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Embajador turístico

La saturación del mercado uruguayo obligó a la cadena de hostels El Viajero a salir de fronteras. Este año abrió el tercer hostel en Colombia y alcanzó los 11 establecimientos
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21 de junio de 2013 a las 18:42

Viajero fue el apodo que le puso su abuela a Federico Lavagna (38), puesto que desde los 12 años había comenzado a viajar solo a Buenos Aires para visitar a sus amigos. Ese fue solo el comienzo de sus travesías. A los 22 años se fue por primera vez como mochilero junto a un amigo y se dedicaron a recorrer cuatro meses el viejo continente.

Esa y otras experiencias comenzaron a afianzar en Lavagna el concepto de viajero, que para él contrasta fuertemente con el clásico turista. El viajero está más volcado a vivir y compartir experiencias y se conecta más con los lugares y las personas.

En 2005 Lavagna creó la cadena de hostels El Viajero, que trabaja bajo esa filosofía y que en 2009 logró dar el salto al exterior, abriendo en Colombia. Este año inauguró en Paraguay alcanzando los 11 establecimientos y convirtiéndose en la segunda cadena latinoamericana más grande en cantidad de camas.

De espíritu emprendedor
Lavagna asegura que siempre tuvo mentalidad emprendedora. En 1999 armó un proyecto de regalos empresariales y canastas navideñas, que paralizó cuando en 2002 aceptó una beca para estudiar marketing en España.

Al volver, un año más tarde, sin empleo ni dinero a un Uruguay golpeado por la crisis económica, su determinación por ser dueño de su destino laboral comenzó a crecer y lo llevó a rearmar su proyecto.

Sin capital de respaldo, apostó fuerte. “Me puse mi único traje y fui a una entrevista con Tienda Inglesa”, recordó. Le otorgaron 10 minutos para convencer a su propietario, Robin Henderson. Hasta hoy, Lavagna se encarga de armar las canastas de Navidad para la cadena de supermercados.

Rondaba en su cabeza la idea de abrir un hostel, un albergue preferentemente juvenil de bajo precio. En 2004, con un poco más de holgura, gracias a su trabajo con Tienda Inglesa, se animó a comenzar a proyectar.

“Es una mezcla de mi mentalidad viajera y emprendedora”, aclaró Lavagna sobre su interés de querer concretar distintos proyectos.

Motivado con su idea, armó las valijas para visitar una amiga en Buenos Aires que había abierto un hostel y aprender un poco más. Allí mismo, en una servilleta, delineó el proyecto.

Realizó una investigación de mercado en Uruguay y concluyó que no había un establecimiento con las características del que quería montar. “Había un solo hostel que era de la vieja Asociación de Alberguistas del Uruguay, que no tenía el perfil para recibir a un mochilero. No tenía onda”, rememoró.

Pese a que no contaba con mucha información, porque el Ministerio de Turismo no tenía mediciones de los jóvenes entre 20 y 30 años que llegaban al país, su convicción en cuanto a la viabilidad del proyecto se consolidaba.

Siempre un paso más
Lavagna estaba convencido de que la zona a instalarse era la Ciudad Vieja, que en ese momento estaba conjugando su carácter histórico con la movida nocturna.

Todo el 2004 y hasta mediados del 2005 se dedicó a buscar una casa adecuada para las necesidades de un hostel. “Se cayeron cuatro o cinco casas en ese proceso. Las negociaba, las conseguía y cuando tenía armado el proyecto los dueños se tiraban para atrás por prejuicios. No sabían bien cómo funcionaba un hostel”, explicó el emprendedor.

La familia y los amigos, que tampoco entendían mucho de qué se trataba su emprendimiento, intentaron desalentarlo para que no siguiera adelante. Pero su ímpetu lo impulsó a hacer un último recorrido por la Ciudad Vieja y a encontrar el lugar perfecto. “No fue el destino o la casualidad, fue el hecho de hacer un esfuerzo más cuando otro se hubiese rendido”, señaló.

Según Lavagna, cada vez que se propuso abrir una nueva casa, la historia fue similar: “Nada viene fácil y rápido. A todo hay que dedicarle un esfuerzo terrible”.

Circuito turístico
Unos meses más tarde a la apertura de su primer hostel, surgió la posibilidad de abrir en Manantiales, Maldonado. “Fui medio kamikaze porque en Montevideo tenía solo 10 húespedes y estaba endeudado”, explicó Lavagna.

