columna romina manguel: Javier Milei, el único que supo escuchar en medio del griterío propio y ajeno
Romina Manguel

Romina Manguel

Periodista de El Observador Argentina

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Javier Milei, el único que supo escuchar en medio del griterío propio y ajeno

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20 de noviembre de 2023 a las 09:46

Era el enojo, estúpido.

El enojo fue el gran ganador de estas elecciones. Y Javier Milei, el líder libertario, el medio para canalizarlo hacia una dirección. Estuvo ahí en el momento justo para descifrar eso que el resto de la dirigencia política percibía como un ruido molesto. Una queja constante. Ninguno agudizó el oído y no lograron entender al electorado en estos ocho meses (si, ocho) que Argentina lleva de agónico proceso eleccionario.

¿Será la inflación? Sí, claro, es invivible e imposible de concebir una planificación ramplona de la vida familiar con una inflación de tres dígitos. ¿El dólar? Pisado a fuerza de control de cuevas y financieras para que no supere el techo de los 1.000 pesos. ¿La inseguridad? Golpea de manera transversal e impacta tanto en las zonas inmobiliarias más caras de Buenos Aires —donde los vecinos usan relojes de marca truchos cansados de reponer los buenos que les arrancaron en algún café— como en los barrios más humildes, donde es una odisea tomar el primer colectivo de la madrugada para ir a trabajar y salir indemne. Y así podríamos seguir. ¿Será la falta de insumos causada por una política al menos errática de importaciones que obliga a suspender operaciones por falta de materiales como campos quirúrgicos?

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Ni el gobierno de Sergio Tomás Massa, que se cargó al hombro la institucionalidad ante el corrimiento consciente de un Alberto Fernández que no tenía nada para aportar salvo pésima imagen, ni el jefe de Gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta —que quedó enredado en su propia interna—, al igual que el resto de la oposición tuvieron un traductor para entender al pueblo. Escuchaban ruidos. Sabían que estaban molestos, pero no hubo un solo focus group, consultora de élite o asesor político famoso que pudiera poner una escucha atenta y comprender que era eso que la gente venía gritando y ellos decidieron silenciar imponiendo su propia agenda.

¿Ellos quiénes? Ellos todos. Y ahí apareció este soft outsider de la política. Estuvo en el momento justo en el lugar indicado y pudo, a través de su exagerada presencia y modos por momento parcos y violentos, poner en palabras el sentir de una nación. Necesitó solo cinco letras y más empatía que el resto para descifrar a esa marea incómoda. La gente dijo "BASTA". Ésa es la clave de su triunfo. Haber entendido el lenguaje del cansancio, del hastío, de la profunda convicción de que así no se quería ni se podía seguir. 

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La alternativa no es clara. Javier Milei no debería confundirse creyendo que la apuesta a sus propuestas cautivó al electorado. Sus propuestas no terminan de entenderse. Fueron y vinieron, cambiaron, se desmintieron. Todavía no se sabe si efectivamente va a aplicar una dolarización a la ecuatoriana. Sí, claro, y así lo dijo en su primer discurso, el Estado tal como lo conocimos va a cambiar. Menos Estado, más regulación de mercado para todo lo que sea posible. ¿Cómo? Imposible de saber. ¿A fuerza de decretos? Los paquetes de medidas reformistas necesitan pasar por el Congreso. Donde no sólo no tiene mayoría, sino que se le impone un proceso de diálogo profundo para conseguir siquiera que sean tratadas en el recinto. ¿Está dispuesto?

Milei trae bajo el brazo el aval de un pedido desesperado del 55% de la población argentina y de un país entero sin exageración: el peronismo sólo retuvo tres provincias. Es hoy el exégeta de las mayorías. Que aplaudieron y festejaron y cantaron el "que se vayan todos", desde Cristina hasta Massa. Pero que a 24 horas del batacazo esperan respuestas. 

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Milei no tiene un cheque en blanco. Ni literal ni metafóricamente. Se abrazó a la casta cuando necesitó el empujón final que dice Mauricio Macri, el ex presidente, estuvo dispuesto a darle desinteresadamente. ¿Cuan patriótico fue el gesto del referente del Pro? Lo veremos en cuestión de días cuando se acomoden los nombres que ocuparán las diferentes carteras de su ya más reducido gabinete.

Pidió paz, libertad y tranquilidad en la transición, pero fue duro con su oponente al punto de que los rumores de un pedido de licencia de Sergio Massa no tardaron en llegar. Y posiblemente se disipen hoy tras el encuentro del presidente electo con el presidente que resurgió tras el ostracismo obligado para ganar una elección imposible. Por unas horas, Alberto Fernández retoma su rol. Hasta que Massa decida que quiere hacer y hasta qué punto está dispuesto a tolerar los condicionamientos de quien el pueblo eligió como próximo presidente. 

Massa logró una epopeya. Es cierto. El candidato de unidad al frente de un Ministerio de Economía con los peores índices de los últimos 20 años ganó las primarias, fue el más votado en las generales y destronó a la oposición clásica de Juntos por el Cambio para subirse al podio de dos del balotaje. Un héroe para el peronismo que estuvo a minutos de conducir. ¿Por qué elegiría dejar pasar la oportunidad de ser recordado así en los libros de historia y ser recordado como el hombre de una de las devaluaciones mas violentas de la historia? ¿Por qué lo pide Milei? Alguien tiene que hacer el trabajo sucio y anoche tras los festejos quedó claro que ésa será la primera batalla del nuevo presidente, porque quienes quedaron atrás no se van a ensuciar las manos.

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En su enardecido discurso a las multitudes en las afueras de su bunker de Retiro, Milei dejó en claro que su proyecto (sea cual fuese, libertario sí) comienza el 10 de diciembre y hasta entonces toda responsabilidad se le atribuye a la actual conducción. ¿Es tan así? El aval del 55 por ciento de los argentinos a sentarse en el sillón de Rivadavia le impone ya, desde el resultado de la última mesa escrutada, una responsabilidad que no puede desconocer. Nadie puede mirar para otro lado.

Que se inicia una nueva etapa no caben dudas. Ninguna. Javier Milei conducirá los destinos de la Nación, la provincia de Buenos Aires seguirá recostada en hombros del gobernador reelecto Axel Kicillof —el ultimo reducto de un peronismo que reconoce en Cristina Kirchner la jefatura política— y la ciudad de Buenos Aires estará en manos del hasta ahora mismo espacio político, pero de diferente orientación, y será Jorge Macri el encargado de interpretar cómo los porteños quieren seguir igual, pero distinto.

 

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