AFP

Joe Biden podría ser un gran alivio para los votantes de EEUU

Los estadounidenses no tienden a votar por dos presidentes polémicos y dramáticos seguidos

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02 de mayo de 2019 a las 14:31

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Janan Ganesh

Aparte de la probabilidad de que la definición de locura de Albert Einstein haya sido atribuida erróneamente, siempre ha sido un consejo terrible. "Hacer lo mismo una y otra vez y esperar un resultado diferente" es en realidad la definición de la práctica. Un curso de acción puede fallar en una ocasión y tener éxito en otra ocasión.

Pensarías que no hace falta decirlo, hasta que observas cómo la izquierda está usando a la previa elección presidencial de EEUU en contra de Joe Biden en la próxima. Algunas de sus quejas sobre el compañero de fórmula dos veces elegido de Barack Obama están bien fundadas. Varias mujeres se han quejado de un contacto físico no deseado y otras personas aún resienten cómo manejó el entonces senador el testimonio de Anita Hill en contra de Clarence Thomas, el candidato a la Corte Suprema en 1991. Además, Biden sostuvo posturas más derechistas sobre temas sociales en el pasado; pero ¿por qué la consistencia filosófica de por vida se considera un logro, en lugar de ser una prueba de una mentalidad cerrada?

Pero todas estas quejas se remontan a una queja básica: Biden sería el segundo candidato consecutivo del partido que representa el sistema político dirigente. Ha trabajado en Washington durante 44 de sus 76 años. Su hábitat es la cumbre mundial, la sala legislativa, el evento corporativo para recaudar fondos. Incluso para los estándares de la gerontocracia constitucional de EEUU, con sus políticos chirriantes y sus jueces ancianos, él sería un presidente viejo.

En otras palabras, él es todo lo que Hillary Clinton fue en 2016: un miembro del sistema en una época de rebeldes, un representante del sistema que menospreció el presidente Donald Trump, lo cual tuvo un efecto devastador. Si un miembro del sistema fracasó la última vez, ¿cómo podrá tener éxito esta vez?

Al igual que en el caso de una víctima de atraco que evita la misma calle para siempre, el miedo es natural pero irracional. La elección presidencial de 2016 fue tan angustiosa que algunos demócratas han permitido que influya en su opinión sobre 2020. Dejando de lado la nebulosa cuestión de la simpatía -Biden, a diferencia de Clinton, es popular- la próxima elección será muy diferente estructuralmente.

En 2016, Trump se postuló como un fuereño. En 2020, tendrá que postularse como el presidente en ejercicio. La simple táctica de reprender a su oponente por ser una criatura del pantano, cuando él mismo ha estado inmerso en el mismo charco durante cuatro años, no será tan letal. Ahora él tendrá la responsabilidad de identificar lo que ha hecho, no dicho, sino hecho, para los trabajadores estadounidenses. Es el dilema eterno del populista: sólo puedes ser elegido como fuereño una vez. Italia, Brasil y EEUU han demostrado que los políticos que se postulan en contra del sistema pueden ganar. Simplemente no sabemos si pueden repetir el truco, al menos sin ajustar su tono significativamente.

Los estadounidenses no tienden a votar por dos presidentes polémicos y dramáticos seguidos. Después de la primera guerra mundial, optaron por el "regreso a la normalidad" de Warren Harding. Después de Watergate, ansiaban la bien intencionada languidez de Jimmy Carter. Después de Ronald Reagan, eligieron a George HW Bush entre dos candidatos templados. Después de la guerra de Irak y la crisis financiera, eligieron a Obama, quien era -aunque muchos lo han olvidado- la opción segura en 2008. (Su oponente, John McCain, era un intervencionista militar con una compañera de fórmula errática).

La historia sugiere que esto es lo que EEUU estará buscando en 2020: un respiro, no una reacción igual y opuesta a Trump. El agotamiento con el drama de los republicanos no implica que haya mucho entusiasmo por el drama de los demócratas. Los demócratas deberían anticipar que se enfrentarán no tanto a un electorado enojado como a votantes cansados, cansados de la agitación, cansados de pelearse con sus amigos por la política, cansados de la politización de todo en todo el mundo todo el tiempo. Un representante del sistema familiar conciliador y extremadamente bipartidista -Biden ha establecido amistades entre los reaccionarios más duros- podría ser un activo electoral, aunque sólo durante un término.

"Vimos cómo funcionó", es la respuesta liberal a cualquier cosa que se parezca a la candidatura de Clinton. Pero Nancy Pelosi ganó la Cámara de Representantes en noviembre pasado con una campaña laboriosa dirigida por una persona mayor de edad. El verdadero peligro es perder las elecciones de 2016 dos veces: la segunda vez debido a la sobrecorrección.

Ni Bernie Sanders, el candidato de extrema izquierda, ni Elizabeth Warren, experta en políticas, pueden o quieren ofrecer un respiro. Y aunque este columnista está interesado particularmente en el avance de los hombres nacidos en 1982, el alcalde de South Bend, Pete Buttigieg, es demasiado novato para garantizarles a los votantes unos años de paz. Hay razones fundamentadas para favorecer a éstos y otros candidatos sobre Biden. El caso electoral es más difícil de pronosticar.

Trump parece saber que ser un representante del sistema no será una desventaja en 2020 como lo fue en 2016. Él ya ha tuiteado mensajes en contra de Biden al menos cuatro veces después de que declaró su candidatura. Ésa no es una señal de un político despreocupado.

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