Jennifer López se reinventa en una película sobre strippers, estafas, poder y ambición

Después de una carrera con más fracasos que éxitos, la estrella latina suena en la penca de los Oscar por su trabajo en "Estafadoras de Wall Street", que se estrenó el jueves

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25 de octubre de 2019 a las 05:04

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“En otra vida, a Roselyn Keo le podría haber gustado trabajar en Wall Steet. ‘Soy lo suficientemente lista, lo sé’, me dijo sentada en la inmaculada cocina de su casa en los suburbios. Ella es organizada, buena en matemáticas, y no hay dudas de que tiene un instinto emprendedor evidente. De niña compraba caramelos al por mayor y los vendía en la escuela, lo mismo que cuenta el billonario Jhon Paulson sobre sus inicios. Pero Jhon Paulson nació con su cuerpo y Roselyn Keo con el de ella, y sucede que el suyo entra dentro del espectro de cuerpos que los científicos consideran que inciden en los hombres como una droga. La clase de cuerpos que, como solían decir, pueden meter a una chica en problemas, aunque meterse en problemas era algo de lo que Rosie era perfectamente capaz de hacer por su cuenta”.

Así comienza un reportaje publicado por la New York Magazine el 28 de diciembre de 2015 y firmado por Jessica Pressler. En inglés se titulaba The hustlers at scores y presentaba una historia que si no era insólita, al menos era curiosa: un grupo de strippers de Manhattan estuvo un tiempo enriqueciéndose desmesuradamente gracias a las suculentas cuentas bancarias de sus clientes más frecuentes, en general peces gordos de Wall Street casados y pasados de rosca. 

Hasta ahí, todo bien. Porque enriquecerse no es delito si no se hace ilícitamente y como bien deja en claro el artículo, en el club donde estas mujeres trabajaban era moneda corriente que los hombres gastaran miles de dólares por noche. Dos tragos y se van quinientos, un baile en el caño y se van mil, un baile privado, otros cuatro mil más que vuelan entre las luces y la música. 

El problema comenzó cuando el poder y la avaricia crecieron y la apuesta se redobló. Y cuando esos clientes empezaron a denunciar los enormes agujeros económicos que descubrían a la mañana siguiente, en el momento en que el combo de ketamina y éxtasis que les habían metido por lo bajo en el alcohol dejaba de hacer efecto. Así, esta “organización” que tenía un buen plan y que se estaba forrando día tras día colapsó; un descuido las dejó a la luz de los policías, que todavía anonadados ante la maniobra detuvieron a las mujeres y las hicieron cumplir una serie de penas menores. Una de esas bailarinas era Roselyn Keo. Y otra, un poco más veterana, despiadada y maternal, era Samantha Barbash.

Al alpiste siempre de material fresco –y con una tendencia cada vez más frecuente a echar mano a artículos periodísticos (ver recuadro)– Hollywood agarró la historia de las “buscavidas” de Wall Street y la convirtió en una película que, aunque arrancó con poco brillo, enseguida fue ganando terreno en el boca a boca, sobre todo cuando la palabra Oscar se empezó a asociar con cada vez más fuerza al nombre de su actriz principal: Jennifer López.

Reinvención

A la pobre Jennifer López no le ha ido muy bien en su carrera como actriz. A excepción de contadísimos papeles –pero contadísimos de verdad–, en general su rol como actriz ha fluctuado entre romcoms que van de la mediocridad y la vergüenza ajena, para abajo. De hecho, tiene entre sus créditos un protagónico en Gigli, una película que según los que se animaron a verla es de las peores comedias románticas que han visto la luz en las colinas de Los Ángeles. Ben Affleck, su compañero de elenco en esa producción, ha dicho que prefiere hacer de cuenta que no existe.

Pero acá estamos hablando de otra cosa. Hustlers –que en español se llama Estafadoras de Wall Street– se aleja del registro usual de la neoyorquina de origen puertorriqueño y la pone en la piel de Ramona Vega, que no es otra que Samantha Barbash, la líder del grupo de embaucadoras. A Ramona la vemos siempre a través de los ojos de Destiny, una bailarina mucho más joven que interpreta Constance Wu y que escenifica a la real Roselyn Keo. Ramona ve en Destiny una sucesora y la entrena para ser la mejor. Y, en el medio, toda la trama de estafas que cuenta el artículo y que acá la directora Lorene Scafaria propone como una suerte de combo de música pop de principios de los 2000, luces de neón, corredores de bolsa transpirados, cuerpos semidesnudos que se frotan dólares y una sensualidad que se contrapone a la fría investigación periodística que lleva adelante la periodista interpretada por Julia Styles (la de 10 cosas que odio de ti).

Estafadoras de Wall Street tiene un par de aciertos que hacen que valga la pena. Y también fallas. Por ejemplo, algunas decisiones creativas –que el sonido se corte completamente cuando se apaga un grabador de voz o que, con los policías ya infiltrados en la banda de estafadoras, las voces se escuchen a través del micrófono oculto– son interesantes. Habría que ponderar también su agilidad, porque logra que quien está sentado en la butaca esté tan o más acelerado que los cocainómanos de Wall Street. Y da en el clavo cuando prefiere hablar de los peligros de coquetear con el poder antes que de un episodio de empoderamiento femenino, que en este caso específico podría resultar un tanto caricaturesco. En contrapartida, lo más bajo de la película es que en su afán de exponer su espíritu transgresor, se queda a medio camino. Y además incorpora algunas subtramas un poco infantiles o sosas que no tienen mucho que hacer, más que recordar que estas mujeres también tienen vidas normales. Y no siempre es necesario subrayarlo. 

Pero hay una estrella sobre la que gira todo el sistema solar de la película y su apodo es JLo. Con 50 años, su presencia tiene un erotismo que intimida e hipnotiza. Es una bomba cargada de amenazas, sensualidad, necesidad de poder y ambición desmedida. Una matriarca que usa su cuerpo y su personalidad de hierro para ganar. Y gobernar. Acá, si quiere, JLo te pisa la cabeza y encima te roba la plata. ¿Qué? ¿Le vas a ir a contar a la policía que perdiste US$ 15 mil en un club de stippers? Mirá cómo se te ríe en la cara. 

Todavía es difícil saber si López llegará a estar entre las seleccionadas para el premio mayor de Hollywood. La prensa, en ese sentido, ya está haciendo algo similar a una campaña. De hecho, el crítico de la Rolling Stone en Estados Unidos tituló su reseña con la frase "Un Oscar para JLo". Quizás suceda y esta película signifique un trampolín tardío a una carrera de éxitos. O quizás solo sea un pequeño oasis en medio de un camino lleno de pozos de calidad, pozos que, a ver, tampoco es que fueron siempre su culpa. Porque Estafadoras de Wall Street no será recordada como una de las grandes películas de este año que ya termina, pero quizás en un futuro alguien la utilice como evidencia de que sí, en el fondo JLo podía actuar, actuar bien y salir a comerse el mundo si es que así lo quería. Porque acá lo hace, y eso cuenta.

De la prensa a la pantalla
Lo leés y decís: “Esto es una película”. Bueno, lo mismo piensan varios productores cuando esos artículos de diarios y revistas pasan por sus ojos. En los últimos años la cantidad de películas basadas en historias presentadas en los medios ha aumentado su volumen, y Estafadoras de Wall Street es la última prueba. Algunas de las recientes son War Dogs (del director de Joker), A Private War, Only the brave y Argo. Pero buscando más en el pasado, aparecen títulos que ya son clásicos: El ladrón de orquídeas, Hacia rutas salvajes, Tarde de perros, The Insider, Coyote Ugly, Boogie Nights, Casi Famosos y hasta la primera de Rápido y Furioso. Y vendrán más, claro. 
 
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