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Escándalo censurado

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16 de octubre de 2020 a las 05:04

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Lo que revelan los correos encontrados en la computadora de Hunter Biden, hijo del candidato presidencial demócrata Joe Biden, es doblemente grave. Primero, es, sin exagerar, el mayor escándalo de corrupción que se haya dado en el gobierno de los Estados Unidos desde Watergate, que en 1974 forzó la dimisión de Richard Nixon. Y luego, todo el bloqueo de la noticia ejercido por las compañías de internet constituye, a no dudarlo, un acto de censura tan novedoso como preocupante.

Los correos, rescatados de una laptop que Biden hijo había llevado a reparar en Delaware el año pasado, confirman que el entonces vicepresidente de los Estados Unidos sabía de los negociados de su hijo con la compañía de gas ucraniana Burisma y actuaba en consecuencia, cuando además era nada menos que el encargado de las políticas de Washington hacia Ucrania.

Biden padre ha dicho varias veces que “jamás” ha hablado con su hijo de sus tratos con empresas de Ucrania, Rusia y China, países donde el límite entre lo público y lo privado cuando se habla de grandes negocios es, por decir lo menos, borroso. Pero estos correos difundidos por el New York Post parecen dejar claro lo que ha sido una larga sospecha: Biden no solo estaba al tanto, sino que además, las fechas de los mensajes coinciden con algunas de sus acciones más escandalosas en sus tratos con el gobierno de Kiev.

Después de una serie de emails entre Hunter y un ejecutivo de Burisma, donde este le hablaba de presiones políticas en su país, el entonces vicepresidente Biden apretó en persona al presidente y al primer ministro de Ucrania, durante un viaje a Kiev, para que destituyeran al fiscal general Viktor Shokin, quien a la sazón investigaba a Burisma por corrupción y, en particular, sus negocios con Hunter Biden.El propio Joe Biden ha contado que entonces amenazó a ambos con retenerles un préstamo de 1000 millones de dólares que ya estaba asignado al gobierno de Ucrania. Pero además, el modo en que lo hizo -siempre según su propio relato en un conocido think tank de Washington hace un par de años- se asemeja mucho al estilo de extorsión que uno ve en las películas de Scorsese donde la mafia se entrecruza con la política: “Los miré a los ojos y les dije: ‘Yo parto en seis horas [de regreso a Estados Unidos]. Si el fiscal no es despedido en estas seis horas, ustedes no reciben la plata’”, cuenta Biden que les dijo al entonces presidente Poroshenko y a su primer ministro Yatsenyuk.

“Y adivinen qué. El hijo de puta fue despedido”, concluyó el exvicepresidente aquel tristemente célebre alarde ante el Council on Foreign Relations, en un lenguaje que no deja de traer algunos ecos de las infames grabaciones de Nixon en Watergate. Según Biden, todo aquello lo hacía porque Shokin era “corrupto”; lo cual, bien mirado, no tenía mucho sentido. ¿El vicepresidente de Estados Unidos bloqueando el desembolso de un préstamo a un país porque alguien le dijo que el fiscal general era corrupto? Ahora sabemos que el corrupto no era el fiscal, sino al revés.  

Todo parece un grosero y flagrante tráfico de influencias por parte de quien hoy es presentado por su partido, y por muchos en los medios, como el candidato que viene “a restablecer la decencia” a la Casa Blanca.

Pero, aunque cueste creerlo, tal vez eso no sea lo más grave. Tal vez lo más grave sea que, precisamente tratándose de algo tan grave, Facebook y Twitter hayan bloqueado la noticia en sus plataformas; y desde luego, las implicaciones que ello tiene a futuro.

Algo parecido hizo Google: hasta el miércoles bien entrada la noche, la búsqueda por “Hunter Biden” no arrojaba ningún resultado reciente en Google News, mucho menos el enlace al reportaje del New York Post, que hasta ahora no aparece. Y de “Joe Biden”, solo daba noticias de campaña.

Tal parece que estas empresas, además de monopolizar el mercado de internet, se han erigido en los grandes catones de nuestro tiempo, decidiendo, por sí y ante sí, las noticias que los ciudadanos podemos o no podemos ver.

Por si esto fuera poco, los medios de prensa han desestimado la noticia por completo, a pesar de que el FBI incautó la computadora y refirió las preguntas del New York Post a la Fiscalía Federal de Delaware. Desde esta, contestaron al vespertino que no podían “ni confirmar ni negar que tuvieran una investigación en curso” sobre el caso; lo cual no hace más que confirmar la existencia de una. De ser así, la eventual presidencia de Joe Biden será una pesadilla legal para Estados Unidos.

Sin embargo, The Washington Post, cuyo nuevo slogan es “la democracia muere en la oscuridad”, no llevó una sola nota de portada, ni un llamado siquiera, sobre la noticia de los correos de Hunter Biden. Y a The New York Times tampoco le cupo en la tapa donde cada día salen “todas las noticias que cabe publicar”.

No es un asunto de política, ni de si Donald Trump es peor o mejor. Sería igual de grave si hubieran silenciado la noticia sobre los impuestos de Trump que hace unas semanas el Times hizo bien en publicar, y que al presidente tanto le ha costado, merecidamente, en los sondeos.

En este caso el “silencio radio” ha sido alevoso. Y eso no es hacer periodismo. Eso es aplicar una máxima tan vieja como nefanda: la que dice que el fin justifica los medios. Nada más alejado de la labor periodística.

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