ANTHONY WALLACE / AFP

Hong Kong: el adelanto de la transición

La actitud de China se percibe como una amenaza a la continuidad de ciertos componentes fundamentales del sistema

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28 de junio de 2020 a las 05:00

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En las dos últimas décadas Hong Kong ha sido un caso de excepción, en razón de la particularidad de sus instituciones y su éxito económico. Pero desde mediados del año pasado, ambos entraron en un conflicto que parece anticipar el fin de su singularidad.

En 1997 el Reino Unido aceptó devolver la soberanía de Hong Kong a China, con la condición de que el territorio iba a funcionar bajo la fórmula de “un país y dos sistemas” durante cincuenta años. Entonces, bajo el gobierno de un delegado del Partido Comunista de China se instaló una economía de mercado con un poder judicial independiente y plena libertad de expresión.

El territorio creció desde entonces al amparo de la expansión económica de China, funcionando como puerto de almacenaje y transporte regional y centro de servicios internacionales. Una parte importante de la inversión extranjera en China se  canalizó a través de formas asociativas con socios residentes en Hong Kong. Sobre estas bases, se construyó una de las economías más dinámicas y de mayor nivel de ingreso en la comparación internacional.

Pero a mediados del año pasado, la presentación de un proyecto de ley que facilitaba la extradición a China, desencadenó una sucesión de protestas sociales que a su vez derivó en un clamor creciente a favor de la independencia. Ello afectó al comercio minorista y al turismo, provocando la primera recesión de la economía en diez años. Más recientemente, y al igual que en el resto del mundo, la crisis del coronavirus agregó un nuevo factor de inestabilidad.

Ahora, después de difundir el borrador de una legislación para prevenir la reanudación y eventual radicalización de las protestas sociales, el Partido Comunista de China acaba de anunciar que antes de fin de mes habrá de aprobar una nueva ley de seguridad nacional para Hong Kong. En base a ella, habrá de instalar en el territorio una agencia por fuera del sistema judicial existente para enjuiciar delitos tales como el llamado a la secesión, la subversión, el terrorismo o la colusión con fuerzas del exterior. 

Es muy probable que en los próximos tiempos el autoritarismo político se instale cada vez con más fuerza en Hong Kong, en coexistencia con una economía de mercado que habrá de funcionar sobre bases progresivamente más endebles

Aun cuando las autoridades de Hong Kong proclaman que esta norma no cambiará el funcionamiento político y económico del territorio, la decisión de China se percibe como una amenaza a la continuidad de ciertos componentes fundamentales del “sistema”, como la independencia del poder judicial, las libertades individuales y la libre entrada y salida del territorio. A su vez, también pone en duda a la continuidad de ciertos fundamentos económicos de primer orden, como la iniciativa privada y la economía de mercado.

Los países occidentales se han pronunciado en contra de esta nueva legislación. En particular, Estados Unidos anunció que habrá de dejar sin efecto a los privilegios comerciales que hasta ahora le había concedido al territorio, y sobre los que apoyó una parte de su desarrollo de estos tiempos.

Una parte importante de la población teme por una futura restricción tanto de sus  libertades como de sus posesiones. Las empresas internacionales ya instaladas en Hong Kong miran a la seguridad de sus empleados y atienden al repudio que pudiera surgir de las manifestaciones colectivas que de a poco van tomando forma en distintas capitales de occidente. Y así sucesivamente.

Los indicadores más relacionados con las expectativas del sector privado no muestran por ahora un riesgo importante de fuga de capitales.

Los depósitos bancarios están estables, pese a que la tasa de interés local es de apenas un 1% por encima de la que prevalece en Estados Unidos. Tampoco hay  mayores sobresaltos en el mercado cambiario, con una moneda que se sigue transando sin problemas dentro de la banda fijada desde 1983 de entre HK$ 7.75 y HK$ 7.85 con relación al dólar.

Pero las aplicaciones para obtener los documentos requeridos para emigrar han aumentado un 80% en el último semestre del año pasado en comparación con el mismo período del año anterior, para estar en condiciones de obtener la residencia en el Reino Unido o emigrar a Taiwan, Canadá o Australia. Hay tres millones de personas nacidas antes de 1997 que ya tienen pasaporte británico. 

Todo indica que los inversores de importancia están reduciendo su exposición al riesgo en Hong Kong y ajustan sus activos para un retiro inmediato en caso que persistan las protestas y avance la represión. Los principales bancos del territorio están informando de un aumento importante de la apertura de cuentas de sus clientes en otros centros financieros del mundo. 

En Singapur los depósitos de no residentes han tenido un aumento del 44% desde abril del año pasado. Aunque no hay un detalle sobre el origen geográfico, se supone que parte de este aumento proviene de fondos de Hong Kong. Por su parte, Japón está considerando la concesión de visas temporarias y alquiler gratuito de oficinas para los banqueros, gerentes de fondos de inversión y otros operadores financieros de ese territorio.

Es muy probable entonces que en los próximos tiempos el autoritarismo político se instale cada vez con más fuerza en Hong Kong, en coexistencia con una economía de mercado que habrá de funcionar sobre bases progresivamente más endebles.

Hasta ahora China ha combinado en forma exitosa el predominio político del comunismo con el funcionamiento del capitalismo. Pero en el caso de Hong Kong, parece improbable que el adelanto de ese modelo, que estaba previsto para dentro de veintisiete años, pueda tener desde ahora el mismo grado de acatamiento y eficacia que allí, habida cuenta de la fuga de recursos humanos y de capital que ya está en curso. 

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