El exilio de los yacarés

El único criadero de caimanes en Uruguay, ubicado en Cerros Azules, cerró en marzo. Los animales fueron trasladados a un área de la Dinara, en Villa Constitución

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16 de mayo de 2013 a las 05:13

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"Siempre me gustaron los cocodrilos, por eso los empecé a criar en mi casa”. Así lo explica Álvaro Fernández Buzó, el responsable de que haya habido un criadero de caimanes en Uruguay desde el 8 de diciembre de 2001 hasta el 4 de marzo de este año en Cerros Azules, departamento de Maldonado. Los animales, por lo menos la mayoría de los 271 ejemplares que había el día del cierre, fueron trasladados a una dependencia de la Dirección Nacional de Recursos Acuáticos (Dinara) en Villa Constitución, departamento de Salto.

Según Daniel Gilardoni, director de la Dinara, ese criadero era el único que había en Uruguay, y se procedió a su cierre “de la forma más ordenada posible”. El Observador intentó comunicarse con los técnicos de la dependencia de Acuicultura, pero no fue posible. Para que hablaran se requería la autorización del director y, una vez obtenida, los funcionarios ya no estaban disponibles, según se afirmó desde allí.

Fernández Buzó tiene el orgullo de que en los 11 años en los que funcionó el criadero, que era visitado por el público, “no hubo un solo accidente”. Conocía a esos animales desde que empezó a criarlos en su casa de Malvín, allá por 1996. Llegó a tener 45 ejemplares que habían alcanzado un tamaño de unos 90 centímetros de largo. Fernández también tenía dos hijos, de 11 y 12 años de edad.

Si bien “no eran peligrosos”, era hora de tomar alguna medida y que su casa dejara de ser “la casa de los cocodrilos”. Fernández decidió que había que criarlos en algún lugar más idóneo que su fondo de Malvín, donde los reptiles nacían en una incubadora hecha de una vieja heladera vertical.

Fue entonces que presentó el proyecto a las intendencias de Lavalleja y de Maldonado. La primera le hizo 13 objeciones y la segunda lo declaró de interés departamental.

Fernández Buzó cuenta que el proyecto fue acelerado por el entusiasmo del entonces presidente de la República, Jorge Batlle: “Me llamó y me dijo 'esto es inusual, interensantísimo'”.

La clave para haberse mantenido sin accidentes, según Fernández, fue que las piletas y los lagos no estaban en cauces de agua represados, que podían ser desbordados. “Nunca se escapó ningún animal”, señaló.

Durante todos estos años, en el predio de 6 hectáreas de Cerros Azules, se hicieron visitas guiadas por una entrada de $ 100. Ahora Fernández Buzó confía en el interés de otro emprendedor, Agustín Sena, que está pensando en volver a llevar a los reptiles a Cerros azules.
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