Romina Manguel

Romina Manguel

Periodista de El Observador Argentina

Actualidad > política argentina

Elecciones frenéticas: victimas o victimarios

En menos de 48 se lanzaron formulas presidenciales, se presentaron candidatos ungidos por la vicepresidenta, arrasó el huracán Massa y el panorama político dio un giro inesperado. Quienes fueron los artífices. La reaparición de Alberto Fernández y la duda que nadie puede responder: ¿Cristina Kirchner cedió o sacó de la galera una estrategia para no quedar pegada a una derrota?
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26 de junio de 2023 a las 04:00

Cuatro horas frenéticas alcanzaron para cambiar la fórmula del oficialismo. Una fórmula que estaba prácticamente instalada y no desde los off intencionados: Eduardo “Wado” de Pedro ya aparecía en las pantallas de todos los televisores y portales argentinos en un spot moderno, mostrándose como un potencial joven presidente. Fresco, confiable, cercano. “Quiero ser el presidente de todas las familias argentinas”, decía el ministro del interior, hombre fiel a la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner. “Me voy a esforzar como nadie lo ha hecho”. Ese jueves 23 de junio, cerca de las 18 horas, “Wado” parecía haber sorteado las dudas de su propia mentora y su hijo, Máximo Kirchner, respecto del nivel de conocimiento de su figura y los flacos números que reflejaban las encuestas. Habría que imponerlo a contrarreloj. CFK no estaba convencida, pero no veía una alternativa mejor. A la fórmula presidencial se le sumaba el poderoso ex gobernador tucumano Juan Manzur. Hombre de trayectoria en el Estado, ex ministro de Salud y ex jefe de Gabinete, le aportaba el federalismo que le faltaba al binomio, representaba a los gobernadores justicialistas, sumaba territorio y experiencia política y, como “Wado”, era hombre de CFK.

La decisión estaba tomada. Manzur también grabó un video con “Wado”. La vicepresidenta no iba a aparecer en escena. La última experiencia de un tuit desde su cuenta anunciando a su presidente cuatro años atrás fue menos que buena y dio lugar al nacimiento de una de las peores gestiones que el país recuerde con Alberto Fernández, por momentos, ejerciendo la presidencia.

La fórmula De Pedro-Manzur era la fórmula con la que el kirchnerismo pretendía hacer un papel decoroso y evitar el fracaso estrepitoso de un tercer lugar. Con el OK de CFK, salió a rodar el spot de “Wado” y le pusieron hora al que completaría la fórmula: viernes 16 horas estaría al aire el video que grabaron junto al hombre fuerte de Tucumán. Un clip moderno, en jeans y risas. Dos generaciones que se abrazan para un país mejor, grabado en el Complejo Art Media en plena Avenida Corrientes. Pero pasaban las horas y el spot no aparecía. Manzur hacía saber que todo estaba bien, que solo estaban esperando un poco más, mientras organizaba lo que sería su equipo de campaña. Pronto, las suspicacias empezaban a ganar lugar. “¿Qué pasa que no sale?”, “¿qué pasa que no aparecen voces oficiales respaldando a ‘Wado’?”, “¿por qué no termina de oficializarse la fórmula?”.

La respuesta la tenía Juan Manuel Olmos, hombre de poder en las sombras, nexo clave entre CFK y Alberto Fernández, quien ocupó el vacío que había dejado la falta de diálogo entre ellos. Por si algo le faltaba a Olmos, su relación con el ministro de Economía es inmejorable. Olmos, el centro de la tríada. El Kissinger vernáculo. El hombre que había viajado a China junto a Massa y Máximo Kirchner y al que las tres patas de la alicaída alianza de gobierno escuchan con atención.

El ex gordo Olmos tenía una misión imposible. Recordemos, con fórmula instalada, spot rodando, afiches De Pedro-Manzur y una CFK convencida que ese binomio era lo mejor de lo peor, tenía que convencer a la vicepresidenta de ir por una fórmula de unidad. Poner un candidato único. Evitar las PASO. Bajar al ex gobernador Daniel Scioli, que apenas un día antes había presentado su fórmula junto con la albertista ministra de Desarrollo, Victoria Tolosa Paz, y gritaba a los cuatro vientos que era un hombre grande que había tomado una decisión, que iba a ser precandidato a presidente y que nadie lo iba a mover de ese lugar.

Pero, como expresó alguien que no dejó las negociaciones profundas ni por un segundo, “nadie advirtió, aún conociéndolo, hasta qué punto era capaz de pudrirla Massa si no se cumplía su voluntad de ser el candidato único del espacio y sólo competir contra su sombra”. Sabía a quienes tenía de su lado: gran parte del poder empresarial de la Argentina, los gobernadores despechados, la CGT, intendentes de peso territorial, los vínculos tejidos armoniosamente con el establishment económico y el dialogo con Máximo Kirchner y el acercamiento con una Campora que un momento desdeñó. Su poder de fuego.

