J. Samuelle

El mercado interno

Análisis de Luis Romero Álvarez para El Observador Agropecuario

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06 de julio de 2018 a las 05:00

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Por Luis Romero Álvarez, especial para El Observador

La granja nacional está pasando por un muy mal momento. Los productores están cada vez más encerrados en problemas que los superan. Para los granjeros de Uruguay, el mercado interno es vital y, lamentablemente, estamos permitiendo que ese que es su último recurso sea atacado con importaciones desleales.

En el marco regulatorio de la Organización Mundial del Comercio (OMC) existe una batería de herramientas, llamadas salvaguardias, que permiten a un país frenar la entrada de productos importados que generen daño o amenaza de daño a un sector de actividad.

Al aplicar estas salvaguardias, no se genera el derecho a represalias de parte del país exportador. Nuestro país es tímido para defender los derechos de nuestros productores y no juega fuerte para proteger, dentro del marco legal, a nuestro mercado interno, que es chico, pero es clave especialmente en momentos de altísimos costos locales de producción.

Veamos el ejemplo de la carne de cerdo: tenemos producción de muy buena calidad, muy castigada por los costos e impuestos locales, pero llegan importaciones de carne de cerdo muy baratas desde Brasil que complican a nuestros productores.

Ahora bien, Brasil utiliza un anabólico llamado ractopamina, que genera más producción de músculo y menos grasa, que aquí y en Europa está prohibido. Recientemente Rusia prohibió también este producto frenando las importaciones desde Estados Unidos y Brasil, las cuales buscaron otros mercados donde volcarse a cualquier precio. Pues bien, Uruguay que no permite el uso de este anabólico en su territorio, acepta la entrada de carne importada producida con este químico. ¿Esto tiene algún sentido? La única y clara respuesta posible es no, pero Uruguay sabiendo esto no hace nada.

Los países han prohibido este anabólico para proteger a sus poblaciones por los efectos negativos que puede generar su consumo residual en las personas. Allí donde está permitido todavía es porque se busca ayudar a sus productores a bajar costos y ser más eficientes.

Sólo aquí nos damos ese lujo, a la vez de arriesgar a nuestra población de paso perjudicar a nuestros productores que no pueden usar el producto, pero sufren en el mercado interno la entrada de carnes producidas usando esta ventaja.

Situaciones parecidas se dan en la importación de carne y partes de pollo y seguramente en otras áreas de la producción granjera.

Es un clásico que empresas grandes en mercados grandes vendan a su mercado interno calculando su costo promedio (todos los costos dividido por todo lo producido), mientras tratan de exportar fijando precios sobre costos marginales (costo de producir una unidad adicional, sin considerar costos fijos).

Esto no se debe tolerar en ningún rubro y en ningún caso, porque nuestros productores enfrentan sus costos promedio, (de por sí muy altos) y no pueden competir contra costos marginales de empresas del exterior.

Tenemos excelentes diplomáticos que sabrán defender nuestras posiciones en la OMC cuando hagamos lo que hay que hacer: aplicar salvaguardias a importaciones que llegan a precios dudosos o inaceptables a Uruguay, dañando severamente a sectores ya lastimados por nuestros altos costos internos.

El Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca debe velar en forma permanente por la defensa del mercado interno de todos los productos agropecuarios. Debe comparar precios de importación con precios en los mercados internos de los países exportadores y poner en marcha los mecanismos legales que bloquean la entrada de productos a precios desajustados.

Es necesario que el gobierno defienda nuestros intereses que son los únicos válidos en la relación entre países. Especialmente mientras el gobierno no consigue bajar energía, combustibles, impuestos, etcétera es doblemente importante defender el mercado interno.

La raya entre ser bueno y ser gil es muy finita y nosotros lamentablemente hemos quedado por lejos del lado de los giles.
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