Javier Milei habló el sábado en la CPAC, donde se abrazó con Donald Trump.

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Javier Milei, ¿el salvador de la “maldita” derecha argentina?

El presidente argentino se muestra cercano a los líderes de la derecha global, pero mantiene sus diferencias. Es libertario pero no identitario. Porqué en España algunos medios lo tildan de ultra derechista.
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25 de febrero de 2024 a las 18:11

Otro viaje del presidente argentino y nuevamente con una gran repercusión a su paso. 

Esta vez a Estados Unidos, en ocasión de realizarse la Conferencia Política de Acción Conservadora que agrupa a líderes y activistas conservadores norteamericanos, y que fuera inaugurada por Ronald Reagan a mediados de los años 70.

El abrazo y las palabras que le dedicó Donald Trump no fueron un dato menor.

Incluso fue el primer político extranjero que el expresidente norteamericano mencionó el sábado en su discurso inaugural, que también presenciaron el salvadoreño Nayib Bukele, el líder de Vox, Santiago Abascal, la fugaz expremier británica Liz Truss y Eduardo Bolsonaro, hijo del expresidente brasileño, entre otros. 

A su turno, Milei se dirigió a la audiencia conservadora retomando los tópicos de los que habló en el Foro de Davos, lejos de la compleja coyuntura argentina y relativos a temáticas ideológicas y globales. 

El argentino no duda en mostrarse como parte de la derecha global, pero a la vez no se decanta por ninguno de los subgrupos que la integran. 

A Milei le gusta repetir que es el primer presidente anarco-capitalista en la historia.

Por eso mismo a veces resulta difícil catalogarlo en un espacio definido formalmente en el universo de la derecha.

Esta dificultad se ve sobre todo en Europa y particularmente en España.

Gran parte de la prensa auto considerada progresista coloca el adjetivo “ultraderecha” cada vez que utiliza el nombre de Milei en algún escrito o referencia. Se da en varios medios de prensa españoles.

Esto lo hacen para darle una pertenencia que facilite la comprensión de su audiencia y, al mismo tiempo, para exponerlo negativamente.

De hecho, la Defensora del Lector del diario El País, Soledad Alcaide, tuvo que explicar en un video por qué practicaban este etiquetamiento ante los reclamos airados de muchos lectores y algunos fanáticos del presidente argentino.

La defensora del público del tradicional diario español no mostró mucha habilidad al tratar de definir por qué ubicar a Milei en la ultraderecha. Cuando intentó explicarlo lo hizo con definiciones vagas, lugares comunes y, sobre todo, con referencias a su estilo personal, irreverente, pero a la vez, en muchas ocasiones, lindante con la agresión y el insulto.

Como si esto fuera patrimonio exclusivo de un sector político.

De todos modos, para el mundo político español y en especial para los lectores de la prensa progresista, ubicar a Javier Milei en la ultraderecha del espectro político es entendible. Aunque eso no tiene basamento en la política argentina.

Para que haya una ultraderecha tiene que haber una derecha. En España sí la hay. El Partido Popular es una organización con gran tradición en el país y que se identifica sin complejos con ser “de derechas”.

Por lo tanto, todo lo que aparezca a la derecha del Partido Popular, podría etiquetarse de ultraderecha. En el resto de Europa encontramos ejemplos similares.

En el caso de Argentina eso no es así. No fue fácil encontrar un partido que haya ocupado identitariamente y en forma voluntaria ese lugar, que quedó “maldito” luego de la última dictadura militar iniciada en 1976. 

Es que la derecha fue donde los intelectuales, la prensa, los artistas y la clase política ubicaron a los militares y todo lo que tuviera que ver con sus políticas de represión ilegal.

Por eso, ser de derecha quedó muy desprestigiado. En Argentina nadie que tuviese aspiraciones políticas quería estar ahí. 

El liberalismo cayó también en esa mala fama, asociado a la política económica de los uniformados.

Eso se reforzó después de los años 90, por las consecuencias sociales de las políticas neoliberales del presidente Carlos Menem y la resultante crisis del 2001. 

Por eso, desde 1983 y a la hora de tratar de ocupar la derecha de la escena política, siempre se utilizaron eufemismos, como definirse de “centro”, “republicano”, o utilizar los sellos de los partidos históricos (radicales y peronistas) para no tener que hacerlo en términos espaciales, es decir, por derecha o por izquierda.

Entonces, el lugar de la derecha quedó vacante, salvo algunas experiencias más o menos efímeras en los años de Menem.

Tiempo después, con el nuevo siglo, el PRO, el partido del expresidente Mauricio Macri intentó ocupar ese lugar, pero nunca se identificó a sí mismo como de derecha.

De hecho, en los tiempos previos a las elecciones de 2023, una parte importante de su dirigencia tuvo un giro socialdemócrata light que volvió a dejar vacante el espacio de la derecha política. 

Milei es una rara avis surgida del mundo de las ideas y de los negocios. Se mueve hábilmente en esa ambigüedad y se enmarca directamente en una prolífica tradición argentina que combina conservadurismo político con liberalismo económico.

Aunque comparte el antiglobalismo y la pasión antiabortista con muchos de sus colegas norteamericanos y europeos, Milei no pertenece a un partido tradicional (como Trump) y, a diferencia de Bolsonaro, es un recién llegado al sistema político.

Tampoco está vinculado a sectores religiosos locales, sean cristianos o de otro tipo, al mundo popular agrícola y no tiene ningún tipo de atracción por la figura de Vladimir Putin o las políticas expansivas chinas.

Tampoco utiliza el recurso de la inmigración para agitar políticas xenófobas y ha mostrado que no comulga con las visiones nacionalistas sobre las Malvinas. 

El actual presidente argentino ocupó el lugar vacante que los otros políticos –a los que bautizó como “la casta”– dejaron sin representación. 

Y lo hizo sin medias tintas, intuyendo acertadamente que la maldición sobre la derecha, cuarenta años después de recuperada la democracia, ya no tenía efectos reales sobre la mayor parte de la población y los electores. 

Sobre todo, entre los más jóvenes.  

Tras esos 40 años de democracia, Argentina está hoy peor en cualquier indicador que se observe. 

Con excepción de Venezuela, el resto de los países de América del Sur, con más o menos problemas, están mejor que entonces. Argentina no. 

Milei le dio a la derecha una oportunidad de redimirse y volver a ser una opción posible y victoriosa. 

El tiempo dirá si podrá aprovecharla.

 

Fernando Pedrosa es profesor e investigador de la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad de Buenos Aires.

 

 

 

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