Ford contra Ferrari: un duelo en la pista de carreras de los que ya no se hacen

Contra lo imposible retrata una rivalidad mezclando el carisma de sus protagonistas con alucinantes escenas de carreras

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16 de noviembre de 2019 a las 05:01

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La posibilidad de matarse es real. En alguna parte del cerebro debe estar esa certeza. Pero también es parte del juego, parte de la razón por la que una persona puede sentir el impulso de pisar un poco más el acelerador. De notar cómo el metal empieza a vibrar, las revoluciones suben y el motor empieza a aullar, y hay algo que se rompe. Una resistencia de las fuerzas de la física o un límite temporal, a los que la conjunción de una máquina y un humano les acaban de ganar.  

La velocidad, la adrenalina, la incertidumbre. La competencia contra los otros y contra uno mismo. La pericia humana llevada a su punto más alto, unida al trabajo de técnicos y mecánicos que lograron que unos trozos de metal pasen los 300 kilómetros por hora y se mantengan unidos y en funcionamiento. Supongo que esas son algunas de las razones por las que el automovilismo cosecha tantos fanáticos, y por las que sus retratos en la ficción pueden ser grandes obras del cine deportivo (por poner dos ejemplos, Las 24 horas de Le Mans, con Steve McQueen, y Rush: pasión y gloria, sobre la rivalidad entre Niki Lauda y James Hunt).

Esa adrenalina y emoción están muy presentes en Contra lo imposible, el genérico y poco atractivo título que se le puso por aquí a la película Ford vs. Ferrari, del director James Mangold, y protagonizada por Christian Bale y Matt Damon. Un filme que acaba de estrenarse en las salas locales luego de su paso por el festival Monfic, que tiene aroma a Oscar para sus protagonistas y su guion, y una de las mejores propuestas de la cartelera actual.

Basada en hechos reales, la película retrata uno de los grandes duelos de la historia del automovilismo profesional. Ambientada en la década de 1960, todo arranca con la desesperación de Henry Ford II, nieto del fundador de la empresa, que ve cómo las cifras de ventas de sus autos caen en picada. Uno de los ejecutivos de la empresa ve como posible salvación cambiar la imagen de la compañía: dejar de ser sinónimo de autos producidos en serie en una gigantesca fábrica en Detroit, y darle un poco de glamour a la cosa metiéndose en el mundo de las carreras.

En un rubro en el que el rey indisputado es el italiano Enzo Ferrari con la empresa que lleva su apellido, sus autos rojos y su cavallino rampante ganando año a año las competencias principales, Ford intenta primero comprar a su modelo a seguir, pero, cuando eso falla, resuelve ganarle en las pistas.

Ahí entra en escena el texano Carroll Shelby (Damon), un expiloto y actual diseñador de autos que a su vez recluta al piloto inglés Ken Miles (Bale). El orgulloso constructor y el díscolo conductor serán los inesperados pero más adecuados contendientes para que los toscos americanos les ganen a los elegantes europeos en su juego.

Contra lo imposible se siente como una película de otra época. No solo porque transcurra en el pasado, sino también porque es una película que más allá de estar protagonizada por dos estrellas, no viene de ninguna franquicia taquillera, está orientada a un público adulto y tiene un presupuesto relativamente elevado, algo que la cada vez menos arriesgada Hollywood no está muy dispuesta a hacer en estos días.

Y también se siente como de otro tiempo por estar protagonizada por un puñado de machos de la vieja escuela. Unos tipos duros, manchados de aceite y con una llave inglesa todo el día en la mano que compiten entre ellos por logar tener el auto más rápido. La única mujer con una cierta relevancia para la trama es Mollie Miles, la esposa del piloto (Caitriona Balfe), que hace justamente el rol de esposa fiel, aunque tiene una escena con Bale en la que es a ella a la que le toca manejar rápido, que le pone un poco más de sustancia a su trabajo.

Y es en el carisma de Damon y el talento de Bale que se apoya la película. La dupla tiene una gran química, sobre un guion ajustado y ambos se roban las escenas. Es imposible no alentar por ellos en esta historia, y Bale vuelve a demostrar que es capaz de interpretar como nadie a tipos obsesivos –y obsesionados– con un toque de locura y rareza que los hace aun más atractivos.

Además, después de interpretar al obeso Dick Cheney en El vicepresidente, un año después se aparece bien flaquito y desgarbado. Matt Damon, sorprendido por el cambio (Bale bajó 30 kilos), le preguntó la receta y el galés le respondió “No comí”. De todos modos, el actor de 45 años ya avisó que este es el último cambio extremo que hace en su físico para trabajar.  

Rápida y furiosa

Los pilotos, como los astronautas o los aviadores, tienen eso de los héroes románticos que arriesgan su vida en su trabajo. Ese qué sé yo de los aventureros que ponen el cuerpo para romper alguna frontera física o técnica. Teniendo en cuenta la tasa de mortalidad del automovilismo en la época en la que se ambienta esta película, esa cualidad está subrayada y es parte también del encanto que tiene Contra lo imposible.

Por detrás está el subtexto de Estados Unidos y su poderío industrial (hoy mirado con nostalgia ante la dominación china) superando a sus competidores extranjeros, pero lo que importa aquí son las carreras y el drama personal, porque una parte del éxito en una historia deportiva es que el atleta protagonista sea tan cautivante como la proeza que cumplió.

El trabajo de Mangold y su equipo es sólido. Esta es una película biográfica tradicional, pero muy bien contada y llevada, que tiene elementos para atraer no solo al amante de los autos. Es espectacular, rápida y no aparenta sus dos horas y media de duración, dada la agilidad con la que cubre los momentos retratados. Hay algunos recursos obvios, desde montajes de entrenamiento, escenas emotivas y el cierre obligatorio para el género con unas cuantas líneas de texto sobreimpresas que nos cuentan el futuro de los protagonistas y del tema del filme, acompañadas por fotos de las figuras reales.

Pero las carreras, y en particular el gran duelo entre Ford y Ferrari en las 24 horas de Le Mans en 1966, uno de los eventos del mundo del motor más importantes del calendario anual, hacen que todo valga la pena. Nos llevan al borde del asiento, bien agarrados, con la excitación en el corazón y la tensión en los músculos.

Es una historia muy bien contada, que cierra en todos los rubros y tiene puntos altos en lo visual. Nada mal para ser una historia sobre un grupo de hombres que compite con el viejo concepto de "quién es más macho".

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