Leonardo Carreño

El desconcierto del Frente Amplio por el juego de ajedrecista de Lacalle Pou

La izquierda subestimó al blanco y, al no querer ver la estrategia que seguía desde 2015, terminó en jaque y pocas piezas para mover y dar vuelta el resultado

Tiempo de lectura: -'

02 de noviembre de 2019 a las 05:01

Estás por alcanzar el límite de notas.

Suscribite ahora a

Pasá de informarte a formar tu opinión.

Suscribite desde US$ 3 45 / mes

Esta es tu última nota gratuita.

Se parte de desde US$ 3 45 / mes

Primero, el impacto doloroso por el resultado; segundo, una reacción primaria de convencimiento de que se puede; tercero, repensar rápido la estrategia; cuarto, salir a la arena a dar batalla; y quinto, rezar, prender una vela, cruzar los dedos, aún cuando se esté lo más lejos imaginable de un sentimiento religioso.

Esas son las cinco fases por las que pasó el Frente Amplio a partir de la votación del domingo 27; lo que se dio así por un proceso de exceso de confianza sin fundamento, por fallas en la lectura de la información de los últimos años, por carencia de conducción central y por ausencia de una coordinación efectiva entre líderes sectoriales.

La red de protección del Frente está en su gente, en la adhesión masiva y pasional, que demostró tanta efervescencia en los días previos a la elección, que un resultado previsible terminó siendo puesto en duda incluso por observadores independientes.

En frío, mirando la foto del 27, los números mostrarían una buena plataforma para el Frente, porque su candidato tiene 40% y su rival diez puntos menos, y debe sumar a partir de su propio 30%.

Así lo quiere sentir el Frente, para darse confianza y para mostrar a su militancia, que es posible revertir la imagen del último domingo de octubre. Es como el capitán de un equipo de fútbol que en el vestuario da un mensaje motivacional a sus compañeros, transmitiendo el “sí se puede”.

Es un mensaje que tiene algo de cierto (en teoría siempre se puede revertir un resultado adverso), aunque mucho más de deseo.

***

Es cierto que Lacalle Pou tiene solo 30% y el resto debe conseguirlo de otros partidos, pero para el líder blanco, esa tarea no comenzó el domingo de noche, si no que la trabajó hace años.

La cooperación electoral de blancos y colorados tiene una predisposición natural y ya se ha expresado en 1999, 2009 y 2014, pero para que fuera exitosa, Lacalle Pou trabajó políticamente durante todo este período. Y ahora no tuvo que salir a buscar un acuerdo; ya lo tenía.

El Frente ha querido presentar eso como “un acuerdo de cúpulas” que se juntan “entre cuatro paredes”, pero lo cierto es que se trata de una coincidencia programática real, articulada por una estrategia política pensada a distancia.

Los partidos que apoyan la postulación de Lacalle Pou coinciden en aspectos centrales de política económica, apertura comercial, reforma educativa, readecuación de políticas sociales, refuerzo del combate al delito, entre otros puntos.

Y también en eso trabajó Lacalle Pou. No en secreto; anunciando que lo estaba haciendo.

Su plan de Ley de Urgencia no es un misterio, porque el contenido está detallado en el programa de gobierno que es extenso y no ambiguo, y está para complementarse con apoyo de los asociados.

En frente, el FA lo subestimó; se creyó una imagen que le endilgó, de cajetilla inmaduro, de falta de conexión con el pueblo, lo que se tradujo en comentarios persistentes: “si la oposición tuviera un buen candidato nos complicaba”. El “Lacallito” les parecía poca cosa.

Ahora se fue la primera de las cuatro semanas de campaña de balotaje y la oposición cumplió un guión de cadencia perfecta, lo que se vio el domingo de noche con la sucesión de pronunciamientos.

El resultado, que Lacalle Pou anticipó el jueves en una penca informal, le dio alivio para cerrar la negociación de acuerdo multipartidario, que parecía fácil hace un año pero que se habia complicado con la simultánea irrupción exitosa de Manini Ríos y la caída estrepitosa de los otros dos socios: PI y Novick.

Claro que con un Frente que no llegó al 40% de los votos, Lacalle Pou no tuvo la presión de apurarse a sacar una foto de socios o a firmar un documento.

Entonces fue protagonista el domingo, y lo siguió siendo cada día de la semana, en las reuniones distendidas con colorados, Cabildo, PI y Partido de la Gente.

Algunos dirigentes o militantes frentistas esperaban que eso fuera desprolijo, que Talvi titubeara, que Mieres no aceptara estampar su firma al lado de la de Manini, que Cabildo asustara a algunos, que blancos de la minoría armaran lío. Nada de eso pasó, y el golpe del domingo se prolongó en la semana.

Esa actitud de esperar un error del otro, es riesgosa, porque hace que el resultado no dependa de lo que uno haga, sino de posibles patinadas de adversarios.

***

Lacalle Pou sufrió una derrota de 2014 y se propuso aprender de esa experiencia; tejió una estrategia de largo aliento y cuando su plan se cruzó con obstáculos inesperados, fue hábil para superarlos.

Para las internas no esperaba una competencia desafiante (incluso la soñó de candidatura única), pero debió redoblar concentración, esfuerzos y recursos, para evitar una sorpresiva victoria del intruso llegado en paracaídas.

Para las nacionales no esperaba la irrupción de un competidor en su zona de influencia, ni un socio necesario que incomodara a otros, pero también supo manejar eso.

Como en el ajedrez, Lacalle Pou apeló a la “apertura italiana”, que comprende lo que irónicamente se conoce como “giuoco piano” o “giuoco pianissimo”, es decir “juego lento” o “lentísimo”, que parece lento o prudente, pero que es ofensivo fuerte, de ataque firme, con estocadas de jaque.

Para cualquier ajedrecista, o en este caso para cualquier político o analista político, el juego de Lacalle Pou era visible, pero al no verlo por no quererlo ver, o no saber interpretarlo, la partida para el oficialismo se hizo mucho más complejo de lo que hubiera sido.

Mientras el Frente Amplio preparaba la fiesta para el domingo de noche, Lacalle Pou esperó las proyecciones de escrutinio, dejó mover al adversario primero, luego dejó que sus alfiles avanzaran y al final movió la dama para cantar “jaque”, y esperar a noviembre, “piano, pianissimo”.

CONTENIDO EXCLUSIVO Member

Esta nota es exclusiva para suscriptores.

Accedé ahora y sin límites a toda la información.

¿Ya sos suscriptor?
iniciá sesión aquí

Alcanzaste el límite de notas gratuitas.

Accedé ahora y sin límites a toda la información.

Registrate gratis y seguí navegando.