La historia sin fin
Columna de opinión publicada en El Observador Agropecuario
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09 de septiembre de 2016 a las 05:00
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Uruguay es un país chico y exportador, le va bien si exporta mucho y le va mal si exporta poco. Hay países que han entendido su esencia y la defienden, como Nueva Zelanda, que apuntala con todas sus herramientas disponibles a su sector agroexportador. Basta mirar el PIB per cápita de los dos países para comprender quién está en lo correcto.
Aquí nuestros gobiernos han gastado de más, y digo gastado y no invertido; decenas de miles de empleados públicos más para atender menos gente en la educación y la salud públicas y la misma gente en materia de seguridad. ¿Por qué? ¿Para qué? Se triplicó el presupuesto de la educación y logramos peores resultados. ¿Cómo es posible?
El exceso de gasto público es la única y verdadera explicación de la inflación excesiva que sufrimos y, para contrarrestarla, el gobierno en vez de gastar radicalmente menos, atrasa el tipo de cambio y aprieta la política monetaria, todo en contra del sector productivo. Para exportar mucho Uruguay tiene que ser competitivo internacionalmente y eso no se consigue con exceso de gasto público, que aumenta precios internos por inflación y atraso del tipo de cambio para enfrentarla.
Cuando estábamos en el boom se gastó todo el dinero caído del cielo (el famoso espacio fiscal) y más todavía, aumentando deuda en vez de bajarla y dejando un déficit del 4% del PIB, una locura en tiempos de bonanza; y ahora que se enfrió la economía subimos impuestos, mantenemos tarifas altas y volvemos a atrasar el dólar. Y el sector productivo, el que da puestos de trabajo genuinos y paga impuestos, siempre castigado.
A este maltrato gubernamental del sector productivo se ha venido a agregar en los gobiernos del Frente un desborde sindical agresivo y desequilibrado; salvo muy honrosas excepciones, como Richard Read, los dirigentes sindicales actúan con prepotencia apenas disimulada, dejando de lado hasta la máxima de los viejos anarquistas: "pelea por la tuya pero con tu trabajo bien hecho". Ahora el movimiento sindical está para pedir y pedir pero ni se fija en la productividad declinante de nuestros trabajadores.
Una anécdota ilustra esta situación: un conocido mío con aserradero en Brasil vio que había en Uruguay grandes plantaciones de pinos. Decidió instalar un aserradero acá. Buen empresario, compró una línea de aserrado idéntica a su línea de Brasil, contrató aquí personal de la localidad, instaló la línea nueva al lado de la línea suya en Brasil y llevó a los uruguayos a formarse y trabajar en la línea nueva en su aserradero de Brasil.
Cuando las dos líneas, la vieja manejada por los brasileños y la nueva manejada por los uruguayos, llegaron a producir lo mismo por día, desarmó la línea nueva, la instaló en Uruguay y puso a esos mismos uruguayos a manejarla. ¿Resultado? La productividad de la línea cayó 50%. Los lunes no venían, si llovía no venían, fumaban adentro del aserradero y se hacían suspender, hacían paros para reclamar a cada rato.
Para tener sueldos altos hay que lograr productividades altas, no hay secretos ni misterios. Para tener productividades altas se necesita inversión de la empresa (en equipos y capacitación del personal, lo que hizo bien el empresario brasileño) y compromiso y esfuerzo de los trabajadores.
Para que el país crezca y la gente gane mejores sueldos ahora y en el largo plazo, la única manera es tener un Estado responsable en el gasto, fuerte en la inversión, comprometido con los resultados de cada peso gastado y un sindicalismo moderno a la manera de Richard Read, que reclame derechos pero también asuma compromisos de trabajar bien.
Sin estas dos patas, las empresas no van a querer invertir, sin inversión la productividad no va a aumentar, los sueldos no van a subir y los nuevos empleos no se van a crear. ¿Alguien cree que la alternativa es más Estado gastando más y contratando más empleados públicos, cobrando más impuestos y atrasando más el tipo de cambio?
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