climático era impensable, tanto por parte de la comunidad científica como por el periodismo. Sin embargo, algo está cambiando.

Es inequívoco que el calentamiento global de la atmósfera está transformando el clima actual y alterando muchos eventos de distintas maneras. Por ello, dos científicos del clima han creado una guía sobre cómo comunicar el cambio climático y los eventos extremos. El documento, traducido a nueve idiomas, ha sido elaborado por Ben Clarke, de la Universidad de Oxford, y Friederike Otto, investigadora del Imperial College de Londres que fue elegida el año pasado como una de las 100 personas más influyentes del mundo por la revista Time.

El valioso trabajo se publica a través del World Weather Attribution (WWA), un grupo internacional de científicos y científicas especializado en el clima –cofundado por Otto y el recientemente fallecido Geert Jan van Oldenborgh– que analiza y comunica la posible influencia del cambio climático en los fenómenos meteorológicos extremos –como tormentas, lluvias torrenciales, olas de calor, nevadas, incendios y sequías–.

A continuación, repasamos distintos fenómenos meteorológicos extremos, su relación con el cambio climático y lo que se sabe hasta el momento:

Olas de calor

Aquí no hay dudas. Toda ola de calor es ahora más fuerte y común debido al cambio climático provocado por las actividades humanas, siendo la principal de ellas la quema de combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas). Como explican los autores de la guía, "las temperaturas antes consideradas extremas ahora son poco frecuentes, y las que antes eran prácticamente imposibles son la nueva definición de extremas”.

Una ola de calor que hubiera ocurrido una vez cada 10 años en el clima preindustrial (entre 1850 y 1900), ahora sucederá cada casi tres veces a lo largo de una década, y será 1,2ºC más calurosa. Con un calentamiento global de 2ºC, la probabilidad sube a 5,6 veces y será 2,6ºC más calurosa.

Debido al cambio climático, también es cada vez más probable que se sufran olas de calor en varias partes del planeta a la vez, "lo cual puede tener un impacto aún mayor (de varios órdenes de magnitud) en las personas, la agricultura y los sistemas alimentarios que el que puede causar un fenómeno aislado". Una vez más, la evidencia científica es clara: "La investigación muestra que estos ‘eventos acumulativos’ serían prácticamente imposibles sin el cambio climático", explican desde el WWA.

Inundaciones

Con las inundaciones provocadas por las lluvias extremas también existe un alto nivel de confianza respecto al papel que desempeña el cambio climático. Desde la década de 1950 las fuertes precipitaciones son más comunes e intensas en casi todo el planeta debido al cambio climático, explica el equipo de especialistas. Específicamente en Europa, la mayoría de Asia, el centro y este de Norteamérica y partes de Sudamérica, África y Australia. En zonas más amplias de África, Australasia y América Central y del Sur aún no hay confianza o certidumbre en cuanto a las inundaciones que provoca esa caída de agua: "Es posible que las inundaciones sean más frecuentes y/o severas en estos lugares, aunque también podrían estar influidas por otros factores". No obstante, dejan claro que las lluvias extremas no se han reducido en probabilidad en ninguna parte del planeta.

Dos ejemplos que sirven para ilustrar lo expuesto. En 2015, el norte de Inglaterra y el sur de Escocia se vieron afectados por la tormenta Desmond, que ocasionó inundaciones severas. El evento, según los estudios, era aproximadamente un 59% más probable a causa del cambio climático. En cambio, el calentamiento global impulsado por los gases de efecto invernadero poco o nada tuvo que ver con las devastadoras inundaciones sufridas en Bangladés en 2017.

El IPCC –el panel de especialistas en cambio climático de la ONU– también tiene suficiente evidencia sobre el tema: lo que antes hubiera sido un fenómeno que se da una vez cada 10 años, ahora ocurre 1,3 veces cada diez años, y es un 6,7% más húmedo. Con un calentamiento de 2ºC, esto ocurrirá 1,7 veces cada diez años, y será un 14% más húmedo.

¿Las lluvias extremas son más comunes e intensas por el cambio climático en cualquier rincón del planeta? Sí. ¿Todas las inundaciones tienen que ver con el cambio climático? No. Los estudios de atribuciones se suelen hacer con precipitaciones fuertes. Es decir: puede darse el caso de que una lluvia moderada cause grandes destrozos. En este caso, entran en juego otros elementos, como una mala planificación urbana, un alcantarillado pobre o una alta densidad de población.

Ciclones tropicales

Los tornados y fenómenos similares "son los más difíciles de entender, aunque poco a poco nuestro conocimiento va creciendo", reconoce Gabriel A. Vecchi, profesor de geociencias. Actualmente, el número total de ciclones tropicales por año no ha cambiado globalmente. Aun así, el cambio climático sí ha aumentado la incidencia de tormentas más intensas y destructivas. "Las precipitaciones extremas de ciclones tropicales han aumentado mucho, al igual que otros tipos de lluvia, y hay más mareas tormentosas debido al aumento del nivel del mar provocado por el cambio climático", detallan Ben Clarke y Friederike Otto en el documento.

El cambio climático afecta a los ciclones tropicales, principalmente, de tres maneras. En primer lugar, al hacer que llueva más. En segundo lugar, al calentar los océanos, lo que crea las condiciones perfectas para que puedan formarse tormentas más potentes, intensificarse rápidamente y persistir para alcanzar la tierra, a la vez que llevan más agua. Y en tercer lugar, la elevación del nivel del mar debido al calentamiento global hace que los daños de los ciclones sean mayores.