Con una Cristina dubitativa, sintiendo que la fórmula era floja, y un Massa enajenado, revivió entre las cenizas el presidente Alberto Fernández, que apenas un día atrás sólo participaba de actos institucionales repartiendo sables a una delegación. Ahora él también quería jugar y poner el vice de Massa.

De Pedro en su quincho de San Telmo rodeado por lo más encumbrado del kirchnerismo, y Scioli a través de su hombre de confianza Alberto Pérez, se enteraban de que lo que ayer era una realidad, veinticuatro horas después había implosionado. A Scioli, que había puesto el cuerpo a la formula que representaba el albertismo que no se pudo presentar a una reelección, no le avisó siquiera el propio Alberto. Una vez más fue Cafiero el portavoz de las malas noticias.

La nueva fórmula de unidad era Sergio Massa-Agustín Rossi.

Los análisis antagónicos de los cientos de analistas políticos demuestran hasta qué punto el haber logrado el acuerdo imposible no garantiza ninguna certeza. ¿El ministro de Economía en cuya gestión se llegó a tres dígitos interanuales la inflación y no logra el desembolso del FMI es competitivo electoralmente? ¿Más que la tracción que podría generar Manzur con los gobernadores del Norte?

Las tapas de los diarios más importantes del país optaron por titular que la vicepresidenta cedió ante Sergio Massa. Que Sergio Massa le torció el brazo. Que la fuerte operación del ministro de Economía que se sintió primeriado por el anuncio de una fórmula que no era la que él quería arremetió contra una CFK dudosa y sin poder de fuego. Que además nunca terminó de confiar en él. Doble derrota para ell.

Sin embargo, hay otra mirada. Mas suspicaz. Una que le devuelve el título de estratega política brillante a Cristina Fernández de Kirchner y da vuelta los roles. ¿Y si el que cayó en la trampa fue Sergio Massa? ¿Y si arrastró en su juego a Alberto Fernández poniendo a su jefe de Gabinete en la fórmula?

Los kirchneristas que creen que este gobierno desastroso fue el de Alberto Fernández y no el de CFK, que ella no tuvo injerencia en las decisiones económicas trascendentales, desde la designación del ministro Martin Guzmán hasta el acuerdo con el FMI, están más que convencidos que aceptando la nueva fórmula, aún sacrificando a uno de los propios como “Wado” de Pedro, CFK no hace otra cosa que un último y desesperado intento de preservar al kirchnerismo. Al kirchnerismo de Néstor Kirchner. Al kirchnerismo de su primera gestión. ¿Cómo? Si perdían “Wado”-Manzur, perdía el kirchnerismo. Imposible despegarse de esa derrota. En cambio: si pierden Massa-Rossi, ¿quién pierde? El massismo, el albertismo.

Y CFK se refugia en la provincia de Buenos Aires. Con los propios. Con el gobernador Axel Kicillof, que es el único hombre que ella cree que podía haber dado una competencia digna a nivel presidencial. Con “Wado” De Pedro encabezando la lista de senadores nacionales por la provincia de Buenos Aires. Mientras su hijo y protagonista de estas veinticuatro horas agónicas se pone al frente de la lista de diputados nacionales por el mismo distrito.

Y esperar ahí. En ese territorio conocido. Llamado la madre de todas las batallas por concentrar nada más y nada menos que el cuarenta por ciento del padrón de todo el país. Distrito que perdieron en la última legislativa. Y que necesitan ganar. El kirchnerismo necesita ganar la provincia de Buenos Aires y ahí se va a concentrar. ¿Fue una jugada maestra de CFK para defender su espacio o un gesto de debilidad decirle que sí a Massa?

La oposición acusó el golpe. El jefe de Gobierno porteño y precandidato presidencial Horacio Rodríguez Larreta se enteró mientras cenaba en un restaurante de la costanera. Dicen que no se inmutó: “Me imaginaba algo así”. Va a ignorar a su contrincante en las PASO, Patricia Bullrich y concentrarse en Sergio Massa. Porque ahí están los votos del medio, del centro, los dos pescando en la misma pecera.

Bullrich queda sola frente a un discurso moderado. Aspirando a que los más radicalizados huyan de la ancha avenida del medio. Frente a este escenario, nadie parece preocupado por el libertario Javier Milei.

Esto recién empieza. Hasta para los que están de salida. Una elección no de tres tercios sino de tres actos. O cuatro. Internas feroces, PASO, generales y probablemente balotaje. Y en cada uno los candidatos deberán acomodarse y dirigirse a un electorado volátil.

Cambió todo, ¿para que no cambie nada?

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