Para poder llevar adelante el desafío, invitó a su primo Ignacio Lussich (34) y a su amigo Pablo Ruíz (38) a unirse como socios. Juntos lograron abrir en 2005 un pequeño hostel de 30 camas. En 2007 inauguraron también en Colonia, luego de que Lavagna notara que el visitante llegaba desde Buenos Aires a ese destino solo por el día y no seguían hacia Montevideo. “Colonia es una puerta de entrada para Uruguay, y no se hacía nada para fomentar la permanencia en el país”, señalo.

Con eso en mente se propuso abrir un nuevo hostel para que los distintos destinos comenzaran a conectarse, incrementando la permanencia de turistas en el país, pero también la cantidad de días que se alojaban en sus establecimientos.

En el verano del 2007 se hizo una prueba en el balneario La Pedrera y la excelente respuesta los motivó a abrir en 2008 en ese destino. Para fines de 2009, El Viajero decidió incrementar su presencia en Montevideo y Maldonado y abrieron también un hostel sobre la calle Soriano y otro en el centro de Punta del Este.

Expansión ordenada
El rápido crecimiento requirió que la empresa comenzara a ordenarse. En 2009 contrataron una consultoría de calidad para estandarizar los servicios. Para mejorar se propusieron montar una oficina por fuera de los hostels con personal de marketing, recursos humanos y administración. Con la consultoría además lograron armar manuales de procedimiento.

Para Lavagna, la clave estaba en trascender fronteras para aprovechar los conocimientos y la experiencia generada en otros mercados que estuvieran en auge turístico, pero vírgenes aún a nivel de hostels. “Uruguay es un mercado muy chiquito y ya estábamos en la mayoría de los espacios turísticos”, expresó Lavagna. A eso se sumó una visión: “veía venir la saturación del mercado local”.

El equipo de socios estuvo de acuerdo con la idea y a Lavagna le divertía el desafío. Tenía claro que no quería abrir en mercados competitivos como Buenos Aires o Río de Janeiro, y Colombia saltó a la vista como un país en crecimiento a nivel económico y sin infraestructura de hostels.

En 2009 Lavagna viajó a la norteña Cartagena de Indias, aprovechando que allí tenía amigos que había conocido años atrás en sus viajes.

Uno de ellos era Luis González, que se convirtió en el socio local en Colombia. “Estuvimos todo 2009 negociando propiedades. Recorrí Cartagena caminando y yendo a cada inmobiliaria. Esto no se hace por internet, se hace hablando con la gente”, señaló.

En setiembre de 2010, lograron abrir el hostel de Cartagena, y en 2012 ganó el premio al mejor de Latinoamérica otorgado por la principal central de reservas Hostel World. Además, consiguieron ocupar el sexto lugar a nivel mundial.

Luego de tres meses operando en Cartagena, el hostel estaba completo y seis meses más tarde abrieron un anexo.

Los logros de su desembarco en Colombia los motivaron a evaluar otros destinos en ese país. Así fue que en noviembre de 2011 abrieron en San Andrés, una isla a la que solo se puede llegar en avión, y este año en Cali (ver despiece en esta página).

En 2010, su socio, Lussich, generó contactos para llegar Paraguay. “Si bien no es un lugar turístico, nos pareció interesante porque es un destino de paso hacia otros lugares. Conseguimos una propiedad y en junio de 2012 abrimos”, indicó Lavagna.

Aguantar el chaparrón
Según explicó Lavagna, los últimos dos años se dio una doble situación en Uruguay: bajó la demanda, por la crisis europea y por las restricciones argentinas, y subió mucho la oferta. “Han abierto 40 hostels en Montevideo en los últimos dos años”, aseguró. Para paliar la situación explicó que seguramente tengan que cerrar alguna unidad en Uruguay.
“Sabemos que por un par de años no vamos a ganar dinero, estamos en plan de supervivencia. Lamentablemente han cerrado algunos colegas como Red Hostel (de Jorge Varela), que es de los pioneros y me duele esa situación. No me duele cuando cierran los informales”, dijo.

El mercado colombiano es lo que actualmente les permite estar tranquilos. “En Uruguay nos queda esperar que la situación decante y que empiecen a cerrar hostels para que haya un mercado acorde”, explicó Lavagna. Se mostró seguro porque la suya es en los hechos la única cadena hotelera internacional uruguaya y considera que hoy juega el rol de embajadora uruguaya.

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