En base a la evidencia actual, se puede afirmar que los ciclones tropicales grandes (de categorías 3-5 en la escala Saffir-Simpson) de cualquier zona del planeta son más frecuentes, si bien el número total de ciclones tropicales (es decir, sin distinguir por su tamaño) no ha cambiado. En el Atlántico norte, la caída de lluvia total de los huracanes Katrina, Irma, Maria, Harvey, Dorian y Florence resultó más intensa (en un 4%, 6%, 9%, 15%, 7’5% y 5%, respectivamente) por el cambio climático. Estos eventos extremos ocasionaron daños y pérdidas por valor de US$ 500.000 millones. En cuanto al Pacífico norte, la lluvia recogida durante el tifón Morakot –ocurrido en 2009 y que afectó principalmente a Taiwán y provincias costeras de China– aumentó en entre 2,5% y 3,6%. Asimismo, las temporadas de ciclones extremos recientes en Hawái, en el Pacífico este y en el mar Arábigo también han resultado más probables debido al cambio climático.

Fuertes nevadas

Es habitual, y hasta cierto punto entendible, pensar que los efectos del calentamiento global se limitan a eventos de calor extremo. Pero lo cierto es que cada vez hay menos episodios de frío extremo (si bien estas aún son posibles, como lo es estar sano y acabar cayendo enfermo) debido al cambio climático.

Los especialistas reconocen que "no está del todo claro" cómo han cambiado los fenómenos de nieve intensa en la mayoría de zonas de la Tierra, pero "es posible que hayan aumentado en intensidad en algunas partes del este y norte de Asia, Norteamérica y Groenlandia".

Son muchos los casos que demuestran la incertidumbre que aún existe en torno a este tipo de fenómenos. Dos ejemplos claros: es posible que el cambio climático haya reducido la posibilidad de nieve a principios de otoño en Dakota del Sur, como sucedió en 2013. Sin embargo, ese mismo año, en los Pirineos españoles, la acumulación de nieve intensa resultó ser debida puramente a la variabilidad natural y no a cualquier influencia del cambio climático.

Sequías

Se trata de un fenómeno complejo. Las sequías agrícolas y ecológicas son las que muestran la señal más clara de cambio climático, como recoge el IPCC en sus informes recientes. También hay sequías meteorológicas, hidrológicas y subterráneas.

No hay una respuesta sencilla a la cuestión de la conexión con el cambio climático, por lo que hay que ser cautos a la hora de informar sobre este fenómeno. Aun así, se puede decir con confianza que las sequías se están convirtiendo en más comunes y/o severas como consecuencia del cambio climático en algunas áreas, incluyendo Europa, el Mediterráneo, Sudáfrica, el centro y este de Asia, el sur de Australia y la parte oeste de Norteamérica. Además, hay indicios de aumento en África del oeste y del centro, el noreste de Sudamérica y Nueva Zelanda.

Al igual que en otros muchos eventos extremos, en las sequías también entran en juego muchos factores más allá del cambio climático. Un ejemplo es la (mala) gestión que se hace del agua.

Incendios forestales

La emisión descontrolada de gases de efecto invernadero ha hecho que el planeta actual albergue las condiciones idóneas para que la temporada de incendios dure más y las llamas sean más voraces. La sequía y las altas temperaturas (ambas, como se ha visto, influidas por el cambio climático) son dos ingredientes fundamentales para que eso ocurra.

Se puede decir con confianza que ha habido un aumento en la probabilidad de clima de incendios en el norte global, en concreto, en el sur de Europa, el norte de Eurasia, los Estados Unidos y Australia, con inicios en el sur de China. De continuar la subida de temperaturas, las condiciones propicias para que los bosques y zonas verdes ardan irán a más. En otras regiones, aunque todo apunte a ello, la falta de datos de incendios históricos, entre otros factores, hace que la evidencia sea más limitada.

En el caso de Australia, los incendios de 2019 y 2020, tanto en Queensland como en Nueva Gales del Sur, fueron amplificados por el cambio climático. En este último, las condiciones climáticas que provocaron los fuegos los convirtieron en al menos un 30% más probables. Los incendios forestales recientes que arrasaron la costa oeste de Norteamérica, desde Alaska hasta California, fueron más probables y las zonas incendiadas aumentaron. Entre 1984 y 2015, más de 4 millones de hectáreas de zona incendiada en Norteamérica del oeste han estado directamente atribuidas al cambio climático. Y en el sur de China, los incendios forestales extremos de hace tres años fueron más de siete veces más probables debido al cambio climático.

Una vez más, hay actividades humanas más allá del cambio climático que influyen en un evento extremo como éste. Por ejemplo, una mala gestión de los bosques o los focos de ignición –es decir, el origen de las llamas, que suelen ser las personas–.

Son muchos los sucesos en los que el cambio climático, de una u otra manera, acaba incidiendo. No todos los fenómenos extremos siguen un mismo patrón, pero los impactos son tan amplios como devastadores para la sociedad: pérdida de cultivos y tierras agrícolas, destrucción de propiedades, trastornos económicos graves y pérdida de vidas.

Como resume Gabriel A. Vecchi, "el cambio climático es tan obvio que, honestamente, no hay duda de su existencia ni de su impacto". Aun así, y siendo consciente del horror, alberga cierta esperanza: "El futuro siempre es incierto, pero veo una posibilidad muy grande de que salgamos de aquí".

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