Leonardo Carreño

El voto al cambio estaba anunciado

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28 de octubre de 2019 a las 05:03

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La tendencia que asomó en la primavera de 2015, se afirmó en 2016 y 2017, y se hizo más fuerte en 2018, confluyó en un resultado electoral histórico: la primera derrota dura para la exitosa coalición de izquierda uruguaya.

La elección se definía por la voluntad de la gente, por el peso mayor de la gente que quisiera continuidad del Frente Amplio en el gobierno, y la que quisiera un cambio, incluso sin tener definido claramente hacia dónde.

El Frente despreció esa tendencia, supo que había “desencantados”, “irritados”, pero no reaccionó, se creyó el cuento de la “experiencia religiosa”, como que sus votantes que le habían dado confianza en tres elecciones seguidas, le darían una nueva oportunidad; que sería suficiente un jingle de ola de esperanza.

La política exigía mayor esfuerzo y un plan común a la coalición. Falto conducción política en la izquierda y eso se dio por una crisis en liderazgo central y de problemas en los liderazgos sectoriales.

En cada partido o sector de la coalición no había un conductor único que pudiera sentarse a una mesa chica de conducción, para tejer con tiempo una estrategia de recuperación firme.

Daniel Martínez fue mejor candidato de lo que creían los dirigentes de los sectores, pero el problema no era el abanderado, sino que era el partido, el Frente.

Pero también el postulante erró cuando eligió su compañera de fórmula, lo que resultó inexplicable para camaradas, rivales y analistas independientes.

 Los últimos quince días de campaña, y principalmente la última semana, parecieron alterar sorpresivamente esa tendencia que era firme para conducir a un cambio de gobierno.

Eso generó dudas. El Frente inundó las calles de Montevideo con su “ola esperanza” y para muchos blancos y colorados eso fue un sacudón doloroso, les hizo sentir invencible al Frente.

El escándalo político-sexual de Colonia fue un balde de agua fría para los blancos, y la izquierda sintió que la victoria estaba a la vuelta de la esquina.

Pero mientras muchos opositores se tomaban la cabeza para sentir que la esperanza se desplomaba, Lacalle Pou mantuvo su estrategia, la misma que había diseñado en 2015 y la que ajustó pero no cambió.

Hubo ajustes, hubo rechazo a determinado mensaje de comunicación final,  pero no se cambió la esencia.

Lacalle Pou fue subvalorado por el Frente, pero el líder blanco hizo una estrategia prolija, que comprendía primera y segunda vuelta: por eso usaba la consigna “lo que nos une”. Comprendió que la carrera era en etapas y preparó la interna, la primera y la segunda vuelta, siempre con la certeza que debía hacerlo con lazos a otros partidos

El sacudón que tuvo fue la irrupción de Cabildo Abierto, cuya inclusión en la sociedad generó incomodidad en el Partido Independiente y en ala colorada de Ernesto Talvi

Talvi y Mieres abrieron cono de dudas sobre sentarse a una mesa con Manini Ríos y eso también los afectó: la gente quiere saber bien claro si estaba votando por continuidad o por cambio.

La disyuntiva era clara, la tendencia era clara, todo indicaba que la mayoría de los uruguayos quería “un cambio. Unos despreciaron la tendencia y les fue mal. Otros fueron ambiguos en el cruce de caminos, y les fue mal. Lacalle Pou surfeó bien la ola de cambio, y le fue bien.

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