Inés Guimaraens

Con Astesiano sobrevolando, Heber abandona cúpula policial de Larrañaga y busca impronta menos vertical y más amplia en Interior 

El ministro eligió a sus propios hombres para consolidar un cambio en la cartera de seguridad

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12 de febrero de 2023 a las 05:00

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Por Paula Ojeda y Santiago Soravilla

La historia es conocida e incluso ha sido contada por su protagonista. 

En su extensa carrera parlamentaria –más de 35 años– Luis Alberto Heber nunca se dedicó a los temas de seguridad, por lo que cuando el presidente de la República, Luis Lacalle Pou, le pidió que se hiciera cargo del Ministerio del Interior tras la inesperada muerte de Jorge Larrañaga, no le quedó otra opción que hacer un curso intensivo para adaptarse a una institución verticalista en la que las malas noticias son un asunto cotidiano.

Heber sabía que tenía el respaldo del mandatario, la espalda ancha y la piel curtida como para aprender a transitar en ese hábitat complejo en el que –contra algunos pronósticos– el líder de Alianza Nacional se había logrado mover con éxito, por lo que decidió que su recorrido iba a ser con los mismos hombres que habían acompañado al Guapo.

Un año y nueve meses después, el líder del Herrerismo le ha dado su forma al sillón ministerial, y en acuerdo con el presidente entendió que era hora de cambiar y pasar a rodearse por quienes se han ganado su confianza.

Este trazo grueso es el que repiten las personas cercanas al ministro para explicar la decisión de remover a la cúpula policial, argumentando que las razones obedecen a una cuestión más amplia que la situación coyuntural.

Señalan que en este febrero –el momento de los cambios desde la época de Larrañaga– coincidieron, al menos, cuatro puntas: el “derecho” de Heber a armar su equipo; el “desgaste” del director Diego Fernández; el caso Astesiano, y el aumento de los homicidios.

El descabezamiento, entonces, va de la mano de la elaboración del ministro de su propio concepto de seguridad pública y cómo debe afrontarse, algo que –a su vez– se separa en algunos puntos del que tenía Larrañaga. 

Por ejemplo, ha ganado terreno el criminólogo Diego Sanjurjo, que a pedido del ministro ha presentado diferentes planes para atacar las causas subyacentes del delito, con un abordaje que trata a la violencia como un problema de salud pública.

Ese concepto tuvo su presentación pública los primeros días de enero, cuando Heber anunció que el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) financiaría un plan para contener los homicidios que, entre otras cosas, fomentaría que exreclusos rehabilitados se convirtieran en “referentes sociales” que hagan de puente entre las autoridades y las personas que viven en barrios azotados por el delito. 

El desencanto de Heber con la idea de abordar el problema de la delincuencia únicamente a través de la represión tuvo dos grandes puntapiés. Por un lado, el contacto con las autoridades y técnicos del ministerio que lo han ayudado a formarse en el área, y por otro, el incremento de 25% en materia de homicidios, que a su vez, ha ido de la mano de un recrudecimiento de la violencia.

Esa mirada tenías interferencias con el pensamiento de la cúpula policial compuesta por Diego Fernández, Héctor Ferreira y Jorge Berriel, definidos como más verticalistas y menos aggiornados que José Manuel Azambuya, Jhonny Diego y Efraín Abreu –los sucesores– que representan a una generación más joven y con un estilo diferente.

El desafío que van a tener es tratar de evitar que la dirección de Policía pierda peso”, dijo un dirigente del oficialismo que sigue de cerca los temas policiales.

El liderazgo de Fernández, a su vez, exhibía un desgaste en el último tiempo, según señalan fuentes policiales, que ponen como ejemplo la filtración de varios mensajes con órdenes que enviaba. 

De hecho, Heber enteró a los jerarcas de los ceses el martes, y estos lo comunicaron un rato después a un grupo en el que están todos los jefes de policía, pero los audios se viralizaron rápidamente. 

“Se quería ir, pero no de esta manera”, señaló un policía que trabajó cerca suyo.

La fuente agregó que la tríada encabezada por Fernández había sido elegida por Larrañaga para ejercer el mando con dureza, porque había una intención política de dar un giro respecto a la forma en que se venía gestionando la seguridad con el Frente Amplio como gobierno.

En este sentido, en el oficialismo destacan que hubo un cambio de tendencia que se tradujo en una baja de todos los delitos, pese a la suba de los homicidios del último año por lo que valoran que cumplieron correctamente la función que se les había asignado.

“Estos tres policías son excelentes profesionales que llevaron a cabo un cambio fundamental en la política de seguridad del Uruguay, mejoraron los resultados, una tendencia al alza que había y fue revertida”, dijo en En Perspectiva quien fuera el número tres el Ministerio del Interior hasta setiembre de 2022, Luis Calabria.

La elección de Azambuya y Diego se alinea con este cambio que Heber busca y con sus perfiles. Así, el ministro tuvo el desafío de buscar jefes con un pensamiento más amplio o abierto, pero que a su vez no se alinearan con los exjerarcas que simpatizaban con el Frente Amplio, línea que quieren dejar atrás. 

En el caso del nuevo director, tuvo un alto perfil técnico –ocupó durante años la dirección de la Policía Científica– y en su paso por Salto y Florida logró un trato cordial y efectivo con subalternos y superiores.

Diego, por su parte, fue designado jefe de Policía en Colonia desde el principio de la gestión de este gobierno y afianzó su relación con Heber desde que llegó al ministerio. También tiene un perfil más abierto y aggionardo que las antiguas jerarquías. El principal desafío de su gestión –según él mismo declaró– fue reducir los hurtos, dado que, en Colonia, “están vinculados a los delitos de drogas”. Pero su gestión –plasmada en las órdenes a sus subalternos– generó algunas reacciones de quienes dependían de él.

La semana pasada, el coordinador ejecutivo de la Jefatura de Colonia, Héctor Amaro, señaló en una reunión abierta de vecinos que consignó La Diaria, que “los trabajadores se llenaron –o nos llenamos– de tantos derechos que buscan jubilarse o pasar por ineptitud física: ‘Me torcí el dedo o no puedo caminar’”. Eso ocurrió en el marco de una “ola de robos” en Rosario, por lo que el coordinador instó a los vecinos a “organizarse”. 

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