Camilo dos Santos

El Partido Independiente y el síndrome de Krikalev

El Partido Independiente parece haber tocado su fondo electoral en las últimas elecciones y enfrenta el desafío de subsistir

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14 de enero de 2022 a las 14:56

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Como Sergei Krikalev, aquel astronauta ruso que se quedó solo en su nave dando vueltas en el espacio tras la caída de la Unión Soviética, Iván Posada se debate en la orfandad parlamentaria luego de que su Partido Independiente se desplomara electoralmente en 2019 obteniendo un único diputado luego de haber tenido tres representantes en esa cámara y otro en el Senado.

La soledad de Posada es el reflejo de una circunstancia aciaga para esa colectividad que desde 2004 ha intentado asentarse como la representante de una corriente de centro izquierda que transitara entre los partidos fundacionales y la izquierda tradicional del Frente Amplio. Sabedor de que no podía aspirar a llegar a la presidencia de la República, el PI jugaba casi todas sus cartas a desequilibrar en el Parlamento prestando o negando sus voluntades a las propuestas del gobierno. Pero la casi orfandad legislativa, y el consiguiente derrumbe de esa estrategia, han echado por tierra esas pretensiones.

 A corto plazo, ese partido debe resolver como se para dentro de una coalición de gobierno en la que blancos, colorados y cabildantes ya están marcando sus perfiles con miras a las próximas elecciones. ¿Sigue en pie el desafío de construir “otra izquierda” mas arrimada al centro? ¿Su paso como participante del gobierno de Luis Lacalle Pou lo escorará hacia una propuesta más conservadora?

Tras su fundación, en la que participaron básicamente exintegrantes del Nuevo Espacio creado por Hugo Batalla tras abandonar el Frente Amplio, el PI eligió no pronunciarse por ninguno de los candidatos que representaron al Partido Nacional y a la izquierda en las elecciones de 2004 y 2014, hasta que la postulación de Lacalle Pou los sedujo en la segunda vuelta de 2019.

Ese cambio, que se fue perfilando en la campaña hacia la segunda vuelta, no le dio resultado a los liderados por Pablo Mieres. En el partido entendieron que había llegado el momento de jugarse por una de las opciones en pugna, y se jugaron enteramente por Lacalle Pou. Este paso le permitió al partido ocupar cargos en el gobierno “multicolor” en el que debe convivir no solo con blancos y colorados, sino también con Cabildo Abierto, partido del que los independientes tienen una opinión pésima.

“Bienaventurados los que están en el fondo del pozo porque de ahí en adelante solo cabe ir mejorando”, dice una canción de Serrat. Habrá que ver si la realidad le da razón al poeta o si el sueño de forjar “otra izquierda” ya se puede dar por perdido.

“Yo con Manini Ríos no puedo hacer un acuerdo político, hacer una coalición con Cabildo Abierto. El Partido Independiente tiene señales de identidad muy distinta, tenemos diferencias sustanciales. "Manini Ríos representa a un partido de derecha, de derecha pura y dura como nunca hubo en el Uruguay", declaró  Mieres en radio Sarandí pocos días antes de la primera vuelta de 2019. Después, se sabe, la política los unió en el mismo estrado la noche del balotaje.

Pero lo dicho por Mieres cuando los pactos electorales todavía no apuraban, es lo que realmente piensan en el PI. Y, cada vez que pueden, los independientes se pronuncian en el Parlamento contra algunos afanes de Cabildo por imponer su agenda como lo ilustra esta nota de Fabián Cambiaso.

¿Será necesario que, más allá de lo hecho entre las paredes del Palacio Legislativo, el PI vuelva a poner en la agenda esa esa mirada más “progresista” de la cosa pública?

Por lo pronto, desde el Ministerio de Trabajo, Pablo Mieres, se ha desempeñado con ecuanimidad y no es posible acusarlo de defender los derechos de los empresarios por sobre el de los trabajadores. Las rondas de acuerdos salariales han terminado mayormente con el respaldo de las partes en pugna.

Las críticas del secretario de Drogas Daniel Radío al proyecto de ley presentado por colorados y cabildantes para internar a los adictos tras contar con su voluntad anticipada, sirvió para que el PI levantara cabeza dentro de la coalición. Los cuestionamientos y los apoyos recibidos por Radío pusieron a un dirigente del PI en primera plana defendiendo una actitud menos restrictiva respecto a la forma de encarar el consumo de drogas.

El PI no es un movimiento de aluvión, no es una colectividad de ocasión y su intención de convertirse en un partido bisagra y articulador entre los grandes bloques –función que difícilmente el crispado Cabildo Abierto pueda cumplir-  a veces se torna necesaria.

En esto de la agenda de derechos, no hay que olvidar que la liberalización del aborto, tantas veces intentada por el Frente Amplio –y vetada por Tabaré Vázquez en su primera presidencia- fue alcanzada recién en 2012 gracias a que el diputado Posada presentó un proyecto alternativo al de la izquierda. La propuesta de Posada –un parlamentario experimentado y estudioso- alcanzó las mayorías necesarias luego de que el FA se quedara sin el  voto 50 cuando el entonces diputado Andrés Lima se negó a apoyar la iniciativa.

Es decir, con poco, el PI se revolvió para marcar la agenda. Pero la actual correlación de fuerzas en el Parlamento ha llevado la definición de los asuntos legislativos muy lejos del alcance de los independientes.

El partido tiene entonces el desafío primero de la subsistencia y el del posterior crecimiento. El rol que cumpla en este gobierno multicolor y su difusión pública –el PI nunca le prestó demasiada atención a la publicidad electoral, no hay jingle de campaña ni consigna que se recuerde con claridad- son cuestiones relevantes para que la gente le preste atención a esta joven colectividad.

El PI no es un movimiento de aluvión, no es una colectividad de ocasión y su intención de convertirse en un partido bisagra y articulador entre los grandes bloques –función que difícilmente el crispado Cabildo Abierto pueda cumplir-  a veces se torna necesaria.

Pero la tarea no es sencilla y, salvo casos puntuales, no ha dado demasiados frutos. Tras la escasa convocatoria de la pasada contienda electoral –sacó 23 mil votos- ¿cuál será la oferta ideológica que presentará el PI en el futuro en una circunstancia electoral en la que el flanco derecho de la sociedad parece bien cubierto mientras se torna cada vez más complicado encontrar desencantados con el Frente tras la sangría de 2019?

“Bienaventurados los que están en el fondo del pozo porque de ahí en adelante solo cabe ir mejorando”, dice una canción de Serrat. Habrá que ver si la realidad le da razón al poeta o si el sueño de forjar “otra izquierda” ya se puede dar por perdido.

 

 

 

 

 

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