Noel Gallagher, en la foto de anuncio de la gira 2016 con los High Flying Birds
Sebastián Auyanet

Sebastián Auyanet

Shuffle

La lengua popular

Noel Gallagher, el rey del britpop que Montevideo tenía pendiente, llega la semana que viene al Teatro de Verano con un repertorio que -aunque las incluya- ya no necesita de canciones de Oasis
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11 de marzo de 2016 a las 00:00

Para quienes vivieron la adolescencia a mediados de los años noventa -se sabe, esta etapa de la vida es en la que se comienzan a fijar las preferencias musicales- el britpop era un concepto apenas leído en alguna revista o libro llegados de contrabando. Ni el propio arribo de la MTV, con su punk californiano y su nü metal y su post grunge colado en todos los programas, permitía profundizar en aquellas bandas británicas que, de todas formas, iban llegando a las radios conforme los sellos masivos traían a los referentes más grandes de la movida.

En ese momento, quizá el último antes de que internet comenzara a abrir todas las posibilidades de conexión e información, nadie podía parar a Noel Gallagher y sus canciones. Es más: en los años del britpop, ningún otro compositor pudo estar siquiera cerca de su talento para sacar de su guitarra y su puño las canciones masivas que su tiempo precisaba: himnos eufóricos que borraron las fronteras del escenario con la cancha de fútbol, baladas irresistibles desprovistas de clichés y la actitud arrogante que esperaba una generación de gente a la que la afectación y los coqueteos del grunge con la depresión no le quedaban cómodos como contraseña generacional.

Los ingleses siempre han encontrado su encanto en ser perdedores con estilo y cantar las canciones de Gallagher tocó esa fibra. A su modo, cabalgó una ola de música nueva que lo tuvo a él y a Damon Albarn desde Blur como los máximos referentes.

Pero, contrario a las ambiciones de pop elevado de Albarn, lo de Gallagher siempre fue dirigido a ese muchacho que escuchó alguna vez una canción en la que alguien decía que no tenía más por lo que pelear que por una caja de cigarrillos y una botella de algo bebible con alcohol. "La sensación era increíble, por fin estaban cantando algo que tenía que ver conmigo. Las ganas de gritarlo eran irresistibles", contaba un asistente al festival de Knebworth, ese cuya locación fue elegida por el propio guitarrista desde una limosina y que quedó en la leyenda por convocar 250.000 personas (más del doble del Pilsen Rock más convocante) con entrada paga en un evento que confirmaba a Oasis al tope de la nueva cool brittania, la música que devolvió a Inglaterra al dominio del pop rock mundial.

Para ese entonces, (What's the story?) morning glory, se alzaba como el disco paradigmático de ese tiempo histórico al menos en llegada, y a pesar de que hoy con la historia de por medio se haya reafirmado la trascendencia de otros grupos como Pulp o la importancia de los aportes de Blur -mucho más ambiciosos e inquietos- a la música pop contemporánea.

Pero Knebworth fue ante todo la noche consagratoria de Oasis. "La asistencia a Knebworth fue de una vigésima parte de la población total de Gran Bretaña. Eso quiere decir que cada tres segundos te cruzás con alguien que estuvo allí", recuerda un editor en la serie Seven ages of rock de la BBC.

Gallagher ha escrito toda su vida para este tipo de público más ciudadano y ausente de grandes inquietudes o posturas estéticas. Lo de Oasis fue un largo viaje desde los galpones de Manchester donde Oasis se constituyó como los nuevos abanderados de una música alternativa por lo general reservada a clases obreras que había recorrido similares rutas pero sin llegar nunca a tales niveles de masividad: quizá los Smiths de Morrissey y Johnny Marr sean la primera referencia por haber salido de la misma ciudad, aunque el ritmo baggy que definió la anterior ola pop inglesa con los Stone Roses, The Charlatans, A Certain Ratio o los Happy Mondays y la potente influencia lennoniana en Noel son probablemente los basamentos principales en la música que Gallagher compuso (también, aunque en forma menos perceptible, está la mano de David Bowie). Desde la distancia del tiempo, se aprecia que Oasis capitalizó todo lo que aquellos primeros grupos de fines de los 80 comenzaron a fermentar.

Montevideo ha tenido el raro placer de haber tenido a una buena cantidad de referentes de lo que podría denominarse como britpop de fin de siglo si se considera que los Smiths fueron una fuerza inicial de ese movimiento. Sin embargo, ninguno de ellos ha llegado a una dimensión global como la de Noel Gallagher, quizá de todos el que más directamente jugó ese partido de la masividad sin tapujos. Lo suyo era la música popular y presumió de éxitos tal como hoy lo hacen los raperos estadounidenses. Mientras que en lugares como Uruguay ser rockero y masivo sigue siendo algo que se asume públicamente casi que con culpa solapada e intentando evitar tal etiqueta, Noel Gallagher transformó a su éxito en un catalizador para empujar un ego que hoy ya es de culto. Incluso hoy, una entrevista con él es una especie de refugio de los lugares comunes y la previsibilidad que ofrecen los artistas al hablar con la prensa. Cualquier nota que ofrezca es digna de leerse o escucharse.

Pero además, en cuanto a lo musical, Gallagher ha conseguido seguir trabajando una línea personal basada en el estilo que imprimió a Oasis pero con algunas sutiles variaciones que se notan desde su primer disco homónimo con su nueva banda, los High Flying Birds, que funcionan como formación de acompañamiento. Ese primer disco solista, precedido por conciertos acústicos tras la separación con su díscolo hermano Liam (quien ya pasó por el Teatro de Verano con su banda Beady Eye) y la disolución de Oasis, es otra brutal demostración del poder compositivo de Noel, incluso en tiempos de consumo musical fragmentado donde juntar 250.000 personas con una banda ya es prácticamente imposible.

Gallagher -que asegura que la mayor cantidad de canciones que ha compuesto no verán la luz- llega a Uruguay por primera vez para presentar Chasing yesterday, un disco "con un título espantoso" del que ya está aburrido, según declaró en ¡2014! a la prensa anglosajona. Es decir, incluso antes de editarlo. No será su primera visita a Montevideo: cuenta la leyenda que en 1991, apenas unos años antes de conquistar la música de su país, llegó hasta aquí como asistente de la banda Inspiral carpets, otra de sus influencias más fuertes aunque menos evidentes.

Más allá de esa relación de complicidad en la que nunca los dichos de Noel son tomados del todo en serio (incluso cuando no está mintiendo), lo cierto es que Chasing yesterday alcanza similares picos que los de su disco anterior, particularmente en Lock all the doors y The right stuff, quizá las dos canciones de este disco que más se aplican a sus formatos compositivos más previsibles. Precisamente aquellos que lo convirtieron en esa estrella de rock británica e inoxidable que, contrario a lo que quizá muchos pensaban, ha logrado sobrevivir con gracia en un tiempo musical totalmente diferente. Tendrá sentido también verlo volcado a su carrera solista antes de que Oasis se vuelva a reunir, algo que más pronto o más tarde en el tiempo terminará por suceder.

Noel Gallagher, el próximo martes 15 de marzo en el Teatro de Verano. Entradas desde $ 1000 a $ 2.500.

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