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Judíos nacionalistas sueñan con reconstruir el Templo de Jerusalén que hoy es un santuario musulmán

Las Naciones Unidas pide respeto al statu quo en la Explanada, un sitio donde se mezcla la religión y la política y donde cualquier chispa, por mínima que sea, puede hacer saltar el precario equilibrio regional por el aire
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06 de junio de 2023 a las 05:01

A poco de comenzar el último sabbat, en un suburbio de Tel Aviv, algo más de veinte judíos nacionalistas preparan el coro del Templo de Jerusalén. Quieren reconstruirlo 2.000 años después de su destrucción en lo que hoy es la Explanada de las Mezquitas, un santuario musulmán. El Templo de Jerusalén simboliza, para ellos, la redención. Y debe acelerar la llegada del Mesías.

Pero para sus detractores, numerosos en el judaísmo, equivale a jugar con fuego en un sitio que está en el centro de las tensiones israelíes-palestinas.

“El pueblo judío espera este templo desde hace 2.000 años”, dice Shmuel Kam, de 52 años, miembro del coro formado por descendientes de la tribu de los levitas, antaño responsables de los cantos y la música del santuario. Y agrega: “Creo que viviré para ver el templo reconstruido”.

Los coreutas vienen de todo el país hasta una sala en las afueras de Tel Aviv para sumergirse en los cantos antiguos.

“Cuando se reconstruya el templo, pediremos a los levitas venir a cantar y no sabrán hacerlo, así que tenemos que enseñarles”, explica Menahem Rozenthal, director del coro creado pocos meses atrás por el Instituto del Templo.

Esta organización trabaja desde 1987 en la reconstrucción del Templo formando a coristas y sacerdotes y en la confección de objetos para los cultos.

Arrasado por los romanos en el año 70 de esta era, el segundo templo que ahora sueñan con reconstruir se levantó en el sitio donde, según la tradición judía, se levantaba el Primer Templo, destruido por los babilonios en el siglo VI antes de Cristo. El Muro de los Lamentos es un vestigio de lo que fue la segunda construcción.

Siglos después, allí se construyó la Explanada de las Mezquitas donde actualmente se encuentran la Cúpula de la Roca y la mezquita de Al Aqsa (el tercer lugar más sagrado del islam), en el sector este de Jerusalén Este, ocupado y anexado por Israel.

Para los judíos es la Ciudad Vieja, el Monte del Templo, como lo llaman, y es su lugar más sagrado.

“Pueden decir lo que quieran, pero este es el lugar de los judíos”, dice Haim Berkovits, un franco-israelí de 50 años, miembro de Boneh Israel (Construir Israel), la organización que quiere acelerar la redención.

En 2022, este grupo trasladó de Texas a Israel cinco novillitas rojas para el sacrificio. Según la normativa talmúdica, los fieles deben untarse con una mezcla de agua y cenizas de la quema de esta vaca poco común antes de entrar al lugar santo.

Sin cumplir esta condición, el rabinato israelí prohíbe las visitas judías al Monte del Templo. Por ello, el rito es crucial.

“Su retorno es un signo mesiánico”, afirma Berkovits en una granja del norte de Israel donde las novillitas son inspeccionadas pelo por pelo por veterinarios y rabinos para asegurar que su piel permanezca roja durante su crecimiento.

“Las mimamos y las guardamos para cuando llegue el momento”, dice, precisando que su organización ya adquirió un terreno en el Monte de los Olivos, barrio palestino de Jerusalén, con vistas a quemar los animales frente al Monte del Templo.

Para Yizhar Beer, director del Centro Keshev Para la Protección de la Democracia en Israel, esos “amantes del Tercer Templo” no son para nada extraños.

Desde diciembre, cuando asumió uno de los gobiernos más derechistas de la historia israelí, el ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben Gvir, visitó dos veces la Explanada de las Mezquitas para afirmar la soberanía de Israel en el lugar. Cada visita es calificada de “provocación” por los palestinos y los países árabes.

“Somos los dueños de Jerusalén y de todo Israel”, declaró el pasado 22 de mayo Ben Gvir.

Desafiando la prohibición del rabinato, unos 50.000 judíos visitaron el Monte del Templo en 2022, según la organización nacionalista israelí Har Habait.

La ONU reiteró en los últimos meses “respetar el statu quo” en la Explanada, cuyos puntos de ingreso son resguardados por la Policía israelí, pero es administrada por el Habiz, una institución islámica jordana.

El Habiz insiste en que la Explanada es un sitio exclusivamente musulmán, y denuncia los intentos israelíes por "judaizarla".

Por eso, cualquier incidente puede convertirse en una bomba atómica. O como advierte Beer: “Es una mezcla de religión y política. Una explosión allí puede hacer todo saltar por los aires”.

Yitzchak Reuven, encargado de comunicación del Instituto del Templo, acusa a los palestinos de fomentar “la controversia sobre el Monte del Templo” y de ser responsables de la frecuente violencia con las fuerzas israelíes. Pero no aclara qué debe ocurrir con los sitios santos musulmanes cuando se construya el Tercer Templo.

“Este es el sitio que Dios eligió. Es un sueño, pero el regreso de los judíos a Israel era un sueño y luego se hizo realidad, dice Reuven.

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