AFP

El presidente Fernández está nervioso

Nada justifica su duro cruce con el presidente Lacalle Pou sobre la flexibilización del Mercosur, es algo totalmente fuera de lugar; el kirchnerismo defiende a capa y espada un alto grado de proteccionismo

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28 de marzo de 2021 a las 05:00

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La intervención del presidente argentino Alberto Fernández en la Cumbre virtual por los 30 años del Mercosur lo mostraron muy agresivo y fuera de lugar, muy nervioso. Quizá sea el escándalo de las vacunas VIP, que estalló hace unas semanas y que culminó con la destitución del ministro de Salud Pública. Quizá sea algo más grave como la falta de vacunas, por un manejo ideológico del tema y por errores logísticos, que está obligando a su gobierno a posponer la administración de la segunda dosis a quienes ya recibieron la primera. Y ello luego de que Alberto Fernández dijera públicamente en diciembre que Uruguay le había pedido vacunas y que él estaba dispuesto a dárselas en un gesto de buena voluntad. Hoy Uruguay está junto con Chile a la cabeza de la vacunación en América Latina y Argentina va de mal en peor.

Quizá está nervioso por los problemas judiciales de Cristina Kirchner, que lo obligan a tomar medidas contra el Poder Judicial en las que no creía hace un año y desatar una caza de brujas entre jueces y periodistas que no se arrodillan ante el poder K.

Sea lo que sea, nada justifica su duro cruce con el  presidente Lacalle Pou sobre la flexibilización del Mercosur. Es algo totalmente fuera de lugar. Durante el encuentro virtual, varios de los presidentes hicieron referencia al “pragmatismo” necesario para seguir avanzando. Y Lacalle Pou señaló: “Me quiero subir a ese concepto, librado de ideologías, pensando en la libertad de desarrollo de los pueblos, cuidando el bloque y teniendo como centro una vez más a cada uno de nuestros países”. Lacalle Pou insistió en que es necesario avanzar en las negociaciones con otros bloques. “Nosotros no estamos conformes”, aseveró. En particular, el presidente subrayó el caso de Asia. “Allí hay muchos productos nuestros que no compiten en igualdad de condiciones con otros bloques que tienen acuerdos con países”. Por este motivo, consideró que este es el momento de “avanzar juntos”. “Uruguay necesita que se tome una decisión al respecto. Obviamente que el Mercosur pesa. Lo que no puede ni debe ser es un lastre”, agregó.

Sin duda, esas afirmaciones no cayeron bien en la ideología proteccionista de Fernández. Ya otras veces se había mostrado renuente a realizar acuerdos con la Unión Europea, con China y con Estados Unidos. El peronismo en general y el kirchnerismo en particular defienden un alto grado de proteccionismo a capa y espada.

Por ello, después de señalar la importancia de la hermandad entre los países del Mercosur, sentenció: “Si nos hemos convertido en una carga, lo lamento”. “Una carga es algo que hace que a uno lo tiren de un barco, y lo más fácil es bajarse del barco si es que esa carga pesa mucho”.  Y abundó: “Si somos un lastre, que tomen otro barco, pero lastre no somos de nadie. Para mí es un honor ser parte del Mercosur”.

Y luego desvió la discusión comercial proponiendo la creación un observatorio de la calidad de la democracia y otro de la violencia de género. Este último como “parte fundamental” de los compromisos que han asumido para alcanzar “esa igualdad sustantiva” que la región necesita.

Alberto Fernández es un hábil declarante. Y sabe tirar la pelota al córner. Pero sus declaraciones contrarias a la flexibilización del Mercosur y a la posibilidad de hacer acuerdos por separado realmente son un balde de agua fría. No por nuevas pero sí por su forma. Porque realmente Argentina es un lastre para el Mercosur. De hecho violó todas las normas habidas y por haber cuando cortó el tránsito por los puentes con Uruguay. También cuando puso licencias previas de importación y cupos en la época de Cristina Kirchner. Todo ello iba contra la letra y espíritu del Tratado de Asunción y nada le importó a la Señora ni ahora a Alberto Fernández.

Quien está en un acuerdo comercial y no cumple sus normas básicas y constitutivas es un lastre para ese acuerdo. Máxime si lo hace en forma consuetudinaria y serial y no como excepción. En la esencia del peronismo está la sustitución de importaciones y la aversión al libre comercio. Eso ya se sabe. Solo que ahora se reafirma y hasta con soberbia. Porque efectivamente, si uno es un lastre en un buque, quien debe salir del buque es el lastre y no los demás tripulantes. Y no basta hacer gárgaras de “hermandad”, “unidad”, “solidaridad”, etc. Menos aún tirar la pelota afuera proponiendo “observatorios”, aunque tal vez ellos no le convengan al propio Fernández ya que está en una poco democrática campaña contra el Poder Judicial y permite que en provincias como Formosa se violen los derechos humanos a la vista de todos los organismos internacionales sin hacer nada al respecto. Fernández está nervioso con sus muchos problemas económicos, políticos, sociales y con los judiciales de su jefa y mentora. Pero que no arrastre a la institucionalidad del Mercosur. Si uno es un lastre, lo que debe pensar es si no le conviene irse o, al menos, molestar lo menos posible y permitir a los demás tripulantes del buque llegar a buen puerto. Y llegar a buen puerto implica permitir flexibilidad. Algo difícil por cierto para el presidente argentino, tanto por convicción como por oportunidad.

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