En estos días que se empieza a hablar del control de los contenidos violentos en televisión y en momentos que la seguridad pública parece haber salido -obvio que transitoriamente- del centro del debate, puede ser bueno un ejercicio de comparación. Comparar horrores y vernos a nosotros frente a ellos.
Ya nadie parece discutir que el asesinato de un empleado de La Pasiva en mayo marcó un antes y un después en la actitud del gobierno. Hubo marchas de indignados, organizaciones gremiales hicieron oír su voz, los editorialistas pusieron el foco en la rapiña, se repasaron cifras, se debatió. Y un tiempo después el gobierno casi en pleno se presentó ante la ciudadanía para anunciar un plan de medidas en torno a la seguridad que hicieron pensar que el “efecto La Pasiva” activó al oficialismo.
Un tema de los que estuvo en debate fue la decisión de los canales de TV de repetir decenas y decenas de veces las imágenes de la cámara de seguridad del negocio que registró el crimen. ¿Cuántas veces se debió emitir para que hubiese una especie de consenso social que dijera que era suficiente?
Pongamos que sí, que estamos de acuerdo en que se emitió demasiadas veces. entonces ¿cuánto era lo correcto?
La responsabilidad y la pericia de los comunicadores se mezcla con los límites de la libertad de expresión y con el interés ciudadano.
Sin aquellas imágenes no hubieran sido posibles las marchas, las manifestaciones gremiales ni, seguramente, aquella conferencia de prensa del gobierno cuyos anuncios por estos días han cambiado bastante producto de diferencias internas.
Y sí, las imágenes también alentaron a los reaccionarios, a los de la mano dura, a los políticos que han venido aprovechando el tema de la inseguridad para levantar algún voto más. Pero así es la libertad.
Como contracara de aquella muerte que las pantallas emitieron una y otra vez, esta semana tres pibes fueron asesinados, uno era un recién nacido, el otro tenía 15 meses y la última 5 años, a quien mataron a puñaladas con un destornillador. Cinco años. Imaginatela.
No hay indignados, ni grandes protestas, ni habrá conferencias de prensa oficiales. Tampoco habrá cuestionamientos a los medios porque las cámaras no estaban allí para mostrarnos a la nena desangrada. Por suerte no las había y por suerte no la vimos. Claro, no hay indignados, ni grandes protestas, ni habrá conferencias de prensa oficiales.
Parece que precisamos ver para reaccionar como suelen reaccionar los humanos ante situaciones como esta. Es un dato, apenas uno más, a tener en cuenta si es que en algún momento alguna brigada de la corrección quiere decidir qué vemos y qué no.
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