Inés Guimaraens

¿Los uruguayos tenemos fe? Esto muestra la encuesta más grande de la última década

La fe de los uruguayos según la zona del país y la incidencia del ateísmo en la alta tasa de suicidios

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06 de junio de 2023 a las 05:01

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En Uruguay la religión va por zonas. La aparición de un papa con acento rioplatense y que toma mate no frenó la caída del catolicismo que, al menos en la frontera con Brasil, pierde terreno ante otras corrientes del cristianismo. Allí, donde los rezos en español se entremezclan con el portugués, la quinta parte de los adultos se consideran protestantes (casi la mayoría de ellos evangélicos pentecostales).

En Montevideo y en la costa sureste, en cambio, los ateos, los agnósticos y los creyentes por fuera de las instituciones religiosas superan a la mitad de la población. Así lo demuestran los datos de la Encuesta de Generaciones y Género que procesó El Observador y que, con más de 7.000 entrevistados, constituye el estudio más completo sobre religión en la última década.

La religión en Artigas, Rivera y Cerro Largo “no puede comprenderse sin la influencia de Brasil”, explica Néstor Da Costa, sociólogo especializado en religión. “Siempre que distintas culturas están en contacto tienden a afectarse, y en ese sentido la frontera seca ha sido históricamente la puerta de entrada de nuevas corrientes religiosas hacia Uruguay”.

En las décadas de 1970 y 1980 se dio por allí el ingreso de las religiones afroumbandistas. Los pae y las mae dirigían sus primeras reuniones en casa humildes, mientras sonaban los tambores en culto a los orixás. “Como estábamos en dictadura ese fenómeno expansivo pasó más desapercibido”, recuerda  

Esa corriente se fue distribuyendo por el resto del país (hoy supera el 1,6% de la población), y con el correr de los años la frontera con Brasil ofició de acceso de los cristianos no católicos. “La primera iglesia Universal del Reino de Dios se instaló en Artigas y no en Montevideo como suponen muchos. Fue una avanzada no tan planificada y que, poco a poco, fue ganando adeptos entre los sectores más vulnerables”, explica Nicolás Guigou, antropólogo social especializado en religión.

Celebración afroumbandista en Uruguay.

Y como sucedió con las religiones de raíz afroamericanas, los evangélicos se expandieron alcanzando hoy el 11% de los adultos del país. En la frontera con Brasil, a su vez, crecieron hasta el punto de superar el 20% (cuando allí los católicos son el 35,4%).

“Uruguay es un país muy laico (el 47% dice no tener religión alguna), pero está pegado a un país muy religioso y diverso como Brasil… eso se hace notar”, reitera Guigou.

El catolicismo, sin embargo, muestra su mayor resistencia en el centro sur: Flores, Florida y Lavalleja. En esa zona la iglesia tiene una organización fuerte y convive la tríada de San Cono, la virgen del Verdún y la virgen de Treinta y Tres.

En Montevideo y la costa sureste, donde los no religiosos son más, sucede en fenómeno típico de las grandes urbes y la modernidad: “cuanto más capital cultural, más selección del espacio de creencias”, dice el antropólogo Guigou. Eso no significa que el 52% de la capital y el 55% de la costa balnearia sean ateos. “Puede que crean en dios sin una religión específica, puede que sean parte de una corriente esotérica, o puede que tengan un grado de religiosidad no asociada a una institución”.

De hecho, la encuesta procesada por El Observador evidencia que solo el 26,7% de los uruguayos se consideran “nada religiosos”, cuando aquellos que no se circunscriben a religión alguna alcanzan casi la mitad de la población.

Según el sociólogo Da Costa, “las búsquedas religiosas no están solo incluidas en la religión (…) en los últimos años hubo un crecimiento fuerte del New Age, la que adopta tradiciones de religiones históricas y suele tener muchos adeptos entre universitarios o población menos vulnerable”.

Esa necesidad de creer en algo está vinculada al origen mismo de la palabra “religión”, cuya raíz latina (relegere) significa “agrupar”. De ahí que la sociología, desde la época de Émile Durkheim, venga insistiendo entre el vínculo de la religión y el suicidio, la felicidad o la cultura.

¿Los religiosos están más satisfechos con la vida?

Los religiosos uruguayos están más satisfechos con su vida actual, con su trabajo, vivienda, pareja, relación con el hijo, la madre y el padre que sus pares no religiosos. De hecho, están más contentos con cualquiera de los órdenes del diario vivir salvo con las tareas de cuidado en que se asemejan mucho a los no religiosos.

“Hay una utilidad social de los religioso”, dice el antropólogo Guigou, quien se pregunta “¿por qué Uruguay es uno de de los países con más suicidios per cápita?”. Su respuesta no se hace esperar: “La falta de lo religioso explica en parte el fenómeno, lo sabemos desde Durkheim”.

Cuando el célebre pedagogo francés fundó la disciplina sociológica y se puso a estudiar el suicidio, encontró que, en proporción, los ateos se quitaban más la vida. “Eso no significa que la religión sea un escudo que previene el suicidio, sino que, dicho por el propio Durkheim, la funciona como cohesión social que permite sentirse parte, pedir ayuda, tener fe”, explica Da Costa.

En el judaísmo, por ejemplo, al laico que se hace religioso se le dice que “vuelve a la respuesta”, con la tranquilidad que significa tener las respuestas.  A la inversa, quien pasa de la religión al ateísmo se le llama “vuelve a la pregunta”, con la incertidumbre que implica el cuestionamiento. 

La influencia de la religión en la psique es un campo a estudio. Dentro de ese misterio, dice Da Costa, podría caber la explicación de por qué las mujeres son más religiosas que los varones. Porque si bien la religión (en especial las corrientes monoteístas que prosperaron en occidente) suele posicionar al hombre como la máxima jerarquía, ellas son más devotas (en Uruguay el 55% de los varones no tienen religión frente al 48% de las mujeres).

“Todo indica que las mujeres tienen más desarrollada la psicología simbólica, la capacidad de creer en lo que no se ve… eso podría ser parte de la explicación”, señala el sociólogo, quien aclara que la distinción de creencia según el sexo es mundial.

El antropólogo Guigou incorpora otra explicación: “Antes el espacio de la mujer estaba reducido a la esfera privada, al hogar y la familia, y su única salida a lo público era la ida al templo o la iglesia”. En esa línea, agrega, “el proceso de secularización afectó más a los varones que a las mujeres”.

Pese a que la religión suele tratarse como un acto privado —más en un país que separó la religión del Estado hace más de un siglo—, conocer las creencias de la población sirve para entender el conjunto de valores. Por eso la encuesta de Generaciones y Género pregunta al respecto. Por ejemplo: el sondeo demuestra que la iglesia dejó de ser un lugar relevante para los uruguayos a la hora de conseguir pareja, pero la religión sigue pesando en cómo se concibe la familia. La mitad de los uruguayos que tienen una religión coinciden en que "un niño necesita un hogar con un padre y una madre para crecer feliz".

¿Cómo se procesaron los datos?

El Observador tomó la base de datos de la Encuesta de Generaciones y Géneros 2022.
La misma, coordinada por la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República, había tenido su relevamiento entre octubre de 2021 y diciembre de 2022.
Fueron encuestados 7.245 habitantes (nueve de cada diez de manera presencial), representativos de la población urbana residente en localidades de 5.000 personas o más, entre 18 y 79 años.
Para el procesamiento de datos, El Observador usó el software estadístico Stata con el asesoramiento técnico del sociólogo Pablo Menese.
Como base para el cruce de variables se usaron las siguientes preguntas:
  1. “¿Cuál es su orientación religiosa, en caso tenga alguna? (se muestran opciones)”.
  2. “Sin importar si usted pertenece a una religión en particular, ¿qué tan religioso/a diría que es usted? Exprese su religiosidad en una escala de 0 a 10 donde 0 significa ‘No soy religioso/a en lo absoluto’ y 10 significa ‘Muy religioso/a’”.
Cuando el comparativo es entre religiosos y no religiosos, se recodificó la orientación religiosa y se excluyó aquellos que no respondieron a la pregunta base.
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