Los alrededores de la catedral Notre Dame estaban llenos de turistas cuando Ignacio Ruiz, un uruguayo radicado en Barcelona, sus padres y su abuelo, llegaron sobre las 18 horas de Paris para conocer la estructura gótica que es uno de los principales monumentos de la capital francesa. La larga fila para ver por dentro el icono parisino desestimuló a la familia, que decidió cruzar la calle hacia un café ubicado enfrente, a la espera de que la afluencia de público bajara y se hiciera menos tortuosa la espera.
“Por suerte no entramos”, dijo Ruiz. Apenas unos minutos después, mientras la familia tomaba un café mirando a la catedral, notaron como varias personas comenzaban a mirar hacia el techo de la elevada construcción, de la que salía un humo de color amarillento.
Varios policías que custodiaban la zona comenzaron a evacuar a aquellos turistas que sí habían sido pacientes y habían logrado entrar a la catedral, al tiempo que comenzaron a acordonar la zona. Algunos de esos turistas debieron salir con ayuda de una grúa porque habían quedado atrapados por las llamas que empezaban a cobrar cada vez más fuerza.
Para aquel entonces el ruido de las sirenas se había vuelto ensordecedor y en los alrededores de la catedral ya no quedaba casi nadie. Mientras varios camiones de bomberos y decenas de autos de policía llegaban al lugar, la familia debió caminar a paso acelerado hasta la calle Quai de Montbello –cruzando el Río Sena- para ver desde una distancia segura cómo aquel icono parisino que tardó casi 200 años en ser construido, sufría un daño crítico en su estructura en cuestión de minutos.
Como ellos, cientos de personas observaban como el humo cada vez más abundante tomaba un color rojizo por las enormes llamas que consumían la estructura. Unas adolescentes que grababan con sus celulares la tragedia, comenzaron a reír y a bromear con aquella situación, algo que fue reprendido por un anciano que se encontraba en el lugar. “No es para nada gracioso”, les dijo el hombre de acento británico, según contó Ruiz.
Con excepción de las jóvenes, los rostros del resto de las personas que observaban aquella escena mostraban sorpresa, temor, curiosidad y tristeza. Varios lloraban por la angustia de ver uno de los iconos parisinos arder.
En determinado momento, el fuego cobró tal intensidad que de la estructura carbonizada comenzó a emanar una lluvia de cenizas incandescentes que atravesaron el río Sena y cayeron sobre los cientos que observaban el incendio. “Fue una locura, la gente se puso a correr para todos lados”, contó Ruiz.
Más allá del miedo por la lluvia de cenizas, varias personas especulaban sobre que detrás de aquel incendio no podía haber otra cosa que un atentado terrorista. “La gente comentaba que era mucha casualidad que se haya prendido fuego la catedral justo en Semana Santa”, por lo que el fuego no podía ser un accidente, comentó el uruguayo.
Sin embargo, hasta el momento la causa del incendio es un misterio y la fiscalía abrió una investigación para determinar qué inició el fuego. Una de las hipótesis que se maneja es que las llamas podrían haberse originado en una obra de reparación a la que estaba siendo sometida la estructura.
El fuego causó importantes destrozos. El techo y la aguja central de la catedral colapsaron y el riesgo de que la estructura sufra daños irreversibles continúa latente.
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