El enigma Talvi o el dilema del socio menor

El problema con el que lidia Talvi viene siendo estudiado desde hace tiempo en la ciencia política. Hace algunos años, con mi colega Daniel Chasquetti escribimos un capítulo para el libro que, después de cada ciclo electoral, publica el Instituto de Ciencia Política (FCS-Udelar).1 Para analizar la derrota del Partido Nacional en la elección de 2000 formulamos un argumento simple. Sostuvimos que el desempeño del socio menor de una coalición de gobierno en la elección subsiguiente será una función i) del acierto en la elección del momento de salida de la coalición y ii) del tipo de competencia entre los precandidatos a la Presidencia durante la elección primaria. En concreto, dijimos que entre 1995 y 2000 el PN había cometido dos errores políticos: i) no abandonar con tiempo suficiente la coalición de gobierno que lideraba el presidente Julio María Sanguinetti y ii) instalar un clima de fratricidio durante la selección del candidato presidencial del partido.

Muchas cosas han cambiado en la política nacional desde que escribimos ese texto hace veinte años. Pero el problema de fondo sigue siendo el mismo. Siempre, en todos los casos, cualquier sea el régimen de gobierno (parlamentario o presidencial), formar parte de una coalición dirigida por otro actor enfrenta a los socios menores a dilemas políticos muy delicados. Los partidos menores deben cooperar con el presidente para asegurar el éxito del proyecto y favorecer la reelección de la coalición. Pero, al mismo tiempo, deben encontrar la forma de competir con el partido que dirige la coalición para persuadir a la ciudadanía de la conveniencia de hacer un “enroque”, convirtiendo al partido menor en socio mayoritario y, por tanto, en líder de la eventual nueva coalición. El gran desafío político de cada socio menor es encontrar el mejor punto de equilibrio entre cooperación y competencia. El socio menor debe graduar elogios y críticas al presidente y su gestión. Debe poder diferenciarse del presidente para concretar el enroque. Pero debe ser muy cauto si quiere tener, cuando llegue el momento, el apoyo del partido del presidente y de esos electores. Debe decidir cuál es el mejor lugar para cooperar y competir. Ser ministro tiene ventajas. No formar parte del gabinete puede ser visto como falta de lealtad al proyecto común. Tiene también desventajas. Encierra al socio menor en una jaula de oro. Por eso, los socios menores a veces exploran otras alternativas como cooperar con el presidente desde el Parlamento (como viene haciendo Guido Manini Ríos, otro socio menor clave). Talvi, por lo que ha trascendido, también maneja la eventualidad de ni siquiera asumir su cargo de senador para poder dedicarse full time a la construcción de su liderazgo.

No es nada fácil para los líderes que forman parte de una coalición dirigida por otro partido resolver dónde estar, cómo cooperar, cuánto y de qué modo concreto competir con el partido del presidente. Talvi tiene una excelente formación como economista y una larga trayectoria en esa profesión. Pero, como él mismo ha dicho tantas veces, es un político nuevo y comparativamente poco entrenado en los misterios de la competencia política. Creo que tomó una buena decisión cuando, en su momento, optó por formar parte del gabinete. Creo, en cambio, que comete un error anunciando ahora, en el mejor momento del gobierno, cuando los electores de la coalición festejan que todo viene saliendo bien, que pretende abandonar lo antes posible su cargo de canciller. Sospecho que la mayoría de los electores de la coalición multicolor se están sintiendo defraudados. Tendrá que seguir haciendo un gran esfuerzo por explicar mejor los fundamentos de su decisión. 

1Daniel Chasquetti y Adolfo Garcé. “Después del naufragio. El desempeño electoral del Partido Nacional”, en Elecciones 1999-2000, EBO-ICP, Montevideo, 2000.

Adolfo Garcé es doctor en Ciencia Política, docente e investigador en el Instituto de Ciencia Política, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de la República.