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El futuro posible del Mercosur

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11 de junio de 2020 a las 05:02

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Por Nicolás Albertoni

En medio de los desafíos económicos que trae la actual pandemia, Argentina ha tenido algunos movimientos relativos al Mercosur que generan más incertidumbre a un bloque que se encuentra estancado hace más de una década. El pasado 24 de abril, el gobierno de Alberto Fernández comunicó a sus pares del Mercosur (Brasil, Paraguay y Uruguay) que Argentina dejaba de participar “en las negociaciones de los acuerdos comerciales en curso y de las futuras negociaciones del bloque, excluyendo de esta determinación a las ya concluidas con la Unión Europea y con la Asociación Europea de Libre Comercio (EFTA)”. A los pocos días, Argentina revió su posición y anunció que seguirá siendo parte de las negociaciones externas. Más allá de estas idas y vueltas, las señales dadas por ese país sirvieron para reavivar nuevamente el –ya eterno– debate sobre el futuro del Mercosur.

Aunque esta vez, este debate no se reabre en un contexto cualquiera. La pandemia covid-19, se trata de un hecho sin precedentes, tanto en términos sanitarios como socieconómicos, para la región. El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) ajustó drásticamente las previsiones de crecimiento para América Latina y el Caribe. Mientras en enero de 2020, calculaba una expansión del PBI regional del 1,6%, actualmente estima una caída de entre 1,8% y 5,5%. Los países del Mercosur se verán especialmente afectados por la reducción de los precios de los productos básicos; la actual dislocación de los mercados financieros y la caída de los flujos de entrada de capital. Es por esta razón que, incluso si Argentina no hubiera puesto este tema sobre la mesa, este “mundo en pausa” en el que estamos viviendo es un buen momento para que el Mercosur pueda modernizarse y así adaptarse a un nuevo tiempo que ya llegó.

¿Por dónde empezar entonces esa modernización? Un primer paso de este proceso debería promover la señal clara de los miembros de consolidación y profundización de la zona de libre comercio ya existente, dando certeza a todos los actores económicos de los países miembros que los beneficios regionales ya adquiridos no estarán jamás en duda. Esta consolidación debe estar en el papel y no en las palabras. Cumplido este primer paso, se debería preparar la plataforma institucional para fomentar un mayor dinamismo del bloque a través de acuerdos internacionales, ya sea mediante acuerdos bilaterales de sus miembros o acuerdos que se decidan negociar en conjunto.

Es necesario flexibilizar las condiciones de las negociaciones de acuerdos que los miembros decidan abordar en bloque. En este sentido, un precedente importante es el que se consideró, entre otros, para el recién concluido acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea, que incluye la figura de la ratificación bilateral. Cuando un acuerdo se firme, cada país signatario que lo ratifique podrá comenzar a hacer uso del mismo sin necesidad de esperar a los demás miembros del bloque.

Esa modalidad —utilizada ya, pero en pocos acuerdos del bloque— debería ser la norma de aquí en adelante: evitará que, una vez concluidas las negociaciones, los países que puedan ratificar los acuerdos en poco tiempo, no deban esperar por los debates políticos de sus vecinos, para poder comenzar a hacer uso de los acuerdos.

Por otra parte, cada país del bloque debería tener la libertad de avanzar bilateralmente en acuerdos con países que sean de su interés. Y para que esto sea dentro de un marco equilibrado y transparente se podría considerar, por ejemplo, cláusulas que favorezcan la lógica de la transparencia más que de consulta o “veto”. Hay otros acuerdos regionales que ya han creado mecanismos en los que establece que, si uno de los socios desea comenzar un acuerdo comercial con un tercer país externo al bloque, deberá avisar (no consultar) a los socios antes de iniciar las negociaciones. Mercosur debería remover la lógica de “veto” que hoy existe en el bloque para generar una mayor dinámica comercial. También se podrían establecer casos de semi-bilateralidad, en los que, primero se negocian acuerdos marco que establecen los límites generales del acuerdo y después, cada país puede avanzar en diversos aspectos de interés, de forma individual con la contraparte.

En definitiva, cualquier debate sobre la modernización del bloque que se concrete en el futuro deberá tener como ejes centrales la claridad y la transparencia para trazar un mapa de ruta que genere certezas y no más incertidumbre de la que ya existe en los mercados internacionales. Mercosur, como mercado, debe ser un trampolín de las exportaciones regionales y no un tobogán donde todo confluye hacia un mismo destino, creando mayor dependencia y vulnerabilidad de sus miembros.

Nicolás Albertoni (@N_Albertoni) es investigador del laboratorio de Economía Internacional y Seguridad (SPECLab) de la Universidad del Sur de California y autor de tres libros sobre la inserción internacional de Uruguay. Este artículo reúne reflexiones analizadas por el autor en diversos artículos y libros sobre esta temática, así como en el Coloquio: Hacia un nuevo Mercosur, organizado por Academia Nacional de Economía y CURI. Fue Premio Academia Nacional de Economía en 2010.

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