El enigma que todos saben

Ver Secretos de una obsesión es una experiencia rara. Da la sensación de ser una película que ya se vio antes, algo que para quienes vieron El secreto de sus ojos es cierto. Es que a pesar de su desabrido título, se trata nada menos que de la adaptación hollywoodense de una de las películas argentinas más exitosas de la historia, tanto a nivel de taquilla como de crítica y de premios, con el Oscar a Mejor película extranjera en la cima de todos ellos.

La comparación no es lo ideal, pero como aventuró Eduardo Sacheri (autor de La pregunta de sus ojos, la novela en la que se basa la película original de Juan José Campanella) en Argentina, y por una cuestión de proximidad en Uruguay, es inevitable comparar ambas versiones.

Al principio todo hace pensar que la adaptación no es tan cercana. En lugar de un grupo de funcionarios judiciales, los protagonistas Ray Kasten (Chiwetel Ejiofor) y Jess Cobb (Julia Roberts) son dos agentes que trabajan para un grupo antiterrorista en Los Ángeles, cuatro meses después de los atentados del 11 de setiembre de 2001 y en plena paranoia anti-musulmana en Estados Unidos.

Un asesinato en las afueras de la mezquita que están investigando los lleva a descubrir que la víctima es nada menos que la hija adolescente de Jess, generando así el momento más escalofriante de la película gracias a la interpretación de Roberts. Pero luego, cuando comienza la cacería del sospechoso, todo se hace mucho más parecido, y las comparaciones empiezan a aparecer.

Esto es algo inescapable, sobre todo en los momentos idénticos entre ambos filmes. Cuando Ray y su compañero Bumpy (Dean Norris) persiguen a su sospechoso por las entrañas del estadio de béisbol de los Dodgers de Los Ángeles, no hay forma de no pensar en su magistral escena hermana que transcurre en el Cilindro de Avellaneda, el estadio del Racing argentino, en un largo plano secuencia. Y las similitudes son tan exactas como el hecho de que el fugitivo se esconde en el baño y golpea al más veterano de los dos perseguidores, algo que sucede en ambas versiones.

Más allá de los cambios iniciales en la trama y en la composición de los personajes (los papeles de Guillermo Francella y Pablo Rago de la versión argentina están combinados y repartidos entre Roberts y Norris), el desarrollo y el desenlace de la historia son básicamente idénticos, incluso con los cambios en la temporalidad y en la idiosincrasia de sus protagonistas (como el gusto por el béisbol en lugar del fútbol). Lo que lleva a preguntarse si era necesario el remake.

Quizás sí para el público estadounidense, sobre todo al acercar la trama a un momento histórico y a una visión del mundo que sea más comprensible para ellos, pero dada la universalidad de la película original, da la sensación que Secretos de una obsesión no aporta nada nuevo, y corre con la desventaja de que su contraparte argentina sea más querida y disfrutada por el público local, además de que como película es mejor.

Esto se refleja incluso en las actuaciones. Mientras que Ejiofor y Roberts logran un trabajo sólido, Nicole Kidman (que interpreta a Claire, la asistenta del fiscal de Los Ángeles y el amor imposible de Ray) no está a la altura de sus dos compañeros. Quizás alguna cirugía estética le ha quitado expresividad, o quizás sea simplemente su forma de encarar el papel, pero la australiana no transmite ninguna emoción, y eso afecta al resultado final.

Un punto a reconocer a favor del director y guionista Billy Ray es su capacidad para viajar hacia delante y atrás en el tiempo entre escena y escena. A pesar de que los cambios son continuos y solo están demostrados por un leve cambio en la apariencia física de los protagonistas, lo que sucede ante los ojos del espectador es perfectamente comprensible.

De todas formas, el resultado final es un filme irregular, que alterna momentos de adrenalina y emoción, con momentos demasiado lentos. Hay pasajes como la secuencia del estadio, que si bien no tiene el nivel de la versión argentina, es de lo mejor de la película en ese sentido. A su vez, el hecho de conocer la versión original hace que todo sea mucho más predecible.

Más allá de esto, no es una película mala. Simplemente es correcta, y logra salvarse del desastre por la calidad actoral involucrada, con la mencionada excepción de Kidman, así como por el hecho de que el material inicial, tanto la novela como la película, es bueno. Y a pesar de ser una historia conocida se ve, de fondo, el atractivo de ese original.