Leonardo Carreño

Gobierno de coalición y compromiso programático

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29 de octubre de 2019 a las 16:41

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Paso a paso, metódico y pragmático a la vez, Luis Lacalle Pou sigue desplegando su plan. En junio consolidó su liderazgo en el Partido Nacional. Obtuvo una resonante victoria en la primaria y proclamó, la noche misma de la elección, la fórmula presidencial del partido apostando a Beatriz Argimón. Acto seguido saldó cuentas con Juan Sartori, articuló matices programáticos con los demás sectores en una plataforma electoral común, y priorizó la organización de las candidaturas al parlamento. Desde los primeros días de agosto hasta el domingo pasado afrontó nuevos desafíos. Fronteras adentro atendió el legítimo pleito por el liderazgo del bloque opositor planteado por un intenso Ernesto Talvi. No perdió la calma ni se apartó de su estrategia. Evitó confrontar con el candidato colorado sabiendo que, más temprano que tarde, estarían obligados a ponerse espalda con espalda. Fronteras afuera, es decir, en relación al partido de gobierno, en uno de los momentos más importantes de la campaña, se lo vio firme, debatiendo cara a cara con Daniel Martínez, candidato a la presidencia del Frente Amplio.               

La estrategia funcionó. El domingo pasado el Partido Nacional cosechó una excelente votación y su propia fracción incrementó su peso relativo en la interna. Además, durante la noche, recibió otras buenas noticias. El Frente Amplió votó por debajo de las expectativas generadas durante el último mes (los frenteamplistas esperaban al menos 43% en lugar del 39% arrojado por las urnas). El Partido Colorado, pese a no confirmar la tendencia al despegue insinuada durante los meses anteriores, logró conservar el tercer puesto superando a Cabildo Abierto. Finalmente, uno tras otro, todos los potenciales socios de la coalición desde Ernesto Talvi a Pablo Mieres, pasando por Guido Manini Ríos y Edgardo Novick, anunciaron su decisión de apoyar al candidato nacionalista en el balotaje. Lacalle Pou, inspirándose en la experiencia de noviembre de 1999, ha propuesto que los partidos que participen de la coalición firmen durante los próximos días un acuerdo programático (“Compromiso por el País”). Esto nos conduce al tema central que quisiera desarrollar en esta página: ¿qué características debería tener ese acuerdo?

Podemos distinguir dos visiones sobre este asunto. Por un lado, una visión instrumental-electoral. Desde este punto de vista el “Compromiso por el País” sería, básicamente, un gesto para la tribuna, un acuerdo genérico, un enunciado de intenciones generales, apenas una pieza publicitaria más. Desde este punto de vista el documento programático estaría destinado a evitar que el Frente Amplio pueda decir que el principal objetivo de la oposición es desplazar al partido de gobierno del poder. Por otro lado, puede pensarse el acuerdo programático como un contrato de dos dimensiones: un pacto horizontal (entre los socios de la coalición) y un pacto vertical (entre los líderes de la oposición y la ciudadanía). Ambas dimensiones, desde mi punto de vista, son de la mayor importancia política. La primera es un requisito para un gobierno exitoso. La segunda es imprescindible en términos de calidad de la democracia. Me explico.

Una coalición, si aspira a ser innovadora y estable al mismo tiempo, necesita un pacto de asociación elaborado con esmero. Para que un gobierno “multicolor” tenga una agenda clara los socios deben ponerse de acuerdo en temas y prioridades. Para que un gobierno de coalición pueda generar cambios los socios deben poder articular sus propuestas específicas en los asuntos considerados más relevantes. El esfuerzo programático nunca es tiempo perdido. La experiencia acumulada desde 1985 en adelante demuestra que los gobiernos más exitosos son los que se tomaron más en serio el trabajo de pensar agendas de asuntos y alternativas de políticas públicas. A medida que aumenta el número de socios y sus diferencias ideológicas más necesario se torna este esfuerzo.

El programa tiene, además, una dimensión vertical fundamental: es un contrato entre los partidos de la coalición y los electores. Las mejores democracias son aquellas en las que los ciudadanos pueden juzgar en qué temas y en qué medida los gobiernos cumplieron las promesas realizadas durante la campaña electoral. Una de las críticas más justas y severas que ha recibido el Frente Amplio desde la oposición a lo largo de esta campaña es el haber incumplido algunos de los compromisos asumidos durante la campaña de 2014. La ciudadanía está pudiendo criticar al Frente Amplio porque este partido hizo promesas claras. Los programas bien hechos favorecen la rendición de cuentas. Los programas elípticos, vagos, confusos, pueden ayudar a ganar una elección pero deprimen la calidad de la democracia. Desde esta perspectiva, es conveniente que los programas de gobierno tengan metas cuantitativas. En caso de no tenerlas, es imprescindible que se detallen con la mayor claridad posible los objetivos a alcanzar y los instrumentos a utilizar.

Durante los próximos días habrá que prestar especial atención al proceso de elaboración de acuerdo programático de la coalición en ciernes. ¿Qué visión predominará entre los futuros socios? ¿El enfoque meramente instrumental-electoral o la visión “contractualista”?

Adolfo Garcé es doctor en Ciencia Política, Docente e Investigador en el Instituto de Ciencia Política, Facultad de Ciencias Sociales, UdelaR
adolfogarce@gmail.com 

 

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