La jugada de Cristina Kirchner obliga a Macri y Massa a acelerar decisiones

El escenario de polarización que se preveía para la segunda vuelta electoral de noviembre se adelantó seis meses. Las versiones: Massa iría a la interna contra la nueva fórmula Fernández- Fernández mientras Macri sufre la presión para accionar el “plan V”

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20 de mayo de 2019 a las 05:01

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La jugada de Cristina Kirchner no sólo pateó el tablero político argentino, sino que implica una aceleración de todos los tiempos electorales. Las demás fuerzas políticas están obligadas a redefinir sus estrategias y apurar ahora mismo alianzas que estaban previstas para más adelante.

Lo que se percibe, en definitiva, es que el escenario de polarización que se preveía para la segunda vuelta electoral de noviembre se adelantó seis meses y se producirá en lo que queda del mes de mayo.

Ocurre que la ex presidente, al ceder la postulación presidencial en favor de Alberto Fernández –ex jefe de gabinete de Néstor Kirchner y también en los primeros siete meses de la gestión de Cristina- abrió la temporada de alianzas. Más concretamente, adelantó el momento en el que las dos facciones mayoritarias buscan ganarse la preferencia del electorado “del centro”.

Lo que las encuestas venían mostrando era que, en grandes números, había un 40 por ciento del electorado que quería votar a Macri y que bajo ninguna circunstancia lo haría por Cristina, y otro 40 por ciento cuyo sentir era el exactamente opuesto. En consecuencia, el restante 20 por ciento sería el árbitro de la elección.

Y Cristina interpretó que iba a una probable derrota en una segunda vuelta, porque ese espacio del centro mayoritariamente se inclinaría por Macri. Su intención es lograr ahora romper ese “techo” del 40 por ciento, para tratar de formar una mayoría opositora que incluya a esos peronistas críticos.

Ese espacio del centro está conformado por los ciudadanos descontentos con la gestión macrista y la recesión económica, pero que guardan un mal recuerdo de la gestión y el estilo agresivo del kirchnerismo. Es ahí donde, desde hace tiempo, intenta hacer pie un grupo de peronistas enfrentados a Cristina, que quiere conformar una tercera fuerza, un espacio “alternativo” capaz de romper la lógica binaria de la “grieta” y presentar una propuesta capaz de llegar al poder.

DANIEL GARCIA / AFP

El problema es que no logran ponerse de acuerdo entre sí y que hasta ahora no han encontrado un líder que pueda despegar en las encuestas.

Los principales referentes de ese grupo son Sergio Massa –que ya fue candidato presidencial en 2015 y obtuvo un respetable 21 por ciento de los votos-, el gobernador cordobés Juan Schiaretti -que hace dos semanas arrasó en su reelección provincial-, el gobernador salteño Juan Manuel Urtubey, el senador Miguel Pichetto y el ex ministro de economía Roberto Lavagna –que ya se postuló a las elecciones en 2007 y logró un 17 por ciento de los votos-.

Al menos dos de esos dirigentes –Massa y Lavagna- se muestran decididos a postularse a la presidencia y no aceptar otro cargo. Y no logran ponerse de acuerdo sobre si la mejor forma de resolver sus diferencias es mediante una elección interna o por un acuerdo de cúpula.

En contraste con la lentitud e indecisión de esos peronistas “alternativos”, Cristina actuó con rapidez. Su audaz jugada trae implícito un mensaje: que si el obstáculo para la construcción de un gran frente electoral opositor es ella, está dispuesta a correrse para dejar como candidato a alguien que sea aceptable por todo el peronismo.

Alberto Fernández cumple ese requisito. Hasta hace un año, fue el principal consejero político de Massa.

Y, por cierto, era muy crítico de la gestión de Cristina –como se han encargado de recordar miles de tuiteros anti-K, que han reflotado videos de archivo en los que el hoy candidato a presidente fustigaba con dureza muchos aspectos controversiales, desde el cepo cambiario hasta el pacto con Irán, pasando por el estilo de comunicación y los casos de corrupción-.

Pero a Cristina, lejos de molestarle, ese recordatorio le resulta absolutamente funcional a sus intereses. Es la prueba que ella quiere mostrar de que no es cierto que sea sectaria y que no esté dispuesta a escuchar a quienes le hacen reproches. Más bien al contrario, al cederle el lugar a Alberto Fernández –un típico operador político hábil e inteligente pero sin carisma ni, mucho menos, una base electoral propia- parece reafirmar que está dispuesta a mirar al futuro.

