Dos preguntas relativas a la misteriosa vida del cuerpo me han surgido en días recientes, producto ambas de las circunstancias y la casualidad (en caso de que tal cosa exista), más bien del hecho de que uno presta atención a lo que sucede a su alrededor, quizá demasiada atención, pues al final todo se olvida, incluso de lo que uno alguna vez ha sido, pues son infinidad los recuerdos que con el tiempo se borran.
Alex Trebek, uno de los rostros más famosos de la televisión estadounidense, quien desde el año 1984 conduce el programa televisivo de preguntas y respuestas Jeopardy, tiene cáncer de páncreas en etapa IV. Hizo el anuncio semanas atrás. En conmovedora entrevista con la co-conductora de Good Morning America, el programa matinal más visto en ese país, Trebek dijo que uno de los efectos de la quimioterapia es la enorme tristeza y congoja que le provoca, tal vez porque redimensiona su actual y tan vulnerable condición, llevándolo a pensar, más de lo que ya lo hace, que la vida es corta y en su caso, puede ser cortísima si el tratamiento que está recibiendo no produce los resultados esperados. Trebek es otra de las figuras internacionalmente reconocidas que ha sido afectada por uno de los más letales tipos de cáncer, uno con muy bajas posibilidades de supervivencia.
La lista de gente famosa que ha muerto de cáncer de páncreas en tu tiempo relativamente corto incluye a Steve Jobs, Aretha Franklin, Patrick Swayze, quien al momento de ser afectado por la enfermedad era uno de los actores mejor cotizados de Hollywood, el gran actor inglés Alan Rickman, famoso, entre otros papeles por el que tuvo en la saga de Harry Potter, Luciano Pavarotti, los actores cinematográficos Rex Harrison, Alan Bates, Marcello Mastroianni, Ben Gazzara, John Hurt, y Fernando Lamas, la actriz Anne Francis, los músicos Count Basie y Syd Barrett, uno de los miembros fundadores de Pink Floyd, y Michael Landon, estrella de la serie televisiva Bonanza. ¿Hay alguna explicación científica, más allá de la muy simplona y poco convincente “de algo la gente se debe morir de algo”?
La foto que acompaña esta columna quizá no lo indica –espero que no y por eso no la he cambiado desde hace tiempo-, pero a mi cuerpo le sobran siete kilos, posiblemente un par más. Sobrepeso. Aunque usted no lo crea, de tan ocupados que son los días actuales, evito mirar mi abdomen con la regularidad aconsejable, por lo tanto, la información me la dio la balanza y el médico, la semana pasada. El médico me dijo que debo iniciar una dieta cuanto antes y por consiguiente, debo hacer algo para terminar con mi adicción al azúcar. En este aspecto, debo ser un tipo aburrido, pues mis únicas adicciones son el chocolate y la Pepsi y la Coca Cola, en ese orden, todos ellos muy útiles a la hora de agilizar la mente y obligarla a trabajar con rapidez cuando más se la necesita. El azúcar y la cafeína son Batman y Robin.
“Doctor, ¿Qué opinión tiene usted de los edulcorantes no calóricos utilizados para la elaboración de alimentos y bebidas? ¿Son seguros, los recomienda, puedo usarlos?” A su respuesta afirmativa en una tarde de lluvia la acompañé con una búsqueda nocturna en internet sobre el asunto, pues los mencionados “sustitutos” serán parte de mi futuro a corto plazo. Según la información disponible, “todos los edulcorantes no calóricos que hoy en día se encuentran disponibles en el mercado han sido evaluados y aprobados por el Comité Mixto FAO/OMS de Expertos en Aditivos Alimentarios (JECFA), comité científico internacional responsable de analizar los diferentes aditivos alimentarios, así como certificar su seguridad para el consumo humano. En el caso específico de los edulcorantes bajos en calorías o no calóricos, la evaluación se basa en toda la evidencia clínica disponible”.
Mi temor no estaba tanto relacionado al hecho de si el consumo regular de edulcorantes bajos en calorías o no calóricos aumenta las posibilidades de contraer cáncer, pues quienes consumen azúcar tampoco quedan librados de la enfermedad, sino en el impacto que pudieran tener sobre mi microbiota intestinal. La información fue específica: “Un reciente estudio llevado a cabo por científicos de la Universidad de Granada, España, confirma que el consumo de edulcorantes no calóricos no tiene ningún efecto adverso sobre el microbiota intestinal, de cuyo equilibrio depende la nutrición, el correcto crecimiento corporal y el desarrollo del sistema inmunológico”.
Como si fuera entrenador de un club de fútbol, un O. W. Tabárez de mi propio cuerpo, planeo hacer cambios para el segundo tiempo de la vida: voy pues a sustituir el azúcar por los edulcorantes, y ver cuánto puede afectar a mi apariencia y bienestar la disminución del consumo calórico. ¿Habrá cambios realmente notorios? En lo estrictamente personal, la pregunta me interesa incluso más que quién será el próximo presidente uruguayo. Voy a introducir el cambio en el resto de la dieta a iniciar, con la cual intentaré recuperar la imagen de antes, por lo menos en la balanza.
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