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El nuevo sueño argentino, una pesadilla

Las recientes medidas no son un plan económico, sino apenas un seudo plan de pago de la deuda
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24 de diciembre de 2019 a las 05:02

Fernández está haciendo el ajuste de shock que le pedían a Macri” – dicen notas periodísticas en Buenos Aires. Se oyen éstos y otros conceptos complacientes similares que habrá que tratar de higienizar con algo de pensamiento propio para no confundirse, otra vez.

El ajuste de hoy, como el de los últimos dos años macristas, se practica únicamente sobre el sector privado, no sobre el gasto público, y tendrá las mismas consecuencias nefastas. El brutal zarpazo sobre la indexación de montos jubilatorios no tiene nada que ver con la reforma al régimen de retiros. Sólo mete la mano alevosamente en el bolsillo de los 3.000.000 jubilados que aportaron 35 o 40 años y otorga una dádiva a los 3.700.000 sin aportes a los que, empecinadamente, vuelve a bendecir Cristina. Como todo burócrata ama la omnipotencia de designar ganadores y perdedores, en veloz inequidad se excluyeron de la desindexación selectiva los haberes de retiro del sector judicial y otros estatales.

En el mejor estilo fascista los ajustes por inflación futuros serán definidos “temporariamente” por decreto presidencial, lo que evitará la molestia de tener que trampear los índices del INDEC, aunque se trampearán igual, por una cuestión de principios. Sin aquella barbaridad cristinista de regalar jubilaciones sin aportes previos, el sistema estaría hoy en equilibrio, de paso.

Las medidas de la inconstitucional ley de solidaridad y poliemergencia aprobadas en trámite exprés por Diputados y sobre tablas en el Senado, no son una novedad. Son peronistas de la más rancia línea cristinista con un toque de delirio stiglizta. Ni un solo artículo ataca la burocracia ni el gasto del estado. Quienes presentan a Fernández como independizado de Cristina y casi un Thatcher del gasto, prefieren ignorar que, si intentase reducir un centavo del botín de la burocracia, la política y la mafia de los gobernadores, desde sus sueldos a sus negociados, se estrellaría al instante. En términos macro, la reactivación relativa creada por esta mejora a los jubilados sin aportes, será más que neutralizada por el impuesto inflacionario retroactivo que se aplica a los jubilados legítimos de ingresos medios.

El aumento de las retenciones y la dudosa carta blanca al presidente para subirlas algo más si hace falta, necesariamente tendrán un impacto nocivo en el comercio exterior, como ocurre siempre. Supuestamente, de las exportaciones surgirían los dólares para exhibir como capacidad de pago en una negociación con los Fondos y Bancos de inversión.

Lo que lleva al tema principal: en ningún plan se está incluyendo el cálculo de los efectos reales de estas medidas. Se está suponiendo que se pueden subir las retenciones, encepar el mercado cambiario, duplicar las indemnizaciones por despido, obligar al sector privado por decreto a aumentar los sueldos de su personal, tratar de modo diferencial los títulos de la deuda según la ley de emisión, dar generosos créditos a tasas regaladas, aumentar la contribución patronal al sistema jubilatorio y crear un clima de inseguridad jurídica generalizado y que eso no tendrá efecto alguno en la actividad. Sin contar con los controles de precios con cualquier apodo. Por eso no se puede hablar de plan alguno. Por ahora al menos. Se ignora la acción humana, concepto liminar de von Mises que tanto desprecian los Columbia boys, capitaneados por Stiglitz, y representados por Martín Guzmán, reyes del endeudamiento y enemigos de la austeridad. Millennials de la economía.

En el trasfondo, no se puede ignorar la “acción inhumana” de los Funds&Banks bonistas, que confundieron a Macri en el pasado y que quieren resolver sus propios problemas ahora. El planteo, conversado y algo más con Guzmán, parte de un concepto central financiero-contable. La clave es no mostrar los bonos como “en default “o “non performing”, o sea sin pagar los cupones de interés. Eso los obligaría a eliminarlos de sus cuentas mostrando una fuerte pérdida instantánea.

Para evitarlo usarán la técnica de Valor Actual descontado, la de traer al presente los valores futuros. Como la tasa de ese cálculo no es la tasa interna del bono sino la americana, un estiramiento de plazos, un período de gracia y aún una quita pueden disimularse y, mientras luzca como un acuerdo, seguir manteniéndolos en los libros. E ir tirando. 

La condición sine qua non es que las cuentas del país muestren un superávit fiscal que permita en teoría pagar los nuevos bonos reperfilados y obtener nuevos créditos para rolear la deuda. No importa si eso ocurre o no, se verá. Por eso el ministro necesita un ajuste urgente para incluir en el presupuesto y en el plan. Por eso hay que tener cuidado con notas específicas como las de Rana Foroohar del Financial Times, una exégeta de Stiglitz que escribe con más convicción que datos. Peligroso relato, de dudoso éxito en términos reales, no contables. Por eso el presupuesto mostrará exactamente lo que aquí se describe.

Eso no quiere decir que sea cierto ni alcanzable, ni siquiera que se logrará finalmente un arreglo, porque el FMI no necesariamente estará de acuerdo con el BM de Stiglitz, ni con los bonistas bajo ley argentina, ni con los del default. Lo que sí es seguro, es que no habrá crédito ni inversión por un largo rato. Tampoco reactivación, salvo de corto plazo.

Hará bien el nuevo gobierno uruguayo, como parece, en intentar tomar caminos más serios, republicanos, ortodoxos y sólidos. Y no comprarse los espejitos de la teoría monetaria moderna, de la deuda eterna, la no austeridad y otros facilismos que sólo pueden aplicar, por un tiempo, los países centrales, que se endeudan en la moneda que emiten, un rato.

Hacer lo opuesto a Argentina sigue siendo la inversión más segura. Y decente.

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