Espiritualidad y trabajo: ¿es realmente una combinación compatible?

Expertos señalan que el desarrollo espiritual dentro de las organizaciones puede influir en el desempeño de los trabajadores

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25 de junio de 2020 a las 12:03

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Cuando pensé en escribir esta nota tenía una hipótesis:  que las personas con una vida espiritual más desarrollada poseían una mayor capacidad para realizar negocios y desempeñarse en sus trabajos. Al investigar sobre la temática no logré verificar la premisa, pero sí descubrí algunos elementos interesantes que vinculan a la espiritualidad en los lugares de trabajo con la motivación, la inteligencia emocional, el liderazgo y a la larga, con la productividad de los individuos.
Vale aclarar que no hay una definición consensuada sobre el término “espiritualidad”, que etimológicamente viene del latín spiritus y que quiere decir respiro, soplo o inspiración.

Sin embargo, hay algunas características comunes en la variedad de definiciones. Entre ellas, que la espiritualidad no implica necesariamente a la religiosidad, que tiene que ver con la interconexión con los demás, con la búsqueda de un propósito trascendental y que cada individuo la desarrolla de manera diferente.
En el mundo de los negocios, la espiritualidad está vinculada con esas pequeñas cosas que hacen que ir a trabajar valga la pena, como las tareas disfrutables o que aportan a mejorar el ambiente laboral. Para algunos autores, implica encontrar un sentido o significado en el trabajo, esa tensión entre las metas racionales y la realización personal.

Un concepto a trabajar
Un libro clave, y citado por varios especialistas en la temática, es A Study of Spirituality in the Workplace, de los investigadores estadounidenses Ian I. Mitroff y Elizabeth A. Denton, publicado en 1999.

Se trata de un estudio empírico sobre la espiritualidad en el lugar de trabajo y muestra los resultados obtenidos tras entrevistar a altos ejecutivos, cargos medios y gerentes de Recursos Humanos de diversas compañías.
Los participantes del estudio definen la “espiritualidad” como “el sentimiento básico de estar conectado con uno mismo, los demás y el universo entero” y hacen una fuerte diferenciación entre esta y la “religión”, que tildan de tema inapropiado para discutir en el ámbito laboral, ya que la ven como una posible fuente de conflicto.

“Aquellos asociados a organizaciones percibidas como ‘más espirituales’ también las veían como ‘más rentables’.

Declararon que eran capaces de aportar más de ellos mismos al trabajo. Podían desplegar más su creatividad, sus emociones y su inteligencia.

En resumen, las organizaciones consideradas más espirituales obtienen más de sus participantes, y viceversa”, apuntan los investigadores.
“Necesitamos integrar la espiritualidad en la gestión. Ninguna organización puede sobrevivir por mucho tiempo sin espiritualidad y alma. Debemos examinar las maneras de manejarla sin separarla de los otros elementos de la gestión”, concluyen Mitroff y Denton.

Según la investigación Implicaciones de la espiritualidad en la administración de empresas, realizada por la catedrática Elizabeth Robles, del Departamento de Gerencia de la Universidad de Puerto Rico, “el uso de la espiritualidad en administración de empresas en este siglo XXI es una herramienta que puede darle ventaja competitiva a las organizaciones. Estas deben ayudar a su talento humano a desarrollarse al máximo para así crecer como organización y como sociedad”.

Robles cita a varios autores que vinculan el desarrollo espiritual individual con la productividad, con la posibilidad de percibir una práctica de negocios cuestionable como ética o antiética y la creación de mejor atmósfera laboral. “En la medida en que la espiritualidad logre hacer que los empleados y administradores se sientan más identificados con lo que hacen y que su trabajo tiene un propósito, mayor será su desempeño y el beneficio que obtendrán las organizaciones”, resume la autora. Pero, ¿qué rol juega hoy en las empresas y qué tanto se desarrolla?

Inteligencia emocional y liderazgo
Para Victoria Perdomo, responsable de Talent en la consultora EY Uruguay, la espiritualidad juega un papel importante para sostener la capacidad de readaptación.
“Esto se debe a que es el autoconocimiento el que empodera a la persona y le permite desarrollar la capacidad de empatía, la flexibilidad, el no aferrarse a lo conocido y estar preparado para enfrentar nuevos desafíos, proyectando un liderazgo presente que transmita confianza e inspire a los demás”.

En el mismo sentido, Virginia Portugal, líder de Servicios de Liderazgo para SLATAM de Deloitte, señala a la resiliencia como la característica a destacar:“En base a nuestra investigación global de liderazgo, uno de los factores personales clave que indagamos en los líderes es el de resiliencia, que se vincula con la capacidad de energizar e inspirar equipos y que requiere que los líderes puedan gestionar adecuadamente sus emociones para afrontar contextos cambiantes y adversos”.

Más que hablar de un desarrollo espiritual, Portugal explica que al investigar en torno al manejo de la presión de las emociones de los líderes surgen respuestas relacionadas con la práctica de deportes o la meditación como alternativas que les permiten lidiar de manera efectiva con la tensión.
“Uno de los aspectos que trabajamos con los líderes es la construcción y proyección de una imagen que transmita confianza y que sea consistente con lo que se busca transmitir. El poder mostrar una imagen balanceada, de cuidado a nivel personal se constituye en un importante motivador para las personas de su entorno”, señala la especialista de Deloitte.

En tanto, Perdomo de EY Uruguay explica que los líderes conectados con sus sentimientos, conocimientos adquiridos y experiencias, pueden proyectar en sus equipos esas habilidades para desarrollar el trabajo individual y grupal.  “Hablamos de promover el autoconocimiento de uno y de su equipo para entender sus lógicas al momento de enfrentar las tareas, distribuir los roles y potenciar lo mejor de cada integrante. La capacidad de delegar se ha puesto en juego en este tiempo, es necesario y sano. Allí juega la apertura emocional de cada líder para confiar en su equipo y atender al desafío de alcanzar los resultados del negocio, sin perder de foco el bienestar de los colaboradores”, señala.

Esa capacidad de motivar e inspirar a otros está estrechamente ligada al concepto de inteligencia emocional, definida por el psicólogo Daniel Goleman, en su libro homónimo, como “la capacidad de reconocer nuestros propios sentimientos, los sentimientos de los demás, motivarnos y manejar adecuadamente las relaciones que sostenemos con los demás y con nosotros mismos”.
El autocontrol, la confianza, la empatía, la cooperación, la comunicación y la curiosidad son otras de las características de esta cualidad que puede desarrollarse.

 

Para Victoria Perdomo, responsable de Talent en la consultora EY Uruguay la inteligencia emocional en las organizaciones es importante porque trabajan con personas y estas son su mayor valor.
“Para lograr una organización exitosa y cumplir los objetivos establecidos, se deben tener colaboradores comprometidos con la ‘camiseta puesta’ que defiendan la marca y sus valores, pero no por imposición, sino por convicción, opina la ejecutiva. Para lograr este objetivo se vuelve imprescindible, agrega Perdomo, “trabajar en su desarrollo profesional y personal, con ellos y para ellos”.
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