Apu GOMES / AFP

El petróleo en tiempos del virus

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16 de mayo de 2020 a las 05:00

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Los daños del coronavirus están afectando a toda la humanidad. Pero entre la variedad de casos que se van difundiendo en estos días, es de particular interés el costo que está afectando a la producción petrolera, porque se trata del contrapunto entre una pandemia hasta ahora incontenible y la capacidad de defensa de los tres mayores productores mundiales, Arabia Saudita, Rusia y Estados Unidos.

La primera etapa de esta pugna se desarrolló a partir del inicio de la emergencia sanitaria y provocó una debacle histórica de los precios del petróleo durante quince días.  

Con anterioridad a ella, el desencuentro del pasado mes de febrero entre Arabia Saudita y Rusia para reducir la producción en 1.5 millones de barriles diarios durante tres meses provocó una respuesta del reino saudí de aumento de su oferta en 2.6 millones de barriles diarios. La consecuencia inmediata fue que el precio internacional del petróleo bajó desde U$S 70 el barril a poco más de la mitad.

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Tal como buscaba Rusia, ello golpeó fuerte a la industria de “fracking” de Estados Unidos, que al amparo de ese nivel de precios en los últimos tres años había aumentado su producción en 4.5 millones de barriles diarios para ganar cuatro puntos en su participación en el mercado mundial. 

En busca de proteger a su industria, el Presidente Trump pidió al reino saudí una tregua en el fuego cruzado. En parte por ello, fue que poco después, la Organización de Países Exportadores de Petróleo y Rusia acordaron una baja de la producción de 10 millones de barriles diarios para entrar en vigencia a comienzos del mes en curso.

Pero entretanto, el mercado se desplomó. La cuarentena en que había entrado el mundo provocó una baja importante de la demanda mundial de petróleo y un exceso consecuente de la oferta, que sobrepasó largamente a la capacidad de almacenamiento de la industria. El vencimiento de los contratos de futuro a mayo, sin posibilidades de venta o de renovación, presionó en forma incontenible a la baja al precio del petróleo, que el pasado 20 de abril cayó a niveles insólitos. 

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Así, el precio Brent bajó a U$S 9.25 el barril y pocos días después el precio del petróleo americano fue negativo por primera vez en la historia. Los intermediarios, obligados a cumplir con los contratos, comenzaron a pagar para vender mientras aceptaban precios extraordinarios para almacenar las cantidades no deseadas en lugares tan insólitos como las cavernas de sal en Suecia, vagones de tren en Chicago o buques petroleros en alta mar. 

Este fue el fin de la primera etapa. Porque a medida que lo peor de la cuarentena comenzó a ceder y la oferta de petróleo inició la recomposición de sus defensas, el efecto del virus ya no tuvo la misma virulencia que en los primeros días.  

El aflojamiento progresivo de las medidas de restricción sobre la circulación de las personas provocó un cierto aumento de la demanda de petróleo. A la vez, hubo una recuperación de la demanda de China, para abastecer a sus refinerías y a sus reservas estratégicas.  

En adición, la OPEP + y Rusia comenzaron a cumplir con la rebaja acordada de 10 millones de barriles diarios. Otros países, como Noruega, anunciaron sus propios cortes. Otros 3 millones de barriles diarios están dejando de ser producidos en Estados Unidos porque varias de sus empresas no pueden sobrevivir con el nivel actual de los precios.  

Más aún, Arabia Saudita ya anunció una baja adicional de su producción. De acuerdo al compromiso con sus socios, ella iba a ser de 8.5 millones desde los 10 millones previos, pero desde el mes que viene la  producción será de 7.5 millones. Una disposición similar fue anunciada por sus aliados los Emiratos Árabes Unidos y Kuwait.

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Por ello, en estos días, casi un mes después de caer a sus mínimos históricos, la recuperación de los precios ha comenzado. El precio  Brent está en torno a los U$S 30 el barril y el precio del West Texas consolidó una suba de más de un 80 % en una semana.

 Hacia delante, la proyección del precio es muy dependiente del nivel de  la  demanda. Nadie sabe a ciencia cierta hasta cuándo habrá de prolongarse el estado de emergencia sanitaria  que hoy vive el mundo y en qué medida habrá de irse desmontando.

Pese a ello, hay estimaciones de que por un buen tiempo, la demanda habrá de estar un 30 % por debajo del nivel previo a la pandemia. En ese caso, la agresividad de la baja que está impulsando Arabia Saudita y sus socios podría no ser suficiente.  

Por ello, y de no mediar algún sobresalto en el siempre complicado marco político de Medio Oriente, las condiciones actuales parecen anunciar un precio del petróleo de entre U$S 30 y U$S 35 el barril por un buen tiempo. En cuyo caso, y en comparación con los U$S 70 de fines del año pasado, podrá decirse que el virus demostró su fuerza frente a la resistencia que le oponen los poderes petroleros. 

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El desplome del precio del petróleo obligará a los países productores a acudir a sus reservas financieras y a sus fondos de inversión soberanos para afrontar las obligaciones del año en curso. Será una perturbación adicional para los flujos de capitales que van a los bonos y las acciones del mercado internacional.

En adición, habrá serias dificultades financieras para varias empresas petroleras tanto de Estados Unidos como de otros países y también sobre los bancos que las han venido financiando durante estos últimos años.  

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