SAUL LOEB / AFP

La experiencia cercana a la muerte de la república estadounidense

Donald Trump fue solo un síntoma, y EEUU todavía está en peligro a causa de los que usan la coerción para decidir la verdad

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21 de enero de 2021 a las 15:05

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Por Martin Wolf

Esto es lo que sucedió. El presidente estadounidense, Donald Trump, afirmó durante meses, sin pruebas, que él no podría ser derrotado en unas elecciones justas. Le atribuyó debidamente su derrota a una elección amañada. Cuatro de cada cinco republicanos todavía están de acuerdo con eso. El presidente presionó a funcionarios para que revocaran los votos de sus estados. Habiendo fracasado, intentó intimidar a su vicepresidente y al Congreso para que rechazaran los votos electorales presentados por los estados. Incitó un asalto al Capitolio para presionar al Congreso con el fin de que lo hiciera. Unos 147 miembros del Congreso, incluidos ocho senadores, votaron para rechazar los votos de los estados.

En resumen, Trump intentó un golpe de Estado. Peor aún, la gran mayoría de los republicanos están de acuerdo con sus razones para hacerlo. Una gran cantidad de legisladores federales le siguieron la corriente. El golpe fracasó porque los tribunales rechazaron los casos carentes de pruebas y porque los funcionarios estatales hicieron su trabajo. Pero diez exsecretarios de Defensa sintieron la necesidad de advertirles a los militares que se mantuvieran al margen.

En marzo de 2016, incluso antes de que Trump ganara la nominación del Partido Republicano, argumenté que él representaba una grave amenaza. Era evidente que carecía de las cualidades requeridas por el líder de una gran república. Pero resultó que  tenía el defecto redentor de contar con una gran incompetencia.

¿Cómo responderías si te contaran la siguiente historia sobre una democracia: la “gran mentira” sobre las elecciones amañadas que el titular claramente perdió; los medios partidistas que difunden esta mentira; los votantes que la creyeron; el asalto a la legislatura por parte de una turba insurreccional; y los legisladores que afirmaron que las elecciones debían paralizarse en respuesta a las dudas que estas mentiras habían creado? Llegarías a la conclusión de que esa democracia estaba en peligro de muerte.

EEUU no tiene un sistema gubernamental mayoritario. Los estados pequeños tienen un desproporcionado poder de voto, y algunos estados tienen un racista historial de supresión de votos. Pero se supone que las elecciones deciden quién tiene el poder. ¿Cómo puede funcionar eso si la mayoría de los votantes de uno de los dos partidos principales creen que unas elecciones perdidas son unas elecciones robadas? ¿Cómo se puede ganar el poder pacífica y legítimamente? ¿Qué más queda como factor decisivo sino la violencia?

Tal como lo ha afirmado Timothy Snyder, de la Universidad de Yale: "La posverdad es prefascismo, y Trump ha sido nuestro presidente posverdad". Si la verdad es subjetiva, la fuerza debe decidir. Entonces no puede haber verdadera democracia, solo pandillas de matones rivales o la pandilla dominante del jefe.

Los optimistas tendrían que estar de acuerdo en que este ha sido un muy mal momento para la credibilidad mundial de la república estadounidense, para el deleite de los déspotas del mundo entero. Pero, los optimistas pueden afirmar, la república ha pasado por su prueba de fuego y ahora, una vez más, está a punto de renovar su promesa, en casa y en el extranjero, tal como lo hizo en la década de 1930, bajo Franklin Roosevelt, en un momento incluso más peligroso que el actual.

Por desgracia, no lo creo. El Partido Republicano está podrido por la sedición. Tan pronto como termine de escribir esto,  sé que la gente empezará a quejarse de la violencia y de los socialistas en la izquierda. Pero no existe absolutamente ningún equivalente a Trump entre los principales demócratas. Esos prefascistas están en la derecha.

Y, lo que es peor aún, es que Trump no es la enfermedad, sino un síntoma. James Murdoch recientemente declaró: “El saqueo del Capitolio es una prueba irrefutable de que lo que pensamos que era peligroso lo es en verdad, por mucho. Aquellos medios que propagan mentiras a su audiencia han desatado insidiosas e incontrolables fuerzas que nos acompañarán durante años”. ¿Se estaba refiriendo a Fox News, la venenosa creación de su padre, Rupert?

El papel de la burbuja mediática derechista en la creación del mundo posverdad del trumpismo es evidente. También lo es la larga marcha financiada por plutócratas a través de las instituciones. El poder que esto ha creado ha producido la ciudadanía armada, las contribuciones políticas invisibles y la creciente desigualdad, que ahora ponen en peligro la estabilidad democrática. Lo más preocupante es cómo la élite republicana ha convertido en un arma a la política de división racial, una parte tan terrible de la historia estadounidense, con el fin de atraer el apoyo de los votantes que necesita para implementar los recortes de impuestos y la desregulación. Las personas de raza blanca sin títulos universitarios han estado experimentando prematuras "muertes por desesperación". Pero los liberales y las minorías étnicas son los verdaderos enemigos de la derecha.

Mientras la política de la derecha permanezca como está, el peligro revelado desde las elecciones no se evaporará. Los republicanos del Congreso buscarán asegurarse de que el nuevo presidente, Joe Biden, fracase. Los fanáticos y los arribistas seguirán combinándose. La propaganda lunática de la derecha seguirá fluyendo. ¿Qué tipo de persona se imagina uno que ese movimiento elegirá como su próximo candidato presidencial? ¿Un conservador tradicional como Mitt Romney?

Trump ha mostrado el camino. Muchos intentarán seguirlo. Mientras el objetivo de tantos republicanos sea hacer que el gobierno federal fracase y que los ricos sean más ricos, así es como debe funcionar su política.

Hemos llegado a un momento decisivo en la historia. EEUU es la república democrática más poderosa e influyente del mundo. A pesar de todos sus errores y defectos, era el modelo global y la protectora de los valores democráticos. Con Trump, esto desapareció. Él fue un constante opositor de los valores y aspiraciones encarnados en un ideal republicano.

Trump fracasó. Además, después de su intento de golpe, nadie puede negar que su amenaza era real. Pero esto no es suficiente. Si la política estadounidense se desarrolla como parece probable, habrá más “Trumps”. Uno de ellos, más competente y despiadado, puede que tenga éxito. Si se ha de prevenir eso, la política estadounidense ahora debe cambiar hacia el respeto por la verdad y hacia una versión inclusiva del patriotismo.

Roma fue posiblemente la última superpotencia republicana. Pero los ricos y poderosos destruyeron esa república, dando lugar a una dictadura militar, 1,800 años antes de que naciera EEUU. La república estadounidense ha sobrevivido la ‘prueba de Trump’. Pero aún necesita que la salven de la muerte.

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