“Los tiempos son otros y nosotros también somos otros”, dijo en su video con el que sacudió al país político en la mañana del sábado.

Bajo esa perspectiva, lo que la ex mandataria está diciéndole al resto del peronismo es que Alberto Fernández será el garante de que no ocurra lo que tanto rechazo les causa a los anti-kirchneristas. Es decir, que no habrá un gobierno de estilo agresivo, que no se repartirán los principales cargos de la administración entre los militantes de la agrupación juvenil “La Cámpora”, que no se favorecerán medidas extremas ni maximalistas, tales como ir a un default de la deuda ni confiscar rentas de empresas y ahorristas.

 

Massa, en la hora de las definiciones

El principal interpelado por la jugada de Cristina es Massa.

La movida de Cristina es difícil de digerir para él, porque toda su estrategia política ha consistido en mostrarse como el dirigente que le puso límites al kirchnerismo y que impidió las consigna del “vamos por todo”. A fin de cuentas, una de las frases que más le gusta repetir a Massa es que su mayor contribución al país fue haber frenado, al ganar las legislativas de 2013, el proyecto de re-reelección de Cristina para 2015.

Si acepta el convite de sumarse a un gran frente que incluya a Cristina, se arriesga a ver desdibujado su perfil político y hasta de ocupar un lugar irrelevante en la política argentina. Si lo que definía a Massa era representar al peronismo no kirchnerista, ¿qué función cumpliría en un gobierno donde la ex presidente siga moviendo los hilos?

Por otra parte, la jugada de Cristina hará que muchos indecisos sientan atraídos por la nueva fórmula, ahora percibida como “más potable” y menos confrontativa. En otras palabras, que el espacio “alternativo” sufrirá una fuga de votos sin siquiera haber llegado a celebrar una elección interna.

Si se va pierde, si se queda también. Esa disyuntiva de hierro para Massa podría tener una salida si se dan las siguientes situaciones.: 1, que a Massa le ofrezcan un cargo muy importante, como la gobernación de la provincia de Buenos Aires; 2, que Massa se tenga confianza para disputar y ganarle una elección interna a la fórmula Alberto Fernández-Cristina Kirchner.

Las primeras señales dadas el sábado parecen insinuar que descarta la primera opción y que confía en la segunda. Tuvo palabras elogiosas hacia Alberto Fernández, su ex consejero.

En los próximos días habrá una reunión de los referentes del “peronismo alternativo”, y allí se esperan decisiones trascendentes.

 

Macri y el fantasma del “plan V”

Finalmente, el que también se ve obligado a revisar su estrategia es el gobierno de Mauricio Macri. Que tiene un ojo en las encuestas y otro en el comportamiento del dólar y los bonos de deuda soberana –que amagan con desplomarse-.

Y, en cuanto a lo electoral, trata de sopesar el alivio y el terror que les produce que Cristina no sea candidata. La nueva situación le pone un condimento nuevo a la lógica de la polarización. Y, así como Cristina está tratando de sumar al peronismo no K, Macri sentirá la presión de formar una coalición más amplia de lo que es actualmente Cambiemos.

La convención radical del próximo lunes 27 será otra fecha señalada en rojo. Habrá en los próximos días un llamamiento para que el espacio que confronte con Cristina sea amplio, que también se muestre autocrítico, y que esté dispuesto a sumar gente que hasta ahora estuvo alejada y señalando errores. Nombres como el de Martín Lousteau y hasta el de Roberto Lavagna empiezan a ganar preponderancia para esta nueva etapa.

PRESIDENCIA ARGENTINA

Está, además, la opción con la que Macri no quiere saber nada, pero que ya se plantea de manera explícita. Que resigne, también él, la candidatura a la presidencia.

Acaso sea el “volantazo” de Cristina el factor que faltaba para gatillar un pedido masivo de empresarios y parte de los aliados político de Macri: que ceda su lugar a María Eugenia Vidal. Esa opción, conocida como “plan V”, es vista por estrategas políticos como la forma de que el macrismo rompa su propio “techo” electoral